Capítulo 2

1698 Words
Estaba perdido en mis pensamientos, cuando caí en cuenta, ya íbamos como a diez minutos de camino, por lo rápido que salí del apartamento, había dejado algo importante en la casa de Sharon. —¡Da la vuelta! Olvidé un sobre importante en la casa de Sharon —le dije a Pit que rápidamente le dio la vuelta al volante, lo hizo con un movimiento brusco que caí de lado sobre el asiento. —¿Qué te pasa? ¿Acaso estás loco? ¿Quieres matarme? Vi sus ojos a través de espejo retrovisor, Pit parecía algo avergonzado, parecía que había actuado automáticamente, siguiendo la orden, sin pensar en nada coherente. Parecía como si yo comí voz fue seccionado un botón de dar la vuelta. Y él no fuese pensado nada. —¡Lo siento primo! Solo que pensé que era urgente. —Ya te he dicho que no me llames primo, soy tu jefe. No es que me avergonzara, mi parentesco con el, ya que mis raíces las tenía arraigada, muy adentro de mi, me gustaba los temas de conversación, dónde yo el chico qué hace pocos años no tenía para comprarme un café costoso, hoy en día amasar una gran fortuna. Pero lo primero que yo le comenté a Pit era el distanciamiento entre él y yo, dentro del trabajo, y en las reuniones familiares, volvíamos a ser primos. Era la mejor forma de trabajar, socializar y no inmiscuir los problemas familiares en los laborales, por eso también le tenía prohibido mencionar a su madre en todo momento; la cual le tenía mucho cariño y aprecio, pero no por eso es mi empresa había preferencia. —Oh lo siento señor. Vi como por el retrovisor hizo una mueca de desagrado, pero no quería discutir con él. Era muy joven para entender sobre responsabilidades, y hasta ahora no tenía otro chofer, a pesar de todo, era de mi confianza. Cuándo nos acercábamos a los bloques dónde vivía Sharon, un nudo en la garganta se fue apoderando de mi poco a poco, tenía un mal presentimiento. Había una vocecita interna en mi cabeza, qué no paraba de retumbar, sin embargo no era el momento para estar escuchando voces imaginarias. Cuando llegamos de nuevo al edificio vi algo extraño, la moto de Sharon estaba aún estacionada, en un principio pensé en decirle a Pit que subiera por el sobre, pero tenía miedo que algo malo le hubiese pasado a Sharon, así que abrí la puerta de la camioneta antes de que el carro estuviera completamente detenido. —¡Señor espere! —me gritó mi primo al bajarme del auto. Mi corazón se había adueñado me mi cuerpo, lo sentía más grande que nunca. Subí las escaleras corriendo de dos en dos, cuando llego al tercer piso, jadeé un poco en el descansillo, con mis manos en las rodillas, levanté la vista. La puerta del apartamento estaba un poco abierta, me temía lo peor, caminé, pero me detuve un poco, respiré profundo, me estaba ahogando, tenía un nudo en la garganta, estiré mi mano para tocar el picaporte, no hacía falta girarlo, solo lo sostuve y lo empujé un poco, la cual iba rechinando mientras se abría lentamente «si había un ladrón, ya le estaba avisando» al abrir entré a la sala viendo en cada rincón, el apartamento no era muy grande, no había mucho por donde ver. Todo se veía normal, no había signos de violencia, tal parecía que todo estaba bien, todos los cuadros estaban en su sitio, los adornos sobre sus estantes, «solo fue un descuido de Sharon, cuando salió dejó la puerta abierta, debo hablar con ella, esto es muy peligroso». Voy en dirección a la cocina, pues algo había llamado mi atención, había dos tazas de café sobre el mesón que dividía la cocina de la sala, al tocar una de las tasas, siento que está caliente, lo cual me pareció extraño, reviso toda la sala moviendo las cortinas quizás alguien estaba escondido en algún lugar, pero al abrir cada una de ellas, no hay nadie «bueno quizás si fue un descuido, y las tasas seguro fue Sharon que sirvió café para los dos, pero yo salí primero. Me alegro que todo esté bien» pienso. Voy directo a la habitación a buscar el sobre que había dejado sobre la mesa de noche, al abrir la habitación veo el sobre aun allí, la cama esta hecha, y el oso de peluche que le regalé a Sharon aún está allí «sus pertenencias favoritas están a salvo» y hubo un alivio inmediato en mí, pues allí estaba el poder notariado que debía darle a Pit para que fuera a Florida. Si no el papeleo que debía hacer era complicado y fastidioso volver a llamar al juez Smichter, llamar de nuevo a los abogados y no había tiempo, lo que me arrastraría a ir a Florida. Cuando estuve a punto de salir de la habitación escuché algo que me dejó paralizado de pies a cabeza, una voz que provenía del baño, en ese momento sentí que un rayo