Una mujer afortunada.

1826 Words

Valeria La sala estaba tan silenciosa que podías escuchar el tic-tac del reloj y el crujido del cuero en las sillas. Teníamos las manos entrelazadas, las tres. Papá tenía la mirada fija en el juez. Mamá Renata respiraba despacio, como si cada inhalación fuera una promesa de esperanza. Patricia... bueno, Patricia estaba rígida como una estatua, con los labios apretados y los ojos en algún lugar lejano. El juez carraspeó, acomodó sus lentes redondos y abrió el expediente como si fuera un libro sagrado. Entonces habló. —He tomado una decisión —dijo, con voz firme pero cálida—. Y quiero explicarla, no solo como juez, sino como ser humano. Levantó la vista y nos miró. A todas. Una por una. —Hoy he escuchado a tres niñas que entienden el amor mejor que muchos adultos. He visto en sus palab

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