Capítulo 3. Tan diferentes.

1213 Words
—Ya tienes lo que quieres, ¿Qué mas quieres quitarme?, ¿Me enviarás al calabozo?, ¿Vas a colgarme?, cualquier cosa es mejor que echarme a tus perros asquerosos. Harald la tomó del cuello y la empujó contra la puerta. Ella se asustó mucho y sintió dolor en su frágil garganta. —¿Eso crees?—Preguntó él mientras la intimidaba sin siquiera esforzarse. Ella no podía respirar, Harald aflojó su agarre y sonrió, en sus ojos destellaba la maldad, Olivia podía verlo, ella estaba segura que ese hombre era algún demonio que fue enviado a la tierra para castigarla, ¿Pero por qué?, ¿Por qué dios* la castigaba de ese modo?. —No me hagas enojar mujer. Él por fin la soltó y se quitó el peso que llevaba en los hombros, se quitó la espada de la cintura y la puso en la cama, miró de reojo a la chica que parecía haberse quedado muda y sonrió, podía tomarla sin problema, hacer lo que quisiera con ella, pero no iba a hacerlo. Olivia estaba echa piedra, estaba a la merced de estos hombres, en su mente rezó y pidió que todo terminara rápido y sin mucho dolor, tragó saliva y trató de calmar su respiración agitada. Pegó un brinco cuando Harald dejó caer su pesado escudo de madera, y casi se mordió la lengua cuando tomó su afilada hacha, la cual estaba cubierta de sangre. —Ven aquí sirvienta, ayúdame —Ordenó Harald mientras se giraba para verla. —¿Ayudarlo con que?. Él sonrió y dejó su hacha sobre la cama, extendió los brazos como si fuera abrazar a alguien. Olivia lo miraba fijamente, tenía una barba tupida y una cabellera espesa y negra. —Desvísteme—Ordenó. Ella quería rehusarse. —Tenemos a las sirvientas que servían…, que servían a mi difunto padre, ellas sabrán atenderte bien— dijo ella tratando de no rechinar los dientes. —Tus manos funcionan muy bien, me conformaré con eso, ¿O acaso eres demasiado torpe?, tal vez solo eres demasiado floja. Olivia se sintió ofendida, se acercó a él y apretó los labios, esto era humillante, ser tratada de ese modo. Tomó con sus manos la fría cota de malla y lo miró a los ojos, se arrepintió de eso, pues sus manos comenzaron a temblar, le quitó la gruesa camisa de cuero acolchado y sus mejillas se tiñeron de rojo al ver su cuerpo, sus fuertes brazos quedaron al descubierto, su fuerte pecho y su abdomen marcado, las cicatrices de guerras pasadas y los tatuajes de tinta negra que para ella eran infernales. Era un hombre fuerte, se podía ver desde lejos, para Olivia no fue una sorpresa, pero nunca antes había visto hombres como él. Harald la veía sin parpadear, ella miró sus pantalones de cuero y él enarcó una ceja. —Te vez muy asustada, ¿Nunca habías visto a un hombre desnudo?. —No soy una ramera— Afirmó ella. —Oh, es verdad, eres una princesa, no, espera, eras. Olivia apretó los labios conteniendo todo lo que quería gritarle a ese monstruo. —Mi tío es el rey Marco, rey de Mabrek, vendrá por tu cabeza, jamás serás bienvenido aquí, pagano. Harald empezó a reír. Se acercó a ella y ella retrocedió, la sujetó de las muñecas y aunque ella se rehusó, él la hizo tocarlo, empezando por su pecho. —Tu tío, me dio tu reino, él se alió a mi, y prefirió sacrificar a tu padre y a tu reino, en lugar de sacrificarse él, no vendrá, y si lo hace, yo mismo voy a colgar su cabeza en lo más alto de este castillo. Olivia sintió un escalofrió, eso no podía ser verdad, negó y Harald se carcajeo y se recostó en la cama. —Ahora vete, quiero dormir. Ella se apresuró a tomar su hacha y la levantó lo más que pudo, era un arma* muy pesada, pero ella se esforzó. —¡Voy a matarte!—Gritó llena de coraje. —Tal vez— dijo Harald sin abrir los ojos, no estaba preocupado, aún si ella lograba soltar el hacha sobre él, no iba a morir, y entonces ella iba a perder la cabeza que aún tenía sobre sus hombros, lo cual sería una lástima, aún así, no estaba preocupado. —Pero no será esta noche, ya vete o me levantaré y haré lo que tengo en mente. Olivia respiró con fuerza y las lagrimas brotaron de sus ojos, era una cobarde, ella no era como ellos, bajó el hacha y lo miró llena de odio. Harald solo sonrió al escuchar la puerta cerrarse. La pobre Olivia bajó al salón y se asustó al ver lo que ahí ocurría, corrió escaleras arriba y se encerró en sus aposentos, para por fin soltarse a llorar, este era el fin de su vida, aún no podía creer que su propio tío se alió a esos nórdicos, ¿Por qué lo hizo?. Durante toda la noche se quedó despierta sujetando una navaja con fuerza, si alguien entraba, ella no iba pelear, era mucho mejor que no la tomaran con vida. A la mañana siguiente despertó sobresaltada, se asomó por la ventana y se sujetó el pecho, mas nórdicos llegaban al reino, ya no eran solo guerreros, ahora venían familias completas, estaba por salir cuando la puerta se abrió de golpe. Se asustó mucho al ver al enorme Harald. —Buenos días, ¿Dormiste bien?, yo si, tu gente esta un poco…hostil, no soy un hombre malo, no quiero matar* a los campesinos o tus sirvientes, necesito que hables con tu gente y que los hagas entrar en razón. —Ellos tienen derecho a estar enojados, yo lo estoy. —Muy bien, entonces los mataré* a todos. —¡No!— Lo detuvo ella. —Lo haré, hablaré con mi gente, no los lastimes. Harald sonrió y se acercó a ella, la tomó del cuello y sintió que algo lo golpeaba con fuerza, veía como ella respiraba y como sus labios estaban apretados conteniendo algo que ella quería escupirle, la princesa era tan hermosa, con esa cabellera y con esa piel, la virilidad de Harald dolía, ni siquiera su mejor amante podría satisfacerlo ahora, la quería a ella, la necesitaba a ella. Con una de sus grandes manos tocó uno de sus senos y ella lo abofeteo en la cara, a Harald no le dolió tanto como a ella, sonrió con descaro y se acercó a sus labios mientras que Olivia estaba paralizada, incapaz de huir, en el interior de Harald solo crecía el ferviente anhelo de que ella por voluntad propia lo tocara y lo envolviera con sus delicadas piernas mientras se retorcía debajo de él, mientras que él apaciguaba el deseo carnal que ella había despertado, después de todo, era su culpa que su cuerpo doliera, era justo que ella lo ayudara un poco. —Tú eres mía, acéptalo o no, me da igual, pero esto es lo que sé, tú vas a gritar mi nombre mientras que yo te doy el mejor placer que vas a recibir en tu vida*, vas a suplicarme que te haga mía. —¡Jamás!. Un reto, Harald amaba los retos y ella era tan diferente.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD