Capítulo 16

2095 Words
Despierto en mi cama, unas gruesas mantas rosas de flores cubren mi cuerpo, está haciendo mucho calor, Miriam está arropada de pies a cabeza. Recuerdo la noche anterior y una risa interna se apodera de mí, estoy muy contento con Miriam, la cual le prometí casarnos hace meses, miro su dedo descubierto sujetando la manta, allí está el anillo que le regale sobresaliendo. Me levanto moviendo mi cuello de lado a lado. Siento que esto lo he vivido antes, como si fuese soñado con esto, pero no lo recuerdo. —Hola amor —dice Miriam, la cual me ve y sonríe, moviéndose hasta colocarse boca arriba. —No quise molestarte cariño —le digo en ese momento en tono de disculpas. —No te preocupes, no me molestas ¿Quieres que nos duchemos juntos? —me pregunta ella. —Si, me encantaría —le digo y me emociono, pues hoy tocaría sesión matutina, lo cual me encantaba jugar bajo la ducha, a mi mente vinieron muchas ideas que podría realizar estando allá. Ella vuelve a sonreír, levantándose de la cama, solo llevaba puesta una tanga, por lo demás estaba desnuda, su cuerpo piel canela, sus ojos grandes y su castaño y crespo cabello contrastaba con sus grandes senos perfectos y naturales, y su gran trasero redondo. Ella se estira en ese momento y se recoge el cabello, en el momento que sus senos salen aún más de su cuerpo. Ella voltea a donde yo estoy sonriendo, con una cara de picardía, ella sabía que me tenía en sus manos, yo era de su posesión, ella muerde su labio inferior en ese momento, ese era su gesto que indicaba que quería sexo, con esos labios que me enamoraron la primera vez. Soy muy afortunado de estar con Miriam la cual ha sido una buena compañera, la cual conocí… mi mente de un momento a otro se puso en blanco, no recordaba donde había conocido a Miriam ¿Cómo era eso posible? Caigo al suelo de rodillas con un gran dolor de cabeza. —¿Qué te ocurre mi amor? —dice Miriam, mientras aún está sonriendo, no entendía al parecer lo que me estaba pasando en ese instante. Mi mente empieza a jugarme una mala pasada, pues varias cosas se cruzaban por mi mente, veía unas luces, veía una camilla, a mi alrededor, doctores que corrían de aquí para allá, un pitido comenzó a sonar el cual me aturdía, estaba escuchando voces, muchas personas hablaban al mismo tiempo, las paredes de la habitación donde yo estaba aparecían y desaparecían, como si los gráficos de un juego de video estuviesen dañados. Parecía que estaba sufriendo una alucinación o aún estaba dormido. De repente caí al suelo, cuando una fuerte pulsación a nivel de mi pecho me hizo caer. Yo estaba en el suelo muerto del dolor, y Miriam está allí en ese momento aun agarrándose el cabello, sin mover ningún musculo. Como si no me viera allí tirado. —¡Miriam! —digo mientras estiro mi mano hacia ella, pidiendo ayuda, con una voz suave y ahogada. —¿Qué hago? —pregunta ella mirando en otra dirección. —Miriam —vuelvo a decir en tono de súplica. Vi como Miriam me miró con unos ojos diferentes, en estos ojos habían algo de lastima, mezcladas con un gran sentimiento de culpa. Vi como con sus labios dijo: lo siento, sin emitir ni una palabra, solo lo dijo para que yo la viera. Todo ligeramente se vuelve oscuro, Miriam quedó inmóvil donde estaba, como si le fueran dado pause a un programa de televisión. Mi dolor de cabeza se acabó instantáneamente. Me levante del suelo como si fuera la persona más atlética del mundo. Llegue a donde estaba Miriam, pase la mano frente a su cara, no había reacción alguna «¿Estoy soñando?» Toque su rostro y todo estaba tieso, me sentía impotente encerrado, quería salir del sueño, me pellizque y me dolió «¿Qué está pasando?» Parecía como si el tiempo se hubiese parado, nunca había vivido algo así, estaba un poco asustado, estaba como encerrado en una gran pesadilla. —Empecemos de