La tensión que hay en el ambiente es palpable. Debo encontrar alguna manera de evitar que Lud y Massimo se sigan odiando. Los necesito en mi vida. No quiero perderlos a ninguno de los dos. Quizás llegó el momento de contarle toda la verdad y así evitar que ambos terminen cayéndose a puñetazos. Al darme la vuelta, me doy cuenta de la manera en que Lud se queda mirando a Massimo hasta que desaparece al final del corredor. ―Te ves muy cansada, cielo. Lo estoy, pero hasta no ver a mi amiga no pienso marcharme de este lugar. ―No voy a irme de aquí hasta ver a Victoria, Lud ―le indico, determinada―. Necesito saber que ella y la bebé van a estar bien. Me observa con una intensidad que me derrite los huesos. ―Ya oíste al doctor, nena, ellas están fuera de peligro. Sí, pero quiero constatarl

