Melanie. Los ecos de los alaridos se filtran desde la estancia contigua, un coro de dolor y súplicas que, para ser honesta, es exactamente lo que había anhelado escuchar durante tanto tiempo. Amandus esta al mando, encargándose de la etapa inicial de los bastardos que nuestros hombres y yo habíamos capturado. —Jefa, su herida ya está limpia —dijo el joven paramédico frente a mí, terminando de aplicar un vendaje sobre el corte en mi frente. —Gracias, cariño —Me levanté, la adrenalina aun bombeando, y me dirigí hacia la sala de interrogatorios. Al cruzar el umbral, el denso aroma a sangre tibia y sudor invadió mis fosas nasales. Amandus está sentado, observando con calma mientras Louis y otros de nuestros hombres se deleitan golpeando a las escorias con los puños desnudos. Me coloqué jun