nuevo —dijo una voz conocida. Mi cabeza casi estalla de nuevo, cuando todo se volvió oscuro. Despierto en mi cama, estoy mojado de sudor, estoy muy alterado, mis manos tiemblan, miró a un lado y esta Miriam mi prometida, estoy asustado, tuve un mal sueño, parecía muy real. —Hola amor —me dice una voz, yo abro mis ojos desorientados, me levantó de la cama, mientras mis manos empiezan a temblar. Veo a todos lados, las paredes al parecer están quietas, guardo silencio tratando de escuchar algo, pero no hay nada, solo el silencio retumba en la habitación. Volteó de inmediato es Miriam que esta despierta. Esta sonriendo mirándome. —Hola ¿Qué tienes? —me pregunta ella, viendo mi rostro en ese momento, tratando de descifrar mi mirada. —Nada, solo fue una pesadilla —le digo en ese instante —¿Qué soñaste? Cuéntame —al parecer se veía muy interesada en mi historia, ya que me estaba viendo con los ojos abierto, como si se hubiese levantado mucho antes. —Nada, solo quiero olvidarlo —le dije en el momento que me levanté de la cama, había un silbido dentro de mí, que retumbaba en mi oído, la cabeza me dolía. Una mujer aparecía en mis pensamientos, era una mujer de piel blanca, de baja estatura, cerré los ojos, quería verla, pero solo pasaba por mi cabeza por unas milésimas de segundos, era una mujer a la cual no conocía. —¿Te encuentras bien? —me pregunto Miriam, mientras me abrazó por la espalda, sujetando mi abdomen, colocando si cabeza entre mi hombro y mi cuello, besándome un poco el cuello. Yo me levanté inmediatamente de la cama, casi tirando a Miriam al suelo. La cual resbaló inmediatamente. —¿Qué te ocurre? ¿Estás bien? — me pregunta con tono de preocupación. —No me pasa nada Sharon —le digo, en un tono que decía que no quería seguir ya la conversación. —¿Sharon? ¿Quién es Sharon? —me dice ella con un tono de preocupación, cruzándose de brazos apareciendo frente a mí en ese momento. Mirándome a los ojos —¿Por qué me llamaste Sharon? ¿Quién rayos es esa tal Sharon? —No sé de dónde salió ese nombre, lo siento —le dije agarrándome la cabeza —traté de recordar porque le había llamado así, pero nada salía de mí. —No te preocupes, debes estar cansado de trabajar tanto en la carpintería —me dice Miriam en ese momento. —¿Carpintería? —le dije con un tono de desconcierto, no recordaba nada en absoluto sobre mi trabajo. —Si amor carpintería o ¿dónde crees que trabajas? —me dijo ella, riéndose un poco, tapándose la boca, como si fuera un gran chiste, pero se calló inmediatamente cuando vio que yo no lo seguí la corriente. En ese momento empezaron aparecer recuerdos en mí, yo sosteniendo un martillo, haciendo muebles de lujos. Al parecer me iba bien en mi trabajo, empecé a recordar, que después de la muerte de mis padres, no hubo dinero para seguir pagando la escuela, bajé mis notas y no obtuve la beca que tanto anhelé, pero, sin embargo, aprendí el arte de la carpintería por un amigo de mi padre que me enseño. —Si claro, a veces se me va la olla, ya sabes —le dije, estaba cansado, parecía que me había vuelto carpintero de la noche a la mañana. Si se me estaban olvidando las cosas, estaba algo mal definitivamente en mí. Traté de recordar mi vida, y parecía que había una gran pared que no me dejaba avanzar más allá. —Pero hoy si quieres no vayas a trabajar, y te quedas aquí conmigo, que me siento solita —me dijo Miriam con un tono sexy, seductor y una voz pequeña. Yo quería quedarme allí en la casa, pero mis recuerdos volvieron a aparecer de repente como por arte de magia, recordando el día anterior, como si antes de unos segundos no hubiese existido. —No amor, tengo que entregar una cama que empecé hacer ayer, y prometí que hoy vendría por ella —le dije explicándole eso, y explicándomelo a mí también, cada vez que hablaba, iban apareciendo nuevas imágenes, lo