Capítulo 5

1621 Words
Sus labios peligrosos me besan como nunca me han besado. Quizás pueda admitir que nadie me ha besado con tanta obscenidad como lo ha hecho él, mientras mantiene su mano sobre mi cuello, pero nunca apretó con fuerza sus dedos, solo era una forma de mantenerme quieta y que no me moviera. ¿Pero cómo me movería si me esta besando como nadie lo a hecho? Pero a pesar de que estaba en la novena nube, todo tenía que terminar. Él se detiene mirándome con sus ojos perdidos, para después abrir los ojos grandes. Los dos de inmediato regresamos al mundo real, yo solo era una simple sirvienta y él era mi jefe, un multimillonario que tenía mejores labios que besar. –Lo lamento. –De inmediato quitó su mano de mi cuello. –¿La he lastimado? –Me pregunta preocupado y un poco avergonzado. –No. –Negue con mi cabeza mientras aún estaba un poco soñolienta. –Lamento actuar como un idiota. –Con rapidez me deja salir del espejo, para después caminar con rapidez hacía sus relojes, en donde abrió la vitrina para sacar el que le quedaría mejor ese día. Y yo solo lo miraba sin poder moverme, era como si mi mundo hubiera dado un giro sin haberlo visto venir. –Yo no… –Mis palabras una vez más me hacen sonar como una tonta, pero estaba impactada. –Le pido que olvide la canallada que acabó de hacer. –Dice con seriedad, para después salir de mi panorama. Debía de ser sincera conmigo misma, yo no me arrepentía de ese beso, pero como dije antes, quizás el hombre sintió que estaba besando a la persona incorrecta. Yo no era nada parecida a las mujeres con quién salía y debía de admitirlo. Me quite de la mente todos esos pensamientos, hasta que me di cuenta que el jefe había salido de su habitación, así que proseguí a seguirlo hasta llegar a su estudio, en donde pude verlo algo apresurado con los papeles que se estaría llevando a la empresa. El joven hombre me ve entrar por su puerta, tratando de ignorarme como pensé que lo haría. –¿Algo más en lo que le pueda ayudar? –Me pare enfrente de su escritorio, mientras mi cuerpo estaba tan caliente como un volcán, que quiere explotar. El timbre de la casa suena con fuerza de la nada. –Sí, abre la puerta. –Me pide que lo haga con un poco de indiferencia. Yo asentí con mi cabeza, para hacer lo que el jefe me pedía. Al abrir la puerta puedo percibir a un hombre y una mujer, los dos venían tan bien vestidos y olían tan rico, que pude darme cuenta que podían ser amigos del jefe. –¿Quién es esta pequeña preciosura? –Es lo primero que le sale de la boca, al hombre de cabellera negra y ojos azules. No podía negar que era un hombre como los de las revistas, parecía un modelo. Era alto y era tan apuesto, que un comentario de sus labios podría sonar como un cumplido para cualquier mujer, pero que para mi gusto no me pareció adecuado, así que solo fruncí el ceño. La mujer que estaba a su lado, se da cuenta del comentario tan incomodo que hizo su amigo, así que lo golpea con el codo. No fue un golpe fuerte, pero fue lo suficientemente fuerte para llamarle la atención. –Debes ser una nueva sirvienta, somos amigos del señor Madison. –Me avisa la joven rubia de también una altura bastante considerable. Tenía piernas largas y bronceadas, mientras que su cabellera rubia brillaba como el sol y sus labios rojos, eran tan atractivos y regordetes. –Sí, adelante. –Abrí la puerta para dejar entrar a ese par. Yo camine delante de ellos para llevarlos al estudio del jefe. Toque la puerta que ya estaba abierta, para llamar la atención del jefe, lográndolo con la primera vez. –Señor, han llegado sus amigos. –Hazlos pasar. –Me pide. Así que me hice a un lado, para dejar pasar a los dos amigos, quién de inmediato saludan al jefe. –Buen día, hermano. –El hombre de cabellera oscura saluda a el jefe con un saludo de amigos. –Buen día. –Mi jefe lo saluda de inmediato. –Buenos días. –Dice la rubia luciendo una sonrisa, que el jefe no notó. –Hola. –El jefe ignora la amabilidad de la mujer, para después llamarme. –Sofia, por favor ayúdame a guardar estos papeles. La mirada de los tres de inmediato va hacía a mí. Pero no tenía de otra, era mi trabajo. Así que entre a la oficina para caminar hacía el escritorio sintiendo las miradas de todos, tomando los papeles que me dio en mano, para guardarlos en su portafolio de cuero n***o. –¿Quién es ella? –Pregunta una vez más su amigo, quién ignora que yo estaba en el lugar para escucharlo. –Lo lamento. –Se disculpa el jefe. –Ella es Sofia, es mi sirvienta personal, será mi mano derecha. –¿Mano derecha? –Escucho la risa de la joven rubia. –¡Que estupidez! –De pronto ella también se convirtió en una persona grosera como su amigo. Pero al jefe no le hacía gracia su comentario, así que la miró con una mirada que desaprobaba su risa. –¿Acaso estas loco? –Pregunta la joven rubia. –Estas chicas roban y hacen un desastre, no se puede confiar en la servidumbre. Solo puedes confiar en la gente que lleva años trabajando para ti. Su comentario fue tan desatinado, que de inmediato mis manos se pusieron en forma de puño. Tenia ganas de matarla con mis propias manos, ya que era un estereotipo que había herido mi ego. Y a pesar de que fue un comentario grosero, yo sabía que tenia que escuchar y aguantar, pero quién no estaba dispuesto a oír eso, claramente era el jefe Máximo. –Lea, ¿acaso estas locas? –El hombre frunce el ceño. –¿Acaso me dirás que confiaras en ella? –Ahora me señala. –Te pido que no la señales, como si ella no estuviera en el lugar. –Nunca lo había escuchado tan enojado. –Se que estas acostumbrada a compartir tus ideales, incluso si están mal, pero te pido respetes a Sofia, porque ella no merece tus comentarios desatinados. La mujer que ahora puedo reconocer como Lea, rueda los ojos. –Bien, pero debo decirte que jamás te escuche llamarme la atención cuando estábamos comprometidos. –¿Eran prometidos? Claramente esa idea no me hizo sentir mejor, incluso me hizo odiarla un poco más. –Claramente ya veo porque ya no estamos juntos. –Termina de decir con dureza el jefe Máximo. –Paren, paren. –Pide un descanso el amigo rabo verde del jefe. –No deben de pelear, el pasado queda en el pasado, ahora los dos deben de concentrarse en el trabajo. Si están juntos es porque el trabajo nos une, así que deténganse. –Víctor tiene razón. –Dice la rubia. –Debemos de estar bien, ya que trabajamos en el mismo negocio y somos socios. –Bien. –El jefe accedió. –Pero recuerda que Sofia es mi mano derecha, ten más respeto. Y cuando tuve los papeles listos, el jefe tomo de su portafolio. –Gracias. –Me agradece de una forma más amable que hace pocos minutos, actuando como una buena persona enfrente de sus amigos, que desde el principio me insultaron como nunca. –La vere cuando regrese a casa. –Si, señor. –Guarde postura para verlo ir, mientras la dama de cabellera rubia me ruda los ojos, para salir modelando de la habitación, pero él que no se fue del lugar, fue el tal Víctor. –¿Lo puedo ayudar en algo? –Pregunté molesta, pero al mismo tiempo con esa elegancia que las sirvientas debemos de tener. –Perdona a mi amiga, es una idiota si piensa que alguien tan hermosa como usted, puede robar algo. Yo no dije nada a su comentario, solo proseguí a escucharlo. –Mi nombre es Víctor, por cierto. –Le agradezco mucho sus palabras señor Víctor. –Le dije sin demostrar algún sentimiento, solo un poco de rechazo. –¿Le puedo ayudar con algo más? –Alce una de mis cejas, queriendo que ya se fuera, –De hecho, si puedes. –Y de pronto y de la nada, saca una tarjeta de presentación, en donde venia su nombre completo y su número de teléfono. –Cuando te canse de estar con mi amigo el ogro, quizás puedas venir a mi casa y limpiar un poco. Te la pasaras muy bien. –El hombre con el orgullo bien parado, me guiña el ojo coquetamente, para después salir del lugar con rapidez. Y al hacerlo, solo pude sacar algo de aire que estaba comprimido en mi estómago. Mi cuerpo estaba hirviendo del coraje, ya que no solo había sido ofendida por esa mujer arrogante, sino que había sido acosada por el amigo de mi jefe. Al abrir mi mano, puedo darme cuenta que la tarjeta dice “Víctor Lasange, director de publicidad” –¡Maldito asqueroso! –Fue lo primero que salió de mi boca, para después hacer chicharrón la tarjeta. –Basura. –Lo tire directamente en la basura del jefe. No podía creer la ignorancia de los ricos, nunca había tenido problemas con ellos, ya que crecí sirviéndole a familias ricas, pero nunca me habían herido el ego como hoy. Supongo que tengo mucho que aguantar en este trabajo.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD