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Olivia Mercier, centro de pruebas del Programa de Novias Interestelares, detrás de escena
Oí la voz del alienígena retumbar a través de las paredes y me esforcé por saber lo que estaba diciendo. Desafortunadamente todo el set estaba lleno de emoción. Todo el mundo hablaba y daba vueltas como furiosas avispas al ataque, moviendo cámaras, comprobando micrófonos y revisando la luz. La locura acelerada de un programa en vivo tenía a la gente tan emocionada como si tuvieran una intravenosa de café directamente en las venas.
—¡Maquillaje! —El grito de uno de los productores del programa me sobresaltó.
No era mi nombre, pero así era como me llamaban. Maquillaje. Era una empleada cualquiera que hacia su trabajo sin ser notada.
—Esa soy yo. ¿Qué necesita? —le pregunté al señor mayor que le estaba frunciendo el ceño a una de las dos mujeres que el guerrero atlán había elegido finalistas. Su nombre era Genevieve y era hermosa. Verdaderamente hermosa, con el cabello rubio hasta la cintura en perfectas ondas, brillantes ojos azules delineados expertamente con una pizca de lavanda y rosado para resaltar el color. Parecía una concursante de señorita América… o una muñeca Barbie.
—Dímelo tú. Mira esto.
El productor señaló directamente el rostro de Genevieve mientras ella me miraba con impotencia. Sus manos estaban temblando a pesar de que cualquier mujer soltera en el mundo cambiaría de lugar con ella en un abrir y cerrar de ojos. Había estado mirando Una cita con la bestia todas las noches desde casa, ¿y el guerrero de Atlán, Wulf?
Dios, hizo que todo mi cuerpo se despertara y pusiera atención. Era el helado de chocolate y la cereza en la punta.
Quería uno. Quería el helado, definitivamente, pero también un compañero como Wulf.
Pero nunca calificaría para estar en un programa de telerrealidad como este, no era que lo hubiera intentado. Era lo suficientemente alta. Ese no era el problema. El inconveniente eran los kilos de más que tenía en la cintura, las caderas… demonios, en todas partes. No era pequeña. Ambas finalistas probablemente podían entrar ambas en los pantalones que yo llevaba puestos… al mismo tiempo. Decían que era una «chica grande». En todas partes. Maldición, probablemente podía meter los glúteos del trasero de Willow en mi sostén.
Un soplo de aire me sacó de mis pensamientos divertidos. Al menos le llevaba esa ventaja a la chica delgaducha. Genevieve no tenía busto. Nada. Por mucho que admirara su perfecto cuerpo de supermodelo en todos los aspectos, amaba mis pechos grandes y pesados. Eran mi mejor atributo.
—¿Y bien? —gritó el productor, sacándome de mis habituales divagaciones.
—¿Qué? —le pregunté —. Pienso que se ve increíble.
—Gracias, Olivia.
Genevieve se sentó pacientemente, mirando al espejo frente a su asiento en el tocador de maquillaje. Ninguna de las dos iba a ganar la discusión, no cuando el productor estaba en ese estado de ánimo. Lo cual era todo el día, todos los días.
—Esos labios la hacen parecer una estríper. Ponle un rosa pálido. Algo natural. Estamos vendiendo amor verdadero aquí. No va a bailar en el caño.
Luego de decir eso, se fue a gritarle a su siguiente víctima.
Con un gesto de disculpa, busqué las toallitas demaquillantes.
—Lo siento, tendré que limpiarlo y empezar de nuevo. ´
Genevieve suspiró.
—Está bien. —Se reclinó e inclinó la cabeza hacia arriba para que yo pudiera tener un acceso más fácil—. Me gustó el fucsia.
—A mí también.
Era la verdad. Con su piel blanca, el fucsia no solo combinaba con la sombra que había usado en sus párpados, sino también con su rubor, lo que hacía relucir sus labios.
Había hecho todo lo posible para que las dos finalistas se vieran preciosas. Lo cual no fue difícil, considerando que ambas parecían haber salido de una pasarela de París con vestidos de gala. El vestido de Genevieve era de color azul marino oscuro, puesto que los productores pensaban que el n***o era fúnebre, pero querían generar contraste con su cabello rubio y su piel pálida. La otra concursante, Willow, era una diosa de pelo n***o. No sabía si era mestiza, italiana, hispana o asiática, pero su aspecto era exótico. Cabello n***o, ojos almendrados y piel oscura cremosa. Su vestido era de color marfil. Las joyas alrededor de su cuello combinaban perfectamente con el tono ámbar de sus ojos. Las dos finalistas eran la oscuridad y la luz una al lado de la otra. Demasiado hermosas para ser de verdad.
