Percibiendo el canto de un pájaro, Andy juntó sus cejas profundamente y sin abrir los ojos, giró sobre su costado y alzó sus piernas para rodearlas con sus brazos. Intentando seguir en el agradable mundo de los sueños, el pequeño humano se rindió al percatarse de que su cerebro comenzó a trabajar lo suficiente como para ser consciente de los sonidos de la naturaleza que estaban invadiendo la habitación en ese instante. Soltando un largo y muy profundo suspiro, estiró sus piernas y giró sobre su espalda. Intentando abrir sus ojos, encontró cierta resistencia con sus parpados al no querer levantarse como deseaba que hicieran. Alzando sus manos, Andy los restregó y una involuntaria sonrisa creció entre sus labios tan pronto como sintió una dulce presión sobre ellos, la cual rápidamente cambi

