Andrea Chris estaba distante, sabía que algo le estaba molestando, pero no quería hablar del tema, así que lo respetaría. Lo invité a caminar por la playa, para ver si eso lograba despejar su mente. No voy a negar la punzada de dolor que me recorría al pensar que estaba haciendo algo mal y por eso su actitud conmigo. El aire salado llenaba mis pulmones mientras caminábamos en silencio, las olas susurrando suavemente al romper contra la orilla. Miré a Chris de reojo, observando la tensión en sus hombros y la preocupación en sus ojos. Quería aliviar su carga, pero no sabía cómo. La arena era cálida bajo mis pies descalzos, y el sonido de nuestras pisadas mezclándose con el murmullo del agua era casi terapéutico. Finalmente, rompí el silencio. —¿Te sientes mejor aquí? —pregunté suaveme

