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2314 Words
—¡Amy! —gritó alguien, después de abrir la puerta de golpe y el sonido de la madera impactando en la pared fuerte me sobresaltó. —¡Por Dios! —me di la vuelta, después de haber tirado todos mis libros al suelo, por qué las manos se preocuparon más por protegerme de la persona loca que entró como un desquiciado al salón—. ¡Lucas Fowler, maldita sea, casi me matas de un susto! —quejé enojada hacia mi amigo, quien llegó de sorpresa al lugar donde estaba; me colé en un salón vacío para poder organizar mis libros, ya que recién los había podido comprar cuando el banco me liberó el dinero que yo de estúpida había establecido para comprarme los útiles del siguiente semestre. Jamás me imaginé que iba a terminar en menos de una semana en una desgracia económica por qué la segunda persona que daba para sobrevivir la habían vetado del único trabajo que sabía hacer y ahora no podía conseguir trabajo, por qué ya estaba demasiado vieja. Tuve que gastar el dinero de mis útiles y libros necesarios para mis carreras, para al menos sobrevivir una temporada con los servicios pagos. Donde mi abuelo tenía su apartamento, al menos nos salvaba de cubrir un servicio, ya que de algún modo se habían logrado colgar a la luz, sin embargo, los medicamentos que él requería y la comida, se me llevaron el pago de trabajo de dos meses de vacaciones en los que sufrí por conseguirlos. Mis padres vivían lejos y yo no estaba con ellos, por mi estudio. Tuve que alejarme de ambos, aunque no solo había sido por qué tenía un sueño por cumplir, sino por que mi padre había caído en el alcoholismo después de que murió mi abuela paterna y mi madre no entendía que ya no le convenía seguir a su lado; temía quedarse sola, sin un hombre que la protegiera, pero no veía que era todo lo contrario. Él cada vez se aseguraba de volverla más miserable mientras pasaba el tiempo. Traté de olvidarme de lo que pasaba entre ellos para concentrarme en mi estudio, aprovechando que mi abuelo aún tenía su pequeña vivienda en la ciudad, en un barrio de la muerte, estaba claro, pero no me importaba en absoluto. Con mis padres el hábitat era peor, pero al menos tenía la opción de quedarme con mi mejor amigo Lucas y él vivía en una habitación de las residencias de la universidad; su rommie era muy amigable y me dejaba quedar sin importarle que no éramos muy silenciosos. —No hay tiempo de quejarte, cuando tenemos un partido al que asistir —se agachó a ayudarme a recoger los libros que por su culpa había tirado. —¿Es enserio?, ¿todo eso por un partido? —bufé y dejé las cosas en su lugar—. No me gusta el fútbol y a ti tampoco —lo miré de reojo. —¿Enserio Amy?, ¿Tu crees que este pechito va por el fútbol? —preguntó extrañado, como si acabase de decir una locura sobre él—. ¿Que hiciste con Amy, alma que dominó el cuerpo de mi mejor amiga? —cuestionó mientras me tomaba de las mejillas y me obligaba a ver sus ojos marrones, envueltos en unos párpados pintados de sombra color crema y rímel. —No me gusta ir a aburrirme, mientras veo hombres sudorosos correr por todo el campo. —¡Hombres sudorosos, Amy, hombres! —me sacudió repetidas veces con emoción. —¿Si te digo que si, me compras una pizza y una malteada? —lo miré curiosa. —Eres una desagraciada, no uses tus trucos de animalito vulnerable para chantajearme —me señaló y me crucé de brazos, encogiendo mi cuerpo y mirándolo de una forma naturalmente manipuladora para que cediera. Bufó—. Eres imposible, no sé cómo todavía no haces lamer el piso por el que pasas a cada hombre que se te atraviesa; tienes un don en ese rostro angelical. —Lo uso cuando me conviene. —Lo usas solo conmigo, degenerada, por qué sabes que yo no me niego. —¿Nos vamos?, el partido empieza en diez minutos y eso nos tardamos en llegar al estadio; tal vez ya ni hay puesto para sentarnos —me dirigí a la salida. Por fortuna, me quedaba el casillero de camino a la parte de atrás del edificio donde tomaba mis clases. —Tengo amigos, Amy, ellos me guardan