Sebastián Había dado charlas técnicas frente a audiencias de cien personas. Había negociado proyectos millonarios y enfrentado pozos que parecían imposibles de recuperar, incluso me había enfrentado a la muerte en la peligrosa mar, pero nada, absolutamente nada, me había puesto tan nervioso como esto. Ni siquiera cuando le propuse matrimonio a Patricia, y mira cómo terminó eso. Pero esto… esto era distinto. Estábamos a punto de anunciarles a las niñas que venderíamos la casa. “Nuestra casa”. El lugar donde habían crecido, donde habían dado sus primeros pasos, donde Valeria había pintado ese mural abstracto y francamente aterrador en la pared de su cuarto con lápiz labial. Renata y yo estábamos nerviosos como si fuéramos dos estudiantes a punto de dar un examen oral. Porque eso

