Dos años se cumplen hoy del fallecimiento de Bianca. Estoy con Manuel en la misa que se celebrará en honor a su memoria. No suelo participar en esta clase de eventos, pero por insistencia de Manuel me vi obligado a estar presente. La ceremonia duró una hora, tiempo en el que me sentía incómodo, con desesperación de salir de allí. Apenas el sacerdote que oficiaba la misa indicó que podamos irnos, fui el primero en abandonar el recinto.
Estaba abordando mi automóvil, cuando escuché detrás de mí la voz de Manuel.
—Alejandro, te espero mañana a las diez de la mañana en mi despacho —Me dice deteniendo mi intención de abordar, volteo a verlo—, mañana será la apertura del testamento de Bianca, no será leído hasta que tú no estés presente.
—¿Para qué tanta formalidad Manuel?, está claro que el
