Hace mucho tiempo atrás, un niño pequeño, un fadeí, de rebeldes y rojiza melena se dio la forma de burlar los controles de Aljanna Rai y llegar hasta la madre Diosa.
Deseaba más que nada ver con sus propios ojos a Olaya, pero en el camino quedó completamente deslumbrado con la dignidad y la magnificencia de sus hijos Eniyans y cada día, desde su llegada, cuando todo el mundo se marchaba el pequeño fadeí se arrodillaba ante la silla vacía de Olaya, y sollozante suplicaba.
—Madre Olaya ¡Escucha mi voz!
Ante el incesante llamado, un día la madre Diosa, Olaya se fijó en él. Vio sus lágrimas caer de sus enrojecidos ojos y entonces contempló su alma, y conmovida se hizo presente.
—He visto tu alma pequeño hijo... ¿qué es lo que tanto añoras que arriesgas la vida?
El pelirrojo respondió:
—Amada Olaya, deseo desde lo más profundo de mi alma, ser un Eniyan... ¡te lo suplico!
Contestó entre llanto, el pequeño niño. Entonces, Olaya cautivada por su ternura acarició su pequeña cabeza y dijo.
—Cumpliré tu pedido hijo mío... pero a cambio no tendrás ojos para nadie más que para mí. Serás mi hijo predilecto, obedecerás cada uno de mis designios desde ahora y para siempre.
El niño que no lograba a entender el alcance de su promesa, aceptó.
El largo brazo de Olaya fue envolviéndolo en su regazo. La trasformación empezaba. Nacía Heller Roth.