—¡¿Qué le sucedió?! —preguntó Morse asustado
—No lo sabemos papá, estábamos jugando y él de la nada cayó al juego
—¿Qué estaban jugando Bruno?
—Dábamos vueltas
—Ahí está el problema
—¿Qué crees que es Leticia?
—Se está muriendo Morse, míralo, está desnutrido, los niños al dar vueltas es obviamente que se quedó sin fuerzas
—¡No! ¡No! ¡No! ¡Despierta! ¡Despierta! —gritaba llorando
Durante ocho años el hambre había acabado con la vida de muchos niños, el último fue una niña que decía tener siete años, con tan solo siete años partió, lo que le dejó un dolor profundo a Morse que cada vez que recordaba el hecho tan doloroso se iba en llanto, desde ese entonces juró que ni un niño más ni un niño menos moriría. “Hubo paz porque hay hambre, cuando no haya paz habrá alimento”.
—He aquí señor un niño muerto, he aquí tú maldición…
—¿Cuál maldición? ¿De qué hablas? —preguntó su esposa
Morse se levantó dejando el cuerpo del niño en el suelo después de tenerlo en sus brazos, estando de pie miró a Leticia a los ojos, empezó a limpiar sus tiernas lágrimas y le dijo: “No debí cansarme contigo”
—¿Qué? ¿Has perdido la cabeza? ¡Es solo hambre! ¡Dios no te está castigando!
—No es así
—¡¿Entonces qué?!
—Abandoné lo que era
—¿Un monje? ¡¿Un maldito monje?!
—¡Cállate! —le gritó dándole una bofetada
—¡No papá! ¡No le pegues a mami! —gritó el pequeño Bruno y salió corriendo
—¡Hijo! ¡Espera!
—¿Cómo te atreves a pegarme?
—Leticia perdóname
—No, ya te conozco
—¿Qué?
—Te dejo Morse y me llevaré al niño
—Perdóname, por favor, perdóname, mi amor
—¡No me llames mi amor!
Leticia salió corriendo para ir de tras de su hijo mientras lloraba, Morse se tiró al suelo mirando los cielos y los niños solo lo veían, más se asustaron y se fueron al orfanato dejándolo solo. No sabía lo que había hecho, dudaba de que había sido él quien golpeó a Leticia, y peor aún, frente a su hijo que era lo más importante para él. Definitivamente estaba arrepentido de sus palabras, pues si no hubiese dejado de ser monje no hubiera sido esposo de Leticia y mucho menos tener un hijo tan noble como lo era Bruno.
En el viejo pozo se encontraba su hijo llorando, allí llegó su madre, quien lo abrazó y le dijo que no llorara más, que su padre estaba pasando por traumas y momentos difíciles y por eso no sabía lo que decía. El pequeño Bruno le preguntó por qué su padre había dicho que todos los niños que habían muerto eran por haber abandonado su oficio de monje, Leticia no sabía que decir, así que decide contarle la verdad.
—Hijo, hace años, tu padre se enamoró de su mejor amiga, era una Reina llamada "Tahara", ella se casó con un rey, tu padre al no ser correspondido a su amor, decidió ser monje, lo conocí aquí, en Fer
—¿Y qué pasó con la Reina Tahara? ¿Por qué no aceptó a mi padre?
—Tristemente falleció al dar a la luz a un niño, debe estar de tu misma edad,. Bueno Bruno, según lo que me contó tu padre ella solo lo quería como a un hermano y no de la manera como a él le hubiera gustado
—¿Por qué murió?
—Su esposo dijo que estaba enferma
—¿Qué tenía?
—Eso nadie lo sabe, solo él, ha sido un enigma su muerte, además ese Reino estuvo plagado por muchos años, escuché que ha mejorado
—¿Por qué papi te pegó?
—Al decidir dejar de ser monje cree que su Dios lo está castigando
—¿Por qué no busca ayuda de los otros reinos?
