Capítulo 2: Noche fría e igualmente cálida

1271 Words
Crista se encontraba tomando un té caliente de manzanilla, apoyada sobre el barandal de madera maciza del balcón de su cabaña. Miraba con atención la noche y se encontraba feliz por la exitosa función de ese día. Sin embargo, le había sorprendido aquel chico que, se había ido ni bien ella había posado su mirada sobre él. Se preguntaba por qué lo habría hecho y esperaba que no fuera una coincidencia. Que no tuviera relación con su mirada posada sobre la de él. Lo único que recordaba era unos ojos verdes oscuros, feroces pero con un misterio escondido. ¿Quién será? Se preguntó al encontrarse suspirando. Si había algo en lo que Crista siempre había creído era en las miradas y su poder, a la hora de expresar diversas energías. Como alquimista, siempre estaba atenta a ellas y al cambio o transformación de la materia, pero la energía vital que lograba que ellos pudieran realizar esos cambios a su favor, siempre era reflejada por la mirada de esa persona. Aunque, había algo que no encajaba. Sus ojos eran verdes. Fríos como el color de los pinos del bosque en las noches de invierno de Bariloche. No obstante, al posarlos por unos segundos, había sentido que flotaba. Luego, volvió a la realidad, al sentir el aire cada vez más frío en su rostro. Aquel frío, pareció contraer un mal presagio. Un escalofrío le recorrió la columna vertebral por entero. Aun así, como mecanismo de defensa o como quien no quiere la cosa, hizo caso omiso y siguió con su momento de relajación glorioso. Al instante, pasaron Feuer y Aaron, un chico de ojos grises como el plomo y cabello oscuro. El alquimista del hierro y el metal fundido junto con el alquimista de fuego, quienes se encontraban charlando sobre la función de esa noche y lo bien que había funcionado el péndulo de Aaron, quien lo exhibía como una de sus obras maestras. Los dos ya se habían quitado sus atuendos del Circo y estaban abrigados con unas camperas y gorros de lana. Feuer vio la atención de Crista clavada en él, y le sonrió. Ella también lo hizo, pero sin poder evitar que sus mejillas se sonrojaran un poco ante aquella mirada tan cálida. Él le dijo algo a Aaron y al momento, con un salto sobre un árbol que se bamboleó de un lado a otro lanzando la nieve sobre su amigo que, con una maldición le hizo una seña poco educada con el dedo y una voltereta, se paró sobre la baranda del balcón de Crista. Se puso en cuclillas mirándola de cerca y ella se lanzó unos centímetros hacía atrás reconociendo el gesto de su amigo. -¿Cuál es tu manía de acercarte tanto al rostro de las personas?-Le preguntó ella todavía con una sonrisa sarcástica, pero que escondía la fascinación que sentía por aquel rostro de su viejo amigo. Él se rio levemente y meneó la cabeza de un lado a otro. -Bueno... Me gusta ver las expresiones de la gente. Algunas son muy divertidas-Respondió sin omitir su fascinación por los rostros y sus gestos, ya que, para Feuer era un placer hacer sonreír, sorprender y emocionar a las personas con sus actos. El placer de verlo reflejado en las expresiones de sus expectantes era inimaginable-Y la tuya siempre es adorable y bonita-Le dijo guiñándole un ojo a Crista. Ella se rio, no era la primera vez que le decía algo así. -Yo prefiero ver las miradas y los ojos de las personas. Dicen que son las puertas al alma. Feuer la miró más fascinado por sus palabras que por su expresión del momento, y eso que él no era tan persuadido por estas. Los dos se quedaron mirando fijamente, como si lo hicieran siempre. -¡Feuer, el globo está aquí!-Le gritó Aaron señalándole el globo aerostático que estaba trayendo Almendra junto con sus plantas. Él se giró hasta su amigo y le hizo una seña con la mano para que esperara. -Bueno, debo irme-Le dijo a Crista quien se estaba terminando lo que le quedaba del té. -Suerte-Exclamó ella nuevamente con su sonrisa, pero esta vez, regalándole una de sus miradas de ojos del color del hielo, pero para nada fríos. Feuer asintió sin perder su sonrisa de dientes blancos y perfectos y besó la mejilla de Crista con ternura, como si se tratara de una hermana pequeña. Luego hizo una voltereta en el aire y cayó limpiamente sobre el pasto. -Presumido-suspiró Aaron poniendo los ojos en blanco, pero su amigo lo ignoró dedicándole solamente, un gesto de compañerismo. Se dirigió corriendo al globo aerostático que utilizaba el Circo Couleurs como transporte para publicitar el Circo o hacer algún que otro mandado que quedase lejos. No obstante, el único que podía conducirlo era Feuer, pues, con sus poderes alquímicos de fuego, hacía levitar el globo gracias al aire caliente creado. Subió en el y lanzó una bocanada de fuego dentro de la tela del globo, y este comenzó a elevarse en la noche. La tela era de colores brillantes, como amarillos, rojos y celestes, y la canasta estaba hecha con plantas entretejidas por Almendra. Feuer agitó la mano hacía sus amigos y desapareció en el cielo nocturno plagado de estrellas. -Que espectáculo que dieron hoy-Le dijo Almendra apareciendo de repente al lado de su amiga. -Sí, cada vez mejoramos más-Le contestó Crista mirando hacia el frente con la mano apoyada en la mejilla que había besado Feuer. Almendra notó su gesto. -El beso ha mejorado-Inquirió Almendra. Crista casi escupió el último sorbo del té. Negó con la cabeza mientras largaba un suspiro. Dejó la taza de té en la mesa ratona de su balcón llena de escarcha y posó los antebrazos sobre el barandal. -Pasó de amiga a hermana menor-bromeó. Almendra sonrió de lado encogiéndose de hombros y posando su mano en el de ella, en gesto amistoso. Sin embargo, a pesar del espectáculo y los gestos dulces de Feuer, Crista sabía que su relación era de tira y afloja. Como si un día hubiera algo y al otro fueran muy buenos amigos. Además, los únicos besos que se daban eran solamente en las funciones, y Crista no se ilusionaba con algo más. Bueno, no en esos momentos luego de haber estado tres años así, desde que conoció a Feuer la primera vez que entró en el Circo. Él tenía diez y siete años igual que ella en ese momento y la había recibido cordialmente igual que sus otros compañeros. Sin embargo para Crista, Feuer, no era cualquier otro compañero, sino un gran amigo que le ayudó a adaptarse al principio y la siguió acompañando hasta esos días. Su entrada en el Circo fue una bendición, al ser una gran alquimista de hielo. Los espectáculos fueron más completos y surgió la idea de una historia amorosa entre la bondad, ella, y la maldad, Feuer, en ellos. El Circo se hizo más famoso con su colaboración y también se llenó de más alegría. Pero, su relación con Feuer era de amigos hasta el momento. Crista se encogió de hombros, y Almendra lo notó. -El sábado se cumplirán tres años desde que entraste al Circo-Le dijo cambiando de tema. Almendra recordaba muy bien, cuando su mejor amiga había participado del casting para ser elegida-Hay que celebrarlo-Exclamó luego con una sonrisa. -Sí-Dijo Crista volviendo a sonreír y golpeó a Almendra en el hombro-Más vale que haya pastel-ordenó. Almendra se acarició el brazo con un ceja enarcada y soltó un silbido de aprobación. -Eso ni se discute. Las dos soltaron risas dobles que las llenaron hasta el alma.
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