Los días, para Shan, transcurren con una lenta agonía, el terror se incrementa cada vez que se acercaba el momento en el que Jennel cruce esa puerta. —Espero que esta vez cooperes. La puerta se cierra a sus espaldas, cuando termina de decir aquello. Shan no sabe lo que le pasará a continuación. Cada noche desde hace un poco más de un mes, con extremo sadismo, Jennel regresaba para torturarle. Sus manos frías lo empujan al suelo. Sus oscuros y lisos cabellos tocaban el duro y frío suelo, desde ahí puede ver el reflejo perfecto del cruel Jennel y su propio aterrorizado reflejo. Jennel le estampa el látigo en la espalda. —¡Aj! Ese acto, no es más que la declaración de su superioridad. Shan, se retuerce en el suelo, sin soltar otro sonido. ¡¿Por qué no dices nada?! ¡¿Por qué no protesta