me había partido en dos. Era la voz de Sharon, se escuchaba unos gritos de estaxis de parte de ella, por un momento mi ingenua cabeza pensó que quizás se podía estar dando placer, mis manos temblaban, caminé de un lugar a otro, pensando si entrar o no al baño, hasta que escuché los gemidos de un hombre, que salían del mismo lugar. —Ohhhhh. Seguido de los gemidos de Sharon, que muy bien conocía. —¡Dale un poco más! Mmmmmm —decía Sharon en repetidas ocasiones —¡Así me gusta! Ahhhhhhhhhh —por un momento se quedó callada, pero luego continuó— ¡no pares! ¡Ahhh!, Mmmm! ¡Ayyy! ¡Ssssí! ¡Ohhh! Sentí como si fuera perdido el conocimiento, todo mi cuerpo desde la planta de los pies, fue gobernado en ese momento por las emociones, mi cuerpo cambio de temperatura, estaba sudando frio, fue lo más triste que escuché en la vida. Fui directo a la cama a sentarme, pues sentía que me faltaba el aire, y todo mi cuerpo se estaba entumeciendo, pensando en distintas formas en como podía entrar al baño y matarlos a ambos. Todo lo que había creído hasta ahora se había derrumbado. La imagen de mi viejo padre vino a mi mente en ese momento, tenía razón Sharon no era el tipo de mujer que yo creía, me estaba engañando, solo quería mi dinero. Hasta hace unos minutos me estaba besando, como se podía ser tan falso en la vida. Quería gritarle todo esto en la cara, me paré de la cama para ir directo al baño, estuve a punto de abrir la puerta, pero antes de llegar al picaporte, cerré el puño, lo hice tan fuerte que mi mano se puso pálida enseguida, pues había detenido el flujo sanguíneo, tenía ganas de romper cosas, tenía ganas de no haberme devuelto y enterarme así, todo se nublaba en mi cabeza como si una cortina negra cerrara el telón de un gran espectáculo. Después de unos minutos ya no podía soportar aquello, quería salir de allí, deje el sobre en el mismo lugar, para que no notara que yo estuve allí, pero saque los papeles que necesitaba metiéndolos dentro de mi chaqueta y, subiendo la cremallera, estaba respirando muy rápido, mis ojos se habían inundado lentamente, cuando iba saliendo de la habitación miré cerca de la puerta había una camisa blanca de flores tirada en el suelo, no lo había notado al entrar porque quedaba justo detrás de la puerta. Me pare en medio de la habitación viendo el baño y viendo la salida, solo existía ese momento, seguramente no había más, entrar y dejarme gobernar por la ira, o salir y dejar que la ira me consumiera. Mi respiración poco a poco fue volviendo a la normalidad, eché el ultimo vistazo a la habitación. Cuando iba saliendo de la habitación no me di cuenta por estar viendo a un lado, y tropecé el bolso que estaba en la repisa cerca de la puerta de la alcoba, que se cayó regando todo alrededor, haciendo un gran ruido, pues un olor salió de repente, se había quebrado el perfume que le había regalado hace un mes. —¡Para! Alguien está afuera ¡te digo que pares! Se escuchó un alboroto, alguien estaba a punto de salir de allí. Una parte de mí quería saber que tipo de hombre era mejor que yo, que lo había dado todo, pero la otra parte solo caminó Salí inmediatamente, huyendo como un ladrón, como si el pecado lo fuese cometido yo. Caminé con las puntas, abrí la puerta principal, y la entrecerré tratando de dejarla como estaba. Cuando iba bajando venía una ancianita que cuando me vio, movió su blanca cabeza de un lado a otro, mientras tenía la mirada puesta en el suelo. Quizás el único ciego había sido yo, cuando miré hacía tras se escuchó un portazo, ya habían cerrado la puerta de su apartamento. Corrí bajando las escaleras, pero se desmayó una de mis piernas, por lo cual los últimos cuatro escalones los bajé rodando. Pit al verme en el suelo, corrió a donde yo estaba. —¿Estas bien Señor? ¿Qué le paso? —Suéltame no pasa nada —le dije moviendo las manos con algo de enojo —¡SUÉLTAME! Pit permaneció en silencio, solo me estaba viendo, mientras dos lagrimas salían de mí. —Si te duele mucho debemos ir a un hospital. —Solo enciende la camioneta. Me ayude con las manos, me toque el tobillo, no parecía ser algo serio. Me levanté y cojeé un poco, cuando iba directo a la camioneta. Como te podía cambiar la vida de un momento a otro, iba caminando literalmente desequilibrado, cuando llegué a la camioneta me recosté a la puerta, estaba sudando y mugriento cuando vi mis manos que acababa de pasar por mi rostro. Coloque la mano en mi espalda llegando a la manilla de la camioneta abriéndola, me di la vuelta y me lance en el asiento. —¿A dónde señor? —Vamos a mi casa, primo.
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