—La reina Zaya se la ofreció y no la aceptó
—¿Quién es?
—Ella gobierna el Reino Nafar, es un ser muy bueno, conoce a tu padre desde hace años, era la mejor amiga de Tahara
—¿Cómo es ese Reino mami?
—Hermoso
—¿Lo conoces?
—No, pero sé que lo es, allí reina la paz, la prosperidad y la tranquilidad
efectivamente lo que decía Leticia acerca de Nafar era cierto, se le conocía como la única tierra donde reinaba realmente
la paz, las personas se ayudaban mutuamente, no había sufrimiento y mucho menos dolor, pues todas las estaciones a pesar del tiempo desconocido, eran de risas y abrazos fraternales, nunca había una sola gota de lágrima que dejara evidencia de que alguien sufría, eso era imposible en Nafar: el Reino de las prosperidad.
A pesar de todo, si tenían ataque repentinos de las criaturas del bosque de los pantanos, el Rey Got se estaba quedando sin sirvientes, cada vez que enviaba uno este se quedaba, y así sucesivamente ocurrían las veces que Nafar crecía con más habitantes en su pueblo.
La Reina Zaya les había dado su bosque como hogar, este era visitado por las personas diariamente, era tan hermoso como el color de la naturaleza, que le daba una pizca de frescura a su ambiente multicolor, las criaturas habían crecido tanto, que Zaya no tuvo opción que darles el bosque, el pueblo no era muy grande y solo cabañas eran el techo de todos en el lugar. Después de ocho años, con el pasar del tiempo, la piel de muchos ya se estiraba, algunos aún permanecían jóvenes, como la Reina Zaya o la joven Nanly, quien al fin tuvo matrimonio con Tolér, los dos tuvieron a una hermosa niña a la cual llamaron "Tarzay", en honor a Tahara y a Zaya, dos mujeres únicas e inigualables, a las cuales muchis conocían sus sentimientos y todo lo que hacían por las personas más necesitadas.
En el bosque de los pantanos solo reinaba la soledad, el viento susurrando "Necesitamos al salvador", el Rey sapo pidiendo hambriento moscas y todo insecto que devoraba en grandes banquetes, la mayoría de sus siervos muertos y el resto viviendo felizmente en el bosque Nafar, ya nada quedaba, solo su diminuto corazón lleno de odio y venganza, en aquél charco de lodo y agua maloliente, su casa, en lo más profundo, se encontraba este con sus patas tan gordas como la de un elefante, su cuerpo gigante como el triple de un cerdo, aunque tenía ganas de salir a la superficie para cazar, para matar, para atacar y para vengar, sabía que su bosque se destruiría, ya que las raíces de los árboles, eran adorno en su castillo.
Más adelante descubriría que ya no tendrá que hacer fuerzas, el despertar de la Reina Carlaykil, a la que creían muerta estaba por ocurrir, la oscuridad volvería a reinar, los secretos se revelarían y estos matarían a quien salvaría a las criaturas de los pantanos y los Reinos de la oscuridad y la maldad.
—Aun no entiendo porque mi padre se preocupa tanto por el inepto de tu nuestro hermano
—Debe haber una razón, Jacob, debe haber, conozco a nuestro padre, él odia a Jack, pero finge ser bueno cuando está en el castillo
—Tienes razón Jack, ¿Recuerdas aquella vez que...?
—Sí, aquella vez que no le regaló nada en su cumpleaños y lo escuchamos en su cuarto cuando lo llamó maldito
Mientras continuaban hablando sobre su pequeño hermano, recordando las veces que vieron y escucharon a su padre tratar mal, al inocente de Jack en silencio, su padre el Rey Ildico Fhatercul, observaba su cosecha, a los siervos trabajar y todo el trigo que se movía con el fresco viento. Le parecía increíble como había cambiado todo, por un instante recordó la plaga que había acabado con todo lo cultivado, la muerte de su caballo, lo que le había hecho Fátima, pues en su cuello, aún tenía la cicatriz de la vez en la que pensó que moriría, por fortuna para él la cortada no cortó más de lo que se debe para morir, así vengó y la encerró en el calabozo aquél, donde le dio el privilegio de conocer su miedo: ratas y cucarachas.
