Capítulo 1. El fruto de un amor que no debió existir.

2269 Words
Vanessa Thompson. —¡Chase me va a encontrar! —exclamo, en cuanto Angelica responde mi llamada urgente. —¿Cómo? ¿Por qué? —Su tono es casi tan acelerado como el mío. Ella sabe lo que eso significa. —A estas alturas debe saber que mi antiguo teléfono sigue activo —explico, intentando concentrarme en la avenida frente a mí, en los otros autos pasando por mi lado, pero no dejo de hiperventilar, con los nervios—. Recibí una llamada de Italia, Angelica, de la maldita Italia. Y cuando respondí, pensando que era por mi padre, fue…fue su voz. Me estremezco al recordarla. Y a esa palabra que me hizo trizas el corazón. «Perdóname». Fui fuerte para decirle lo que debía, pero en cuanto esa llamada se cortó, he estado pensando en si lo más inteligente sería irme lejos de lo poco que he logrado obtener en tres semanas alejada de él. —Mierda… —susurra Angie. Y es mi mismo pensar. —Sí, mierda. Eso lo apura todo —exclamo, alterada. Miro constantemente por el espejo retrovisor, por si alguien me sigue. Estoy un pooc histérica—. Tengo que irme cuanto antes, ya no puedo estar aquí. —Tranquila, Vane, podemos esperar… —intenta conciliar, pero yo sé que esa no es una opción. El equipo de seguridad de Chase Baldwin me encontrará si decido quedarme más tiempo del que debo. —¡No! No me entiendes, Angie. Necesito salir de aquí ya —protesto, levantando la voz y queriendo pisar a fondo el acelerador—. Chase vendrá a por mí y yo…yo no quiero verlo, no quiero enfrentarlo. Comienzo a sollozar sin motivo aparente, más que el miedo que siento a que él sepa que sigo aquí, en esta ciudad. Tan cerca de él. Pero a la vez tan lejos. No podía ser de otra forma, si quiero ver a mi hermana cuando logre sacarla de ese infierno en que la metieron. —Vane, cálmate, sabes que no puedes alterarte —murmura Angie, recordándome que estoy embarazada y que no puedo experimentar emociones fuertes—. ¿Qué estás haciendo? Respiro profundo varias veces, queriendo recuperarme antes de darle una respuesta. —Estoy conduciendo, voy saliendo ahora de New York, rumbo a Cold Spring, para recoger todas mis cosas e irme lejos. Me voy a ir hasta el lugar que él menos espera. Al igual que esta última semana, voy a estar muy cerca de él sin que tenga la menor idea. —Por favor, Vanessa, piensa —pide mi amiga y solo entonces me doy cuenta que voy demasiado aferrada al volante, que todo mi cuerpo está tenso y que así será imposible conducir bien—. No estás en condiciones de conducir, detente y respira, estás demasiado alterada. ¿Dónde estás ahora? Suelto un suspiro profundo. —A solo dos manzanas del apartamento de mi padre —digo, sin dudar. —Estaciona el auto y espérame, por favor, te lo pido. Ya yo voy saliendo de la consulta. Háblame, dime que confías en mí y que ya estás haciendo lo que te pido. Detengo el auto en doble fila, lo hago por mi amiga y porque mis manos me tiemblan demasiado, terminaré por tener un accidente. Y no es la intención, tengo un embarazo que cuidar. —Aquí estoy —murmuro, miro la calle en la que me encuentro y se lo digo—. No demores, por favor. —Ya casi llego, no cortes la llamada, quiero saber… Todo deja de existir cuando levanto la mirada y veo hacia atrás por el espejo retrovisor. Un auto se acerca por detrás, sin intención alguna de desviarse. Grito o creo que lo hago cuando intento poner el auto en movimiento, pero no me da tiempo. El golpe es fuerte, brusco. Todo sucede demasiado lento y soy capaz de sentir cada ondulación de mi cuerpo antes de impulsarme hacia adelante y golpearme la cabeza con el volante. Creo sentir que el auto avanza unos metros por el choque. También me parece ver el otro, con el parachoques destrozado, que pasa derrapando por mi lado. Mis oídos pitan y mi cuello duele. Escucho la voz de Angelica de fondo, me pide algo, pero no alcanzo a entender. Yo solo siento que me voy, que me deslizo en la inconsciencia. Y antes de hacerlo, me abrazo a mi vientre. Tengo que proteger a mis bebés. *** 3 semanas antes del accidente en New York… —¿Estás segura que