—¿A dónde cree que va sin mi autorización? —Lo escucho hablarme con un tono de voz grave y amenazadora.
Esta interrogante retumbó en mis oídos, me paralicé en el acto. Qué debajo del marco de la puerta, vacilante entre volver sobre mis pies y ver por qué detiene mi paso o continuar avanzando hasta mi escritorio donde me he de sentir más segura.
—Estoy hablando con usted Camelia —escucho su voz dominante—, ¿en qué momento le dije que podía salir de mi despacho?, aun no le doy las instrucciones del día —agrega con una naturalidad en sus palabras que logra desencajarme, actúa como si yo no hubiese pronunciado las palabras que tanto me costaron dejar escapar—, hágame el favor y regrese.
Recordando mi lugar allí, obedeciendo a su mandato y con la mirada agachada mirando a la alfombra giro