—Papá, ¿Qué piensas? —le preguntó Jacok
—No es nada hijo, solo el pasado
—¿Nuestra madre?
—Tambien
—¿Por qué murió al nacer Jack? —preguntó Jacob
—Ya saben que por eso lo odio —contestó
—¿Y por qué finges quererlo cuando no es así?
—Más adelante lo descubrirás
—¿Por qué no ahora? —preguntó Jacok
—Jacok, hijo menor y futuro Rey de Kailto, Jacob, hijo menor, príncipe que ayudará a su hermano regir sobre toda esta tierra, oigan mis palabras
—Te escuchamos papá
—Sí, te escuchamos
—Hay cosas que ustedes no conocen, en este mundo hay que matar para lograr lo que queremos. Más adelante sabrán de que les hablo
—¿Falta mucho?
—No, todo se acerca Jacob, todo se acerca
Después de hablarles y contestarles a sus preguntas con una voz misteriosa, Fhatercul continúo mirando sus tierras, a sus siervos y campesinos marchar por ella, el agua por como la regaban, y el trigo por como lo recogían. Todo marchaba bien.
Sus hijos quedaron intrigados, ambos estaban conectados, sus mentes eran como la de su padre: malvada. Nunca quisieron a su madre y ella tampoco a ellos, por eso siempre cuido su salud, porque sabía que el niño que venía en camino sería la diferencia, es decir, Jack.
Mientras, en el Reino olvidado, las cosas estaban por cambiar, su Reina estaba por regresar, el miedo estaba por llegar, el frío n***o para atrapar y el ejército de ella para matar. Los olvidados jamás imaginaron que Carlaykil estaba por regresar, un juego que en mente tenía Ildico haría su inesperado regreso, del cual nadie pudo escapar, ya que era conocida como “Carlaykil, 'la Reina hechicera de magia negra' ”.
—¡Candela! ¡Candela! —gritaba una mujer
—¿Qué sucede? —preguntó ella
Candela ya se veía más mayor, con el cabello largo hasta sus hombros, su hermosa piel morena y con el cuerpo más grueso.
—Una mujer está dando luz
—¿Qué?
—¡Sí! ¡ven! Necesitamos tu ayuda
—¡Claro vamos!
Cuando las dos llegaron hasta una vieja casa de donde salían gritos, Candela vio que la mujer sangraba mucho, esto le dio a entender que el parto era muy delicado, durante ocho años ayudó a muchas mujeres embarazadas a traer sus hijos a la vida, desde ese entonces la llamaban seguido cuando una mujer estaba por dar a luz, pero sin duda alguna esta ocasión era la más difícil experiencia que había vivido. Al parecer la mujer que gritaba estaba por dar a luz a dos gemelos que aún desconocían sus géneros, aunque algo estaba mal y era que Candela se dio cuenta que uno tenía el cordón umbilical enrollado a su cuello y el otro no venía de cabeza, sino de pies.
—Esto está muy grave —dijo
—Por favor ayúdame, salva a mi hijo —suplicaba la mujer mientras gritaba de dolor
—Son dos
—¿Qué?
—Sí, dos, va a tener usted gemelos o mellizos
—Que alegría, aaaah —gritò
—Pero...
—¿Qué sucede? Dígame, por favor
—¿Qué sucede Candela? —le preguntó la mujer que la había llamado
—Los bebés están ...
—¿Están qué?
—No nada, por favor, mantenga la calma, voy apretar un poco su estómago para acomodar a los bebés
Candela había decidido no decir nada para no preocupar a la mujer, pero sabía que si salvaba a los niños, había una posibilidad de que la mamá muriera.