quieres esto? —pregunta Angelica, con tono dudoso. Miro a mi alrededor. Estamos por subir a su Mini Cooper rosa con las pocas maletas de ropa que ella me tuvo que prestar y el bolso que saqué de la casa donde vivía con Steve. Mis manos tiemblan, mi cuerpo también. «No, no estoy segura». Suspiro. Es un suspiro triste y desgarrado. Cierro los ojos y trato de respirar profundo para calmar el dolor que comienza a expandirse una vez más. —Sabes que no —susurro, cuando logro bajar el nudo en mi garganta—. Pero sé que debo alejarme de aquí por mi bebé, por mi propia salud emocional. No hay de otra. Angelica me mira con comprensión. Viene hasta mi lugar y toma mis manos entre las suyas. —Estoy contigo, Vane. Estamos juntas en esto —asegura, sus ojos están llorosos y ya de los míos caen lágrimas. Si no fuera por ella, ya me habría derrumbado. Asiento en su dirección y nos abrazamos. Me pierdo en sus brazos unos segundos largos, porque estoy demasiado necesitada de cariño, de estabilidad. Angie me está dando eso y le estaré eternamente agradecida. —Vámonos, entonces. Me subo a su auto luego de meter todas las maletas en la parte trasera. Nos ponemos en movimiento en cuanto Angie se pone detrás del volante. Ni siquiera miro atrás mientras nos alejamos del Upper East Side, de su apartamento que quedará vacío por un tiempo. —Cold Spring es hermoso. Te va a encantar —comenta Angie y yo asiento, aunque no la miro. Sé que es allí donde vive quien fue su nana en su infancia. La única persona que no sabrán encontrar si después de un tiempo deciden buscarme. En algún momento él querrá saber lo que pasó. En algún momento sabrá que yo soy inocente de toda la mierda que él creyó de mí solo por unas fotos falsas. Pero cuando eso suceda, yo estaré lejos. No quiero tener nada que ver con Chase Baldwin, nunca más. Así tenga que criar sola a mi bebé, que deba decirle en un futuro la verdad sobre su padre, no estoy dispuesta a perdonar lo que me hizo. Le di mi verdad y solo recibí golpes. Le di mi confianza y la destruyó como si no valiera nada. «Se va a arrepentir». —Nana nos está esperando y le pedí de favor que solicitara una cita con el ginecólogo, para atenderte en cuanto lleguemos. Quiero saber si todo está bien con mi sobri —exclama con demasiado entusiasmo y aunque mi ánimo no es el mejor, le sonrío. Acaricio mi vientre y pienso en esto. Cuando la posibilidad de estar embarazada pasó por mi cabeza, no sentí miedo, no tuve miedo al rechazo, porque él estaba ahí, tan maravilloso siempre. «Pero, ¡joder!, cómo me hizo daño a final de cuentas». Lo pienso y cierro los ojos, antes de que las lágrimas comiencen a caer una vez más. —¿Será posible que algún día pueda pensar en él y no terminar llorando como idiota? —pregunto a Angie cuando me frustra mi propio comportamiento. Escucho que mi amiga suelta un suspiro. —Algún día, Vane. Algún día podrás pensar en él y no llorarás. Me quedo con sus palabras porque me dan esperanza. Pensar en Chase y en todo lo que hicimos juntos en tan poco tiempo es doloroso, todavía no soy capaz de odiarlo siquiera, solo sé que tengo que alejarme de una vez. Quizás en unos días, cuando esté más tranquila, cuando piense mejor las cosas, logre comprender que lo que tuvimos no fue tan importante y que, aunque me entregué a él en todas mis facetas, el amor no fue recíproco. —¿Fue amor? —pienso en voz alta, cuando la pregunta es demasiado confusa como para retenerla—. ¿Es posible enamorarse de alguien tan rápido? En cuánto tiempo, ¿dos?, ¿tres semanas? Ni siquiera sé con certeza cuánto tiempo pasó desde esa primera noche en que nos cruzamos. —El amor no tiene parámetros, Vane. No creo que exista tal cosa como el derecho a opinar si alguien está enamorado o no. Cada uno lo vive a su manera. «Claro que fue amor. Y lo sigue siendo», me respondo mi propia pregunta. Chase Baldwin llegó a mi vida para mostrarme que había más que solo…adaptarse. Que solo dejarse llevar por lo que otros determinaban. Y si algo debo agradecerle, porque lo cortés no quita lo valiente, es exactamente eso. Pero fue más que