Era exactamente lo que pensaba del extraterrestre que era la estrella del programa. Dos metros y diez centímetros de altura si no más, sus hombros eran el doble del tamaño de los míos y sus manos eran tan grandes como platos. Había visto cómo se agachaba cuando cruzaba las puertas. Todos los programas de entrevistas y medios de comunicación del mundo habían estado especulando sobre esta misteriosa «bestia» en la que se había convertido.
No era solamente un chico de otro planeta: era un veterano. Había luchado contra la misteriosa y peligrosa Colmena, incluso había sido capturado por ellos y escapado de alguna forma. Era como un héroe de película, no un machote de un programa de telerrealidad.
¿Y la bestia? No solo salía ante el peligro, sino también para reclamar una compañera. ¿Una hermosa mujer y la tentadora perspectiva de sexo bestial? Era como si el cuento de hadas de La bella y la bestia se volviera realidad. Aunque la versión para adultos o quizás triple X si su m*****o era tan grande como el resto de él.
Quería echarme aire por lo caliente que era ese pensamiento.
Wulf, siendo Wulf, era una de las razones por las que el mundo entero estaba viendo la gran final esta noche, que se transmitiría en vivo en pocos minutos.
También era la razón por la que me había entusiasmado cuando Lucy se ofreció a cuidar a los niños por mí para que pudiera quedarme y ver el programa. Ella y yo habíamos estado en el equipo de maquillaje desde el principio, cuando había veinticuatro mujeres que arreglar. Nunca había visto a la bestia —el atlán— en la vida real. Mi trabajo era el maquillaje de las chicas, lo que me había mantenido aquí en esta habitación, haciéndolas a todas preciosas. Ahora, con solo dos restantes, solo necesitaban pocas de nosotras. Lucy y yo habíamos cambiado esta noche, y estaba emocionada de ver lo que pasaría. Justo delante de mí. En vivo. Quería ver a Wulf una vez antes de que eligiera a su compañera y se trasladara de vuelta a la Colonia.
Wulf nunca salía hasta el último minuto, y siempre me había ido para entonces, fuera de horas y obligada a ver el episodio más reciente desde mi sofá como todos los demás en el mundo.
Lucy dijo que era incluso más hermoso en la vida real, lo que no parecía posible. Incluso a través de mi pantalla, él era… no había palabras. Viril, guapo, fuerte, salvaje, feroz, indomable, controlado y poderoso.
—¡Dos minutos!
El equipo de escena gritaba y todos se apresuraron a sus posiciones mientras yo aplicaba los últimos toques de rosa neutro en los labios de Genevieve. Aún estaba hermosa. Impresionante, en realidad. Esperaba que tuviera un felices para siempre.
Alguien debería tenerlo, y esa no iba a ser yo.
—¿Dónde están mis chicas? Willow. Bien. Justo ahí. —Hubo una pausa y las dos nos tensamos antes de que el director de escena gritara con todas sus fuerzas— ¿Genevieve? ¡Ven aquí! ¡Veinte segundos!
Genevieve se levantó de la silla del tocador con una sonrisa nerviosa. Incluso sus labios estaban temblando.
—¡Buena suerte! —le susurré, apretando su mano—. Estarás genial.
—Gracias.
Se apresuró a su posición y yo la seguí hasta que me quedé en la sombra más oscura del set que pude encontrar, a la derecha del escenario, mientras la música comenzaba y el presentador, un idiota arrogante llamado Chet Bosworth —¿en serio? ¿el maldito Chet Bosworth?—, salió a la vista con sus dientes y su sonrisa falsa, y con más maquillaje en el rostro que las mujeres. No era que lo necesitara. Él también era guapo.
Tenía varios millones de seguidores en las r************* , la mayoría de ellos mujeres anhelantes, así que rodé los ojos cuando ladeó la cadera y le guiñó un ojo a la cámara.
