AMBAR
Llegué a la oficina del abogado justo a tiempo para mi cita. Era un edificio de aspecto moderno con grandes ventanas y puertas de vidrio. Detrás del mostrador de recepción se encontraba una joven atractiva y rubia. Jugueteaba con un botón de su blusa azul real y sedosa mientras hablaba por teléfono. Esperé pacientemente hasta que colgó y luego me acerqué al escritorio n***o grande y brillante.
—Hola —me saludó. Su voz era suave pero clara y profesional.
—Bienvenida a Abbot y Daniels. ¿Tiene cita?
Asentí, sintiéndome un poco fuera de lugar. Expliqué en voz baja que el señor Daniels me había pedido que viniera e le di mi nombre. Me dijo que tomara asiento en la sala de espera.
Apenas me había sentado en el cómodo sofá de cuero n***o cuando apareció un hombre mayor, corpulento y bien vestido. Llamó mi nombre y me puse de pie. Sonrió cortésmente y dijo:
—Sígame, por favor, señorita James.
Lo seguí hasta un ascensor y subimos al tercer piso. Pasamos por un escritorio donde una mujer pelirroja y curvilínea que parecía tener unos cuarenta y tantos años estaba sentada. Abrió una puerta y me hizo un gesto para que entrara. Cerrando la puerta tras de mí, me indicó que tomara asiento. Su oficina era espaciosa y bien decorada. Olía a cuero y colonia cara. Tomó asiento frente a mí, apoyando sus manos sobre el gran escritorio de caoba que nos separaba.
Me ofreció una sonrisa amistosa pero compasiva. "Señorita James, permítame empezar ofreciendo mis condolencias". Asentí.
—Gracias. Aprecio eso, pero por favor llámeme Amber —me preguntó si quería tomar algo y pedí café.
El señor Daniels presionó un botón en su escritorio y habló por un momento. Minutos más tarde, la mujer pelirroja entró en la habitación y colocó una taza de café humeante frente a cada uno de nosotros. Una vez que se fue, pregunté:
—Señor Daniels, ¿por qué estoy aquí?
Puso su taza y limpió la espuma de su poblado bigote gris con un pañuelo.
—Estoy manejando los bienes de la Sra. Mary Jame —explicó —. Usted es su única beneficiaria, y estoy actuando bajo estrictas instrucciones de la Sra. James para contactarla tan pronto como me enteré de su fallecimiento.
Hasta donde yo sabía, Mary no tenía dinero, nunca llevó una vida lujosa, solo tenía la casa. Pensé que al menos tendría un lugar para vivir, ya que no había manera de quedarme en la casa con Chris, y era su casa. Él había vivido allí antes de que nos mudáramos juntos. Sonreí tristemente, pensando en cómo Mary seguía cuidando de mí aunque ya no estuviera aquí.
Me quedé en silencio y él continuó:
—Amber, el patrimonio de la Sra. James consiste en dos propiedades y su contenido, además del saldo de sus cuentas corrientes y de ahorro, que asciende a £1126.52. Asentí, aunque estaba un poco confundida. ¿Dijo dos propiedades? No sabía que Mary tenía otra. Estaba a punto de preguntarle al respecto cuando comenzó a hablar de nuevo.
—También está la cuestión de transferir el control exclusivo de la cuenta conjunta a usted.
Debió de haberse notado mi confusión, porque explicó:
—Tus padres dejaron una cantidad considerable de dinero para la Sra. James en caso de su fallecimiento, para que lo usara como considerara adecuado para criarte. Ella decidió ponerlo en una cuenta a nombre de ambos y estableció que solo se usaría si necesitabas algo importante, por ejemplo, si decidías continuar tus estudios superiores. Quería que el dinero fuera para tu futuro. Por lo tanto, hay una cantidad sustancial de dinero en la cuenta que ahora te pertenece únicamente.
Me quedé sin palabras. Mary había tenido este dinero disponible para ella durante todos estos años, y sin embargo, en lugar de gastarlo, lo había mantenido a salvo para asegurar mi futuro. Ella había trabajado para pagar las facturas y poner comida en la mesa. Realmente era una mujer desinteresada. Incluso ahora, seguía asombrándome. Me entregó una hoja de papel, informándome que eran los detalles y el saldo de la cuenta. Necesitaba que firmara documentos para aceptar el control exclusivo de la cuenta. Repasé el papel y cuando llegué al saldo, me detuve y levanté la mirada.
—Uh, señor Daniels, creo que ha habido un error, ese saldo no puede estar en lo correcto.
Verificó y confirmó que era correcto. Tragué saliva mientras firmaba. Me dijo que transferiría el contenido de las cuentas de Mary a la mía. Deslizó más papeles sobre el pulido escritorio para que los firmara, incluyendo la transferencia de las escrituras de la casa de Mary aquí en la ciudad y otra propiedad en un pueblo llamado Lakeside. Ni siquiera había oído hablar de él y Mary nunca mencionó vivir en otro lugar que aquí. El Sr. Daniels me vio mirándolo y dijo:
—Creo que la señora James tenía la intención de que vendieras la propiedad de Lakeside. Puedo ocuparme de ello si lo deseas.
Me quedé en silencio un minuto, pensando, antes de responder:
—No, gracias, aprecio la oferta, pero necesito pensarlo.
Él sonrió y asintió.
Una vez que terminamos con la documentación, él me dio copias y dijo:
—Recibirás una tarjeta para la cuenta por correo en los próximos días. Hasta entonces, puedes acceder a ella yendo al banco con tu identificación. Fue un placer conocerte, Amber, aunque lamento las circunstancias.
Estreché su mano extendida. Le agradecí y le pedí que enviara la tarjeta a la dirección de Mary en la ciudad en lugar de a mi dirección, ya que estaría quedándome allí, al menos por ahora. Me aseguró que no sería un problema y me acompañó personalmente hasta la salida.