Capítulo 3 – El comienzo de la provocación

811 Words
Sebastián caminaba con paso firme por el pasillo principal de la secundaria, saludando con un gesto a algunos compañeros mientras los demás se apartaban para dejarlo pasar. Tenía la confianza de quien sabe que manda en ese lugar, una popularidad ganada a fuerza de carisma, guitarras y una sonrisa que, cuando quería, podía desarmar a cualquiera. Pero esa mañana algo parecía distinto. No era solo el sol que entraba tímidamente por las ventanas, ni el ruido habitual de adolescentes que charlaban y se apresuraban a llegar a clase. Era una tensión en el aire, una novedad que todos murmuraban en voz baja. Había escuchado el rumor apenas entró: dos nuevos compañeros en cuarto año. Y no unos cualquiera. Mauricio y Gonzalo, los primos de Antonella. La chica pelirroja que desde primer año había llamado su atención de manera inesperada y que, a pesar de ser parte del mismo colegio, parecía vivir en un mundo aparte. Sebastián frunció el ceño mientras avanzaba hacia el patio, donde su grupo de amigos ya lo esperaba. Lautaro estaba conversando con Mia, su novia, y de reojo echaba miradas hacia donde sabían que estaba Antonella, sentada con sus amigos. —¿Vos escuchaste? —preguntó Máximo con una sonrisa ladeada—. Mauricio y Gonzalo se anotaron en el mismo curso que la pelirroja. —Sí —respondió Sebastián, cruzándose de brazos—. Lo escuché. Va a ser una temporada interesante. Sabía bien que Mauricio tenía fama de ser un tipo arrogante, con un carácter difícil y una presencia que intimidaba incluso a los más valientes. Gonzalo, en cambio, parecía más callado, pero esa misma reserva lo hacía más peligroso. Y ambos, además, tenían una historia complicada con Antonella, una que no todos conocían, pero que Sebastián había empezado a intuir por su forma de mirarlos y evitarlos. Desde el primer año, Sebastián había notado a Antonella. No era la típica chica que se dejaba conquistar con sonrisas o palabras bonitas. No, ella tenía un fuego interno que la mantenía firme, con la cabeza alta y la mirada desafiante, aunque el mundo a su alrededor pareciera querer derribarla. La había visto en clase, siempre al fondo, concentrada en sus cosas, pero con una actitud que le decía "no te acerques". Y eso la hacía aún más interesante para él. No porque quisiera hacerla sufrir, sino porque había algo en esa resistencia que lo desafiaba. —Aposté que voy a lograr algo que nadie pudo —le había dicho a Lautaro y al grupo la semana pasada—. Voy a conquistar a la chica más difícil de la secundaria. Los chicos se habían reído, pensando que era una locura. Pero Sebastián estaba seguro. No porque fuera el más popular, sino porque había algo en Antonella que lo atrapaba sin que pudiera explicarlo. Mientras charlaban, Sebastián se acercó a la ventana para mirar hacia el aula donde estaba Antonella. La vio conversar con Maia, Martina y algunos otros, aparentemente tranquila, pero él sabía que no era así. La profesora entró y presentó a Mauricio y Gonzalo. Sebastián observó cómo Antonella fruncía el ceño, y cómo Mauricio sonreía con esa seguridad arrogante que irritaba a todos. —¿Sabés qué? —murmuró Sebastián para sí mismo—. Esto se va a poner mucho mejor de lo que esperaba. Sabía que la llegada de esos primos complicaría las cosas, pero también sabía que eso le daba más valor a su apuesta. No se trataba solo de conquistar a una chica difícil; ahora había toda una historia, una batalla de egos y sentimientos que recién comenzaba. Recordó algunas escenas del pasado, cuando Antonella parecía casi invisible para los demás. Sabía que había sufrido mucho, especialmente con la muerte de su hermanito Santiago cuando ella era apenas una niña. Esa historia le daba una profundidad a Antonella que pocos veían, y Sebastián sentía que quería ser uno de los pocos que la entendiera. Mientras los minutos pasaban y el recreo se acercaba, Sebastián tocó con suavidad las cuerdas de su guitarra, buscando calma para el torbellino de emociones que sentía. —No va a ser fácil —se dijo—. Pero todo lo que vale la pena cuesta. Sus amigos bromeaban sobre él, y aunque él se reía, en el fondo sabía que esta vez no era solo un juego. Antonella le despertaba algo real. Cuando Mauricio se acercó a ella después de clase con esa voz desafiante, Sebastián lo observó de lejos, sintiendo que esa pelea era solo el comienzo de algo mucho más grande. Y mientras la campana anunciaba el fin del recreo, Sebastián se preparó para el día que tendría que demostrar no solo que podía conquistar a Antonella, sino que podía entenderla. Porque él sabía, aunque todavía no lo admitiera, que había mucho más detrás de esa mirada desafiante que lo atrapaba sin remedio.
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