—Hola a todos y bienvenidos de nuevo al emocionante final de Una cita con la bestia. Esta noche nuestro muy codiciado soltero, el señor de la guerra Wulf, conocido en todo el mundo o en todo el Universo —se rio de su propio chiste—, un atlán que actualmente vive en el planeta la Colonia, finalmente escogerá a su novia.
Las luces parpadearon, indicándole al público en vivo que pisoteara y aplaudiera, lo cual hicieron con gran entusiasmo, al igual que yo.
—De veinticuatro compañeras elegibles, Wulf ha reducido el campo de juego a las finalistas solteras que están de pie en este escenario. Ambas hermosas, inteligentes y muy ansiosas por ser su novia. ¿A quién elegirá? ¿A quién reclamara su bestia? ¿A cuál de estas encantadoras señoritas le ofrecerá el premio, que no solo son los valiosos brazaletes de unión alienígena, sino la devoción incondicional de una bestia atlán?
El público enloqueció de nuevo, e incluso el ritmo de mi corazón, que ya prácticamente se salía de mi pecho por la emoción, dio un salto. Aquel Chet Bosworth con sus grandes dientes era bueno en su trabajo.
—¿Queréis saberlo?
Las mujeres en el publico gritaron y yo aplaudí dos veces antes de darme cuenta. Con un movimiento de la muñeca, Chet se giró y las cortinas que habían estado escondiendo a las finalistas se abrieron para revelar a Genevieve y Willow, ambas con deslumbrantes, aunque nerviosas, sonrisas en el rostro.
Chet le giñó el ojo de nuevo a la cámara.
—¿A quién elegirá la bestia atlán? Es hora de descubrirlo.
Chet siguió hablando para aumentar la tensión —como si las personas de todo el mundo no estuvieran en el borde de sus asientos— mientras un murmullo corría a través del equipo detrás de escena. Sabía que el atlán saldría del lado izquierdo del escenario, y me había posicionado para obtener la mejor vista mientras permanecía oculta. Al productor no le importaba si el equipo miraba el programa, de hecho, lo exigía, en caso de que hubiera una emergencia de maquillaje, peinado o un desperfecto en la ropa. Pero solo había dos mujeres en el escenario esta noche, y yo no era responsable del maquillaje del atlán.
Confiaba en mis habilidades y sabía que las chicas no me necesitarían, lo cual me dejó libre para mirar… y olvidarme de respirar.
Ahí estaba. El señor de la guerra Wulf. Dios mío, era enorme. Lo había visto en la pantalla de televisión, pero eso no había sido nada comparado al intenso magnetismo s****l que se desprendía del alienígena en olas tan grandes que sentía que me estaba ahogando. Mis hormonas latentes me gritaron que me despertara mientras él salía con pisadas fuertes por el lado izquierdo del escenario hacia las cámaras.
Habían puesto al alienígena en un traje muy humano, y la tela se ceñía a él como si fuese una segunda piel. Era todo músculos. Puro poder musculoso. Tenía que pesar aproximadamente ciento treinta kilogramos, pero no podía haber ni un gramo de grasa en él. Su expresión era seria, infeliz. Se veía incómodo, como si el traje lo estuviera estrangulando.
—Oh, mierda —susurré las palabras antes de poder detenerme.
Nunca había considerado el hecho de que el alienígena atlán no quería estar aquí. Pero claramente no estaba feliz. Seguramente encontraría la felicidad con Genevieve o Willow. Había visto los primeros episodios. Era reservado en sus acciones y emociones. Tranquilo y callado. Pensé que el productor le había dicho que no se mostrara demasiado mientras filmaba, ¿pero ahora? No estaba tan segura.
Las chicas apenas lograban mantener la compostura. Temblaban y se abrazaban como las dos últimas mujeres en un concurso internacional de belleza que esperaban descubrir quién conseguiría la corona.
Pero este hombre... Alienígena. Lo que fuera. Era un dios sobre dos piernas. Cualquier mujer que eligiera se sentiría como una reina.
—Esta noche el guerrero Wulf finalmente elegirá a su novia. Por costumbre de Atlán, se arrodillará ante ella y le pedirá que acepte sus brazaletes de unión. Para aquellos de vosotros que os preguntáis cuales son, echemos un vistazo a la impresionante artesanía de estas pulseras tradicionales que han llegado desde el planeta Atlán.