Amandus.
Subo y bajo mis dedos por la suave curva de la espalda de Melanie, el contacto rítmico me ayuda a ordenar la vorágine de ideas sobre la sucesión. Tener un hijo era un concepto ajeno, quizás lo que menos he deseado. No me veo como un hombre paternal; la única referencia que tenía era la de mi padre, que me ha criado con mano de hierro, buscando una réplica exacta de sí mismo. Yo era su sombra: idéntico en físico, temperamento y liderazgo, un parecido que a menudo nos hacía chocar y, al mismo tiempo, entendernos sin palabras. Mi hermana, Gia, por el contrario, era el reflejo de la gracia y calidez de mi madre.
Casarme, engendrar un hijo, formar una familia… son ideas que nunca encajaron en mi visión de un futuro en solitario, disfrutando de mi poder sin ataduras. Sin embargo, las