cual me sentía desorientado, de vez en cuando lanzaba miradas furtivas nuevamente, pensando que en cualquier instante volverían a desaparecerse las cosas, o quedar congelados las escenas y hasta la misma Miriam. Fui directo al baño, Miriam se quedó viendo al espejo, mientras que reí, pues solo en sueños es que me pasaban cosas como que ella me decía que se quería bañar conmigo, solo levanté la cejas, y meneé un poco la cabeza. Llegue al lavamanos, mientras tomaba mi cepillo de dientes azul de platico, el cual tenía todas las cerdas desgastadas, le eche un poco de crema de dientes convencional, y empecé a cepillarme mientras pensaba en todo lo que debía hacer eso día. Tenía un trabajo de ebanistería pendiente, el cual me producía un gran dolor de cabeza, pues la dueña de este mueble era una vieja regordeta, que nunca estaba conforme con mi trabajo, cerré los ojos mientras escupía sobre el lavamanos, después de sonreír al espejo, con mi gran barba poblada, enjuagué mi boca, llevando un par de sorbos a mi boca, escupí, y me metí en la ducha. Coloqué mi pie para medir la temperatura del agua, aunque no me gustaba mucho usar el agua caliente, por la factura de la luz, sin embargo, era mal pobre, no me gustaba bañarme con agua helada, así que solo tomaba duchas cortas, abría y cerraba la ducha, en cuestión de segundos hacía todo esto. Mi record en bañarme era de diez segundos. Luego de ducharme, fui de nuevo a la habitación, ya Miriam había salido de allí, busque en el mueble de madera donde guardábamos la ropa, y saque mi ropa de trabajo, la cual Miriam, tenía seleccionada para que no dañara la poca ropa que tenía para salir. Aunque yo no tenía muchos amigos, y no me gustaba mucho salir, Miriam me trataba como si yo fuese un niño. Me vestí rápidamente, agarré un peine de plástico que estaba encima del mueble, y me dirigí a un espejo pequeño con un marco de plástico que había comprado en una tienda de todo a cincuenta centavos. Me vi al espejo mientras mi peine se deslizaba por mi cabello. Aplacándolo un poco, peinando mi rebelde cabello de medio lado. Muchas veces me había planteado la hipótesis de que yo había nacido para algo más en la vida que solo trabajar de carpintero, de pequeño me gustaban mucho los números, solo que no había puesto mucho empeño en mejorar. Cuando ya estaba completamente arregaldo, salí de la habitación, y Miriam estaba en la cocina, haciendo el desayuno, me acerque a ella, por la parte de atrás pellizcando un poco su nalga derecha, la cual pegó un brinquito suave. —¿Vas a desayunar? —me preguntó en el momento que revolvía unos huevos sobre un sarten de teflón. —No, solo tomaré café, y este pan tostado, ya es tarde —le dije. Salí del apartamento de Miriam, bajando la escalera venían los pastores de jóvenes de la iglesia local de Burbar, el pastor Jacob y Daniel. —¿Cómo están pastores? Ellos me vieron con tono de desconcierto. Al salir al estacionamiento estaba Pit, mi querido primo, que trabaja conmigo de ayudante en la carpintería, estaba montado en su moto Jaguar. —¿Como estas? Primo. —¡Te he dicho muchas veces que no me digas primo! —le dije. El se quedó viendo a los ojos. —¿Te encuentras bien? —Si, solo tuve una mala noche. —Seguro no te dejaron dormir —dijo Pit, mientras una sonrisa se escapaba de su rostro. Pit encendió la moto con su pierna derecha, le dio tantas veces, que perdí la cuenta, cuantas veces le dio hasta que prendiera. Me coloqué el casco desgastado sobre mi cabeza, abrochándome la correa a nivel de mi barbilla y me monté en la moto. A Pit le gustaba correr, siempre le decía que manejara con prudencia, pero no me hacía caso, yo no había comprado motocicleta ni coche, porque tenía fobia a manejar. Por eso Pit me hacía el favor de venir a buscarme.  
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