— Creo que no pero con Perla nunca se sabe ¿no crees? –Dijo ella riendo pero, al ver que no compartía su alegría, mudó enseguida su gesto –en serio, Nacho ¿qué te pasa? — ¿De verdad quieres saberlo? –le pregunté. — Claro –asintió mi esposa –puedes decirme lo que sea, cielo. — Está bien –le concedí — ¿qué esperas de mí, Magdalena? — ¿A qué te refieres? — A todo esto que estamos haciendo –le expliqué — ¿Qué es lo que quieres, Magdalena? ¿Qué pretendes con todo esto? — Piensas demasiado, Nacho –suspiró mi esposa. — ¿Lo hago? — Sí, Nacho. Lo haces –expresó Magdalena con cierta exasperación — ¿acaso no disfrutas con lo que hacemos? ¿No estás gozando del mejor sexo en mucho tiempo? Fluye, Nacho. Déjate llevar. — Lo intento, Magdalena –le contesté con desazón –créeme que lo intento. — ¿

