Capítulo 4

1740 Words
No sé qué hora es. No sé, si ya el sol salió. Hace mucho que perdí la noción del tiempo. Estoy en una habitación sin ventanas. Es amplia y lujosa, pero no quita lo que significa. Soy prisionera. Después del susto que ese hombre me dio y el puñetazo que le di a Arslan. El mismo, me metió aquí antes de cerrar con llave. No voy a negar la satisfacción de ver como un hilo de sangre bajaba de su nariz. —Debí arrancarle los ojos—murmuro sentada en un sofá de la esquina. Me quito la coleta apretada y respiro aliviada. Mi mano duele, pero no me quita la satisfacción haberlo golpeado. Sobre el respaldo del sofá dejo mi cabeza y dormito un poco. Necesito escapar, llamar a Niki y hacerle saber que me tiene retenida. Pero, ¿cómo? Maldigo. La puerta se abre y me pongo alerta. Arslan entra a la habitación y mira de la cama al sofá. Tiene la nariz algo roja. Puto para mí. —Podrías haber descansado sin problemas, en vez de esta allí. —¡Ja! dormir en una cama que, no se de que a sido testigo—digo en tono de burla—No. Gracias. —Bueno, el sofá no es muy diferente—dice con una sonrisa burlona. —¡Asco! —me pongo de pie de un salto y me paso las manos por los pantalones sacudiendo ¿Qué? no lo se. El cabello cae sobre mi rostro y cuando lo aparto, veo a Arslan con los brazos cruzados. —Vas a liberarme o piensas mandar a otro de tus perros a desaparecerme —digo. Él está en silencio solo mirándome—Porque, si ese es tu plan… —Necesito que espíes a Esteban y Yannick —me corta como si nada. —¿¡Que!? —mi tono es de sorpresa. Baja los brazos y camina alrededor de la habitación. —Necesito saber cuándo saldrá el próximo cargamento de Yannick.  —Estás loco. —Tu misión es averiguar lo que sabe London—me mira con seriedad —Es el encargado de la salida y llegada de la mercaría—recalca la última palabra—Así que, cuando escuches ese nombre te sugiero que prestes atención a lo que hablan. —¿Por qué espiaría a gente buena? —Digo sacando pecho. —Porque—habla caminando hasta mi—De eso depende que tu madre y tu amiga sigan con vida —anuncia. —¿Eres un maldito enfermo! —Dime algo que no sepa—murmura en tono burlón—Tienes que estar en esa fiesta está noche. —Si acepto ¿cómo coño crees que lo haré?  —Usa tus encantos —me barre de arriba abajo. —A diferencia de lo que pienses. No soy una puta —digo entre dientes. Mete las manos en el bolsillo de su pantalón y saca mi móvil. —Tienes diez minutos —me lo entrega— Pon el altavoz—demanda. —Necesito dejar un mensaje antes —digo encendiendo el móvil. Me llega un mensaje de Niki. *No iré a dormir. Así que, no te preocupes* —Bien. Creo que ya no—murmuro. Miro la hora y me quedo atónita al ver que son las ocho de la mañana. —Sabes que tengo que llegar a mi trabajo o levantara sospecha—hablo mirándolo mal. —Iras a trabajar. No te preocupes y si pasa por tu cabeza decir algo, ya sabes quien asumirá las consecuencias. Créeme Edén, no pienses que esteban o Yannick te van a salvar. No eres parte de sus planes. —No te creo—escupo. —Te quedan seis minutos.  —Jodete—gruño antes de marca el número. Al tercer tono responden. —¡Bebé! que bueno que me llamas.  Hago una mueca de disgusto. —¿Bebé? —susurra Arslan—que pendejo le dice así a su mujer.  Quiero decir que no somos nada, pero no servirá de mucho en este momento. —Lo siento, es que he tenido mucho trabajo —comienzo—Te llamo porque estuve pensando mucho y me gustaría verte. La línea se queda en silencio un momento.  —¿Esteban?  —Si. Te escuché —responde rápido—Es solo que está noche tengo una reunión íntima en casa de Yannick.  Miro a Arslan que me hace señas de que continue hablando. Sin embargo, Esteban es el que habla. —Pero, podrías venir conmigo —comenta—Yannick estaría feliz de verte. —A mí también me gustaría verle—murmuro. Me paso las manos por el cabello y respiro profundo. —Pues, no se diga más. Paso por ti a las ocho bebé. —Mejor nos encontramos allí. Solo recuerda agregar mi nombre a la lista.  —Está bien y Edén. Te amo. —Hasta esta noche Esteban—me apresuro a decir antes de colgar—Eres un infeliz ¿lo sabías?  —Si —dice sin perder la postura—Eros te llevara a tu departamento. —No hace falta. —No es una petición.  —No soy una de tus perras a las que das órdenes. Da un paso rápido y me toma del cuello.  —¿No eres una perra Edén? Pero te estas comportando como una y a mí me gusta domar a las fieras—susurra mientras acaricia con su pulgar mi pulso. Me estremezco bajo su caricia y me odio. —Jodete. —Me gusta más cuando lo haces tú—guiña. Me suelta con delicadeza antes de darse media vuelta. Cuando sale de la habitación grito de rabia, tomo una de las lámparas y la arrojo al piso haciéndose añicos. La puerta se abre unos minutos después y Eros entra a la habitación. —¿Lista para irte? —¿Tú que crees? —Inquiero con sorna—quiero largarme de aquí y no verles más la cara. Eros se pone serio. —Te voy a decir esto una sola vez Edén—me señala—Si haces algo para perjudicar a mi hermano, seré yo la persona que te de caza y no habrá piedra donde puedas esconderte. ¿Eros y Arslan son hermano? —¿Quedo claro? —Como el agua —murmuro todavía en shock al saber que son hermanos. —Necesito que te pongas esto—levanta un antifaz. —No. —Entonces quédate aquí—se encoje de hombros y camina hasta la puerta. ¡Maldita sea! —¡Esta bien! Espera —digo levantando la mano— ponme esa maldita cosa y sácame de aquí. Me dejó poner el maldito antifaz. —Espera un momento.  —¿Qué? —miro a los lados, pero no veo nada.  —Vamos —anuncia antes de tomarme del brazo y guiarme.  —No hagas que caiga.  —No haría eso —dice una voz divertida que no es Eros. Me detengo en seco cuando reconozco la voz de Arslan.  —¿Les parece gracioso burlarse de mí? —muevo la cabeza de un lado al otro—amenazan la vida de personas importantes para mí y también soy su bufón—me deshago del agarre.  —Princesa.  Eros habla a unos pasos de distancia. —¡No me digas así! —exclamó.  —Es mejor que bebé —Se mofa el mismo. —Vete. A. La. Mierda —mi voz baja. —Llévala a casa Eros—dice Arslan. De la nada siento un ligero beso en mis labios. Me alejo.  —Lo dicho. Eres un idiota.  —No tienes idea—susurra. —Vamos gorrión—está vez es Eros. —Deja tus malditos apelativos.  —Nop —dice mientras me guía alejándome de Arslan.  Caminamos en silencio hasta que nos debemos. Después de abrir un par de puertas. Eros me ayuda a subir a un auto. El camino es igual de silencioso.  —Bien. Sube y prepárate para tu día normal —habla Eros antes de quitarme el antifaz. Abro y cierro los ojos. Cuando miro al frente, veo el edificio donde vivo. Miro a Eros. —No te hagas matar —me advierte. Cómo alguien puede ser amable y un cabrón al mismo tiempo. No digo nada y bajo del auto. Camino por la acera y me tocó el bolsillo del pantalón para verificar mis llaves y el móvil.  Entro al edificio y saludo de manera apresurada a el vigilante antes de subir a mi departamento. Entro y cierro con todos los seguros que tengo. Miro alrededor y la noche que he tenido me pasa factura. Me deslizó por la puerta y me cubro el rostro mientras me rindo al llanto. Lo que me hace odiar más a Arslan. No soy una mujer débil, no lloro y sin embargo, en menos de veinticuatro horas me he derrumbado dos veces. Maldito Arslan. ??? —¡Edén! —Ryan se pone de pie al verme enterar al despacho.  —Buenos días—digo de manera forzada. Entro a mi oficina, dejo mi bolso y maletín en mi escritorio —Pensé que no vendrías —comenta de pie en la entrada.  —Solo tuve algo de migraña, pero estoy como nueva —digo tomando asiento. Paso mis manos por el vestido sin mangas, cuello redondo, corte recto, blanco que me puse para venir a trabajar y también llevo mis zapatos favoritos. Son de aguja en color rosa. —Bien. Quiero que me pases los pendientes y por favor, verifica si la petición está en proceso —digo sacando mi portátil. No creo que pueda hacer mucho, pero tengo personas que depende de mis servicios.  —El señor Guzmán solicitó una cita contigo. Asiento. —Lo sé —miro a Ryan —El hombre quiere que lo represente en el divorcio. —Tú no representas hombres. Ryan frunce el ceño.  —Solo, porque a mí llegan mujeres no quiere decir que los hombres están vetados —Digo—Sin embargo, depende de lo que me diga. Entonces, aceptaré o no el caso.  —Cómo tú digas—dice negando— Voy por un café ¿Quieres uno?  —Si. n***o sin azúcar —Murmuro abriendo el portátil. —Cafés en marcha —murmura saliendo de la oficina. Mi móvil suena avisando que tengo un mensaje. Saco el móvil de mi bolso y lo abro. *No hagas nada estúpido.* Maldito seas.
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