puesto. Rodé los ojos. —¿Estás tratando de que te odie? —Sé que jamás lo harías, me amas —me abrazó por los hombros y suspirando, le seguí el juego. Mi mejor amigo había sido la primer persona que me dirigió la palabra después de un largo semestre de estudio y soledad; era nueva en la ciudad, por lo que hacer amigos y tratar con personas con las que no había acostumbrado antes hablar, me intimidaron de una forma impresionante. Me cerré en mi misma y caí en el rincón más lejano de mi cabeza, allí donde nadie podría verme y me gustaba estar conmigo misma, no tenía problema con ello y amaba perder mi tiempo estudiando. Sin embargo, Lucas apareció en mi vida como el arcoiris en el cielo cuando pasaba una fuerte tormenta. El ingresó a la universidad al mismo tiempo que yo, pero logró congeniar con todos los estudiantes más rápido de lo que yo hubiese hecho y fui una de ellas. Tal vez creyó que era un reto llamar mi atención y por eso terminamos siendo mejores amigos; la confianza era mutua y el cariño. No podría desear jamás que fuese otra persona. —Allí está Evan, en las bancas —señaló a mi otro mejor amigo hetero, que se encontraba con su uniforme puesto, pero sin casco. Estaba al lado de otros compañeros, con su cabello azul casi oscuro; le gustaba pintarse de colores el cabello y su personalidad se asemejaba mucho a la de Lucas, parecían más ellos mejores amigos que yo, pero no sé llevaban entre los dos por alguna razón. —Espero lo dejen jugar esta vez —dije y lo seguí, después de haber ido por mi comida. Observé a a las personas a mi alrededor y la mayoría de ellas llevaba la camiseta de la universidad, apoyando a nuestra universidad, como también habían estudiantes de la otra fraternidad y sus respectivos jugadores. —Lo dudo, siendo este un partido tan importante —rodé los ojos ante el comentario poco animador de mi amigo. Sin embargo, al parecer el coach pensó lo mismo, por qué no lo dejó participar en ningún tiempo, como si solo fuese el ese pedazo de rescate por si alguno se lesionaba, el cual no importaba demasiado. El estadio se levantó en emoción cuando ingresó el quarterback a la cancha, después de que su equipo diera buen avance. Ya había visto esa estrategia en ellos antes, poner al mejor de su equipo unos minutos más tarde para regular o mejorar el tablero. Comenzaron a gritar su nombre por todo el estadio, haciendo un sonido estruendoso con eco. —¡Matt, Matt, Matt! —gritó mi amigo el gritón junto con los demás estudiantes y el hombre de cabello rubio que estaba llamando la atención en el campo, sonrió y los ánimo todavía más a hacer buya. Rodé los ojos, tapando mis oídos—. ¡Bizcocho! —Debí negarme. No me gustaban los lugares con demasiadas personas y menos cuando se ponían en plan gritones; me quitaban la paz del silencio. Me asusté cuando Lucas me cogió de los hombros y me sacudió enloquecido por el partido, ya que la entrada de Matt les dió muchísima ventaja y estaban por ganar. Sin embargo, estaba a nada de lanzar a mi mejor amigo escaleras abajo, por qué me había sorprendido de nuevo. ••••• —No, ya no voy a seguir tus inventos —señalé a Lucas desde su cama, donde estaba descansando de un partido de locos. Sinceramente, cada vez que lo apoyaba, me daba cuenta que odiaba más el fútbol y que no me interesaba en absoluto ver hombres sudorosos corriendo detrás de un balón como perros. —Amy, es la fiesta en la fraternidad. —Ni siquiera es aquí, es en otro lugar —crucé los brazos debajo de mi cabeza, cerrando los ojos. —No quiero ir sin ti y Evan también irá. —Que les vaya bien. Sentí que algo me caía en la cara y sorprendida me incorporé enseguida; lo miré mal—. Deja de maltratarme cada vez que me niego a hacer lo que tú quieras. —Vamos y no te vuelvo a molestar jamás —dijo y lo miré achinando los ojos, sin creerme una sola palabra de él. Estaba claro que ya había sido castigada por el resto de la vida con un amigo que le gustaba la locura, mientras que a mí la paz—. En este mes. —Eso ya es bastante para ti —me levanté de la cama bufando. —Si —dió brinquitos en su lugar y rodé los ojos—. Vamos a buscarte ropa; corriendo para tu casa —me tiró del brazo y salimos de su habitación para ir en busca de transporte hacia el apartamento de mi abuelo. Una hora más tarde estaba frente a mi armario sacando y tirando ropa que seguramente no iba a arreglar, por qué no era la suya y me estaba estresando ese simple hecho. —Tomen un poco de zumo —llegó mi abuelo con dos vasos, que tenían una bebida de color rosado. Sabía que eran fresas, por qué me encantaban y nadie más que él se tomaba el tiempo de hacer algo rico para mí. —Gracias, señor Madden, es un ángel —agradeció Lucas con una sonrisa y se lo bebió como si hubiese aguantado sed por varias horas—. Agh, delicioso, prosigamos. Mi abuelo lo miró extraño cuando volvió a meterse en el pequeño armario a seguir esparciendo ropa por todos lados y levanté los hombros cuando dirigió sus ojos curiosos a los mios. —Gracias abuelito. Le di un beso en la cien y después de su sonrisa, de peleas con Lucas y muchos suspiros estresantes, nos encontrábamos enfrente de lo que a mis ojos parecía un centro de eventos demasiado grande. Debían caber al menos cinco mil estudiantes de la universidad y acompañantes. —Estoy muy incómoda —confesé, mientras nos rodeabamos de las personas y al mismo tiempo trataba de acomodar mi vestido, que no se me subiese demasiado, ya que era bastante el hecho de que fuese a la mitad del muslo, como para que por ser pegado al cuerpo se me subiese con cualquier movimiento. Lo único que me gustaba de él era la cadena que rodeaba mi espalda baja, dejando ver que no tenía brasier puesto, de resto, me parecía incómodo usarlo. Si fuese una persona adicta a la atención y a la que no le importase que le miren los pezones resaltados en la tela o su trasero casi a medio ver y una espalda descubierta completamente que dejaba todo a la imaginación, podría estar de mejor humor. —Hay que empezar a divertirnos y a conocer hombres —dijo mi amigo y suspiré, después de que me empezó a tirar a la barra para tomar—. Dos de la bebida más fuerte que tengas, guapo —giré mi rostro al ver que el barman le sonrió corto, al darse cuenta que no había sido yo quién le dijo eso. —¿Seguro? —Vinimos a enloquecer un poquito. —No, no es cierto. Yo quiero una simple cerveza —interrumpí y el hombre no perdió el tiempo de detallarme hasta los muslos, donde le daba la vista. Sentí que me quitó la ropa y me la vivió a poner. Bufé sin que me notara. —Te hubieras quedado en casa ahogando las penas con eso, pero no venimos a eso —bufó y prácticamente se atravesó entre el barman y yo para que no pudiese pedir nada. Rodé los ojos—. Una mezcla estaría bien. —¿Baño de humo? —Uy, si, por favor. Me crucé de brazos molesta, pero enseguida me di cuenta que eso resaltaba mis pechos y levantaba mi vestido, por lo que enseguida volví a la posición anterior. —Hola preciosa —escuché la voz de alguien que conocía y sonreí. —Hola Evan —dije y escuché a alguien chistar detrás de mi; sabía que era Lucas. —Hola para ti también —dijo el de pelo azul, rodeandome los hombros con su brazo. El moreno solo se dignó a rodar los ojos y se quedó en silencio—. Que gusto que me odie. —No digas eso, algún día le vas a agradar —respondí y él se separó de mi para verme, lo que me puso incómoda. —¿Quien eres? Resople—. Lucas me obligó. —¿Él te lo puso? —No. —Entonces no te obligó —me mordí los labios, por qué tenía razón. Yo misma me lo había puesto, sin embargo, estaba tan insistente que me volvía loca. Terminé cediendo—. ¿Vas a conquistar hombres hoy? —preguntó tratando de molestar. Sabía perfectamente que a mí esas cosas iban y venían, no me interesaba en absoluto. —Nadie me merece. —Entonces te vas a quedar sola, por siempre —me alborotó el cabello y se alejó con una sonrisa. Aveces los odiaba a los dos. Me terminé bebiendo dos copas de lo que había pedido Lucas, por qué se veían muy apetecibles con el humo saliendo del vaso y ese color azul llamativo.
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