eso, no solo la ayuda que me brindó. Con él sentí que mi cuerpo regresaba a la vida después de un largo letargo. Su compañía, su sonrisa y su voz grave, me hicieron feliz por unos días que ahora me parecen crueles. Pero todo era una mentira. Una venganza. Una lágrima cae por mi mejilla. La limpio con un movimiento lento. —Algún día —repito las palabras de mi amiga, las digo en voz alta para que se sienta como una determinación. Algún día podré pensar en él y en lo que vivimos y todo será más fácil para mí. Algún día no me sentiré culpable por haber amado con todas mis fuerzas a un hombre que no merecía mi amor. —Ahora eres libre, Vanessa. Vas a lograr tus sueños, esos que te apasionan desde que eras solo una niña y que ahora puedes tener la oportunidad de desarrollar. La seguridad de Angelica me da fuerzas para confiar. Y solo por ella es que comienzo a hacerme a la idea de que es posible. Pero hay muchas cosas que todavía me preocupan. —Necesito que el divorcio sea un hecho. No quiero comenzar nada con la sombra de Steve a mis espaldas. Me recorre un escalofrío cuando recuerdo ese mensaje que me envió antes de que todo se fuera a la mierda. En el peor momento de tu vida, yo estaré presente… Y vaya que lo estuvo, el maldito se salió con la suya y logró, con solo un movimiento, joderme todo lo que hasta el momento me daba paz. Y aunque me hace feliz el saber que mi hermana está viva, las revelaciones que llegaron con su regreso, son extremadamente dolorosas. —Cuando regrese a la ciudad voy a registrarlo, desde Cold Spring no puedo hacer ningún movimiento o podrán rastrearte. Ya me puse en contacto con un amigo abogado, él terminará el proceso —responde Angelica, ajena a la dirección que van tomando mis pensamientos. —También tengo que sacar a mi hermana de ese infierno, Angie. Esa es nuestra prioridad ahora. Mi amiga asiente y se queda pensando unos segundos, sin dejar de mirar al frente, a la autopista. —Tengo una idea para intentarlo, Vane. He estado pensando en ello desde anoche. Pero si estás de acuerdo, tenemos que esperar a que te establezcas y yo pueda regresar. Cuando me asegure que no pueden encontrarte, entonces presentaré una reevaluación de su caso. —Se voltea y mira en mi dirección—. Yo misma. No quiero que Steve o Valentina puedan comprar un especialista que diga lo que a ellos les conviene. Trago en seco cuando lo de mi hermana cala en mi mente, profundo y lacerante. Con todo lo de Chase, no he pensando lo suficiente en Violet, en el hecho que está viva e internada en ese loquero donde seguro la tienen medicada sin motivo real. Un dolor ahora más fuerte se expande en mi pecho. Mi hermana que creí muerta, mi gemela. Ella está viva. Ha estado sufriendo todo este tiempo metida en ese lugar, en ese infierno. Las imágenes de la visita que le hice regresan y sollozo al recordarla. La forma en que me miró, con odio, como si yo fuera la culpable de todo. De su encierro, de su tortura. Y cuando habló de Chase…ahora todo encaja. Cierro los ojos y recuesto mi cabeza al asiento. Necesito descansar, el dolor de cabeza se está volviendo insoportable. Pero es imposible controlar nada a estas alturas, menos mis pensamientos. Mucho menos cuando todo va tomando forma en mi cabeza. La llamada que me hizo al regresar de ese campamento la noche que todo cambió. Ella me dijo que se había enamorado, pero que todo debía acabar. ¿Fue Chase ese amor? ¿Él sentía algo por ella, por mi hermana? De solo pensarlo me quiero hacer una bola en el piso. Porque eso lo cambia todo. Yo no soy Violet. Y de solo pensar que todo este tiempo él creía que lo era, me deja sin respiración. Hace arder mis pulmones, mi corazón…mi alma. ¿Cómo lidiar con esto? ¿Cómo hacerme a la idea que yo me enamoré como una loca desquiciada del hombre que solo estaba buscando en mí lo que era mi hermana para él? Vuelvo a abrazarme por la cintura y pienso en todo lo que vendrá. Pienso en mi estado y en lo que significa. Porque este embarazo es solo el fruto de un amor que no debió existir.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD