Renata
A pesar de que había planeado mi encuentro con Sebastián y que tenía calculado el tiempo para que estuviéramos juntos, al momento de escuchar el timbre ni siquiera me recordé la manera de cómo andaba vestida.
Así que cuando Sebastián abrió, escuché hablar a las niñas y me entretuve con sus cuentos, mientras ellas entraban como una estampida de caballos emocionados, seguidas por la madre de Sebastián, quien, por cierto, me miraba con una expresión entre sorpresa, intriga y... una media sonrisa cargada de picardía.
Fruncí el ceño sin entender esa expresión en mi suegra, hasta que me di cuenta de que Lucía me miraba fijamente. Muy fijamente. Como si analizara cada centímetro de mi existencia.
—Mami Renata...
—¿Sí, mi amor?
—¿Por qué estás vestida así?
Y allí caí en cuenta, mi ca
