A pura insistencia Heller ha convencido a Jennel de acompañarlo. Jennel ha aceptado solo por cansancio. Ahora, ambos disfrazados de fadeís de pies a cabeza se internan por las calles de mala muerte. Son alrededor de la una de la madrugada cuando Heller señala un enorme edificio que por fuera parece deshabitado. —Mira, acá es. Su voz entusiasta no hace más que inquietar a su amigo. Adentro, una loca y desenfrenada fiesta nocturna estaba alcanzando en aquel instante, su punto álgido. Decenas de hombres y mujeres ocupan el amplio piso de un club nocturno: Hay quienes gritan ¡bravo! Alzando sus copas mientras otros bailan enloquecidos, con sombreros festivos de todos los colores, hay incluso un hombre vestido de gorila persiguiendo a una joven que trataba de huir, escurriéndose entre la m

