Prólogo

821 Words
El tiempo, el sexo y las mujeres. Tenía miedo la mayor parte del tiempo, veía a mis amigas, conocidas y compañeras de clases ser increíbles, hermosas en cada uno de sus aspectos, teniendo grandes chicos y buscando con desespero el máximo amor. Me enfoqué tanto en encontrar el amor, que me perdí en el camino y dejé de buscar realmente lo que más importaba; la felicidad. El trayecto de mi vida conocí tantos hombres que podría haber perdido la cuenta, y tantas mujeres que me hicieron dudar sobre lo que realmente quería y sobre realmente quién era. Tenía 13 cuando tuve mi primer novio, algo jóven e ingenua, por mucho no sabía nada del amor, ni de lo que quería de aquella persona, pero de igual modo lo intentaría. Kora, jóven e ingenua. La vida llena de problemas e indecisiones. Había pasado la mayor parte de mi vida buscando lo que todos tenían; amor. Forzando relaciones sin sentido y parejas que no tenían ni un tanto de chispa. Pero yo lo quería, anhelaba sentirme amada y amar con toda mi fuerza, simplemente nunca llegaba. Conocí a Tom cuando tenía 13, fue mi primer novio, nadie sabía lo que significaba ésto. No teníamos la valentía de vernos, mucho menos de besarnos. Éramos dos niños intentando ser grandes. Duró poco, probablemente un mes o menos; luego todo se volvía más y más difícil. Llegaron las mujeres, a quienes había admirado en secreto probablemente toda mi vida, viéndolas bailar, reír, jugar con su cabello y sin miedo de ser ellas. Yo tenía miedo de ser yo; había pasado por mucho tiempo ocultando lo que era y lo que realmente quería. Miedo a la verdad, miedo de no amarme lo suficiente y miedo a estar atrapada en el cuerpo equivocado, con sentimientos equivocados. Recibía burlas y comentarios fuera de lugar cada vez que mi mirada se iba hacia una mujer o cuando mi atuendo no era lo suficientemente femenino. Todo dolía y dolía con fuerza por el simple hecho de creerme aquellos comentarios. No tenía un lugar en la vida, si ni yo misma sabía que quería, ¿por qué alguien más saberlo? Así pasé la mayor parte del tiempo, fingiendo y tratando de que tarde o temprano llegara la persona correcta. Alguien que pusiera mi mundo de cabeza y me elevara de tener ganas emociones encontradas. Fue entonces cuando la conocí; dulce, exótica y segura de sí misma. Sonriente y una mirada que me atrapó enseguida. Una mirada miel que me hizo inscribirme en una clase sin sentido. Era maestra de baile y había sido pésima en eso durante toda mi vida. Fue la primera vez que una mujer puso mi mundo de cabeza y me odiaba por el hecho de sentirme así. Lloré durante horas cada vez que pensaba en ella, llegué a golpearme y odiarme tanto que el s******o llegó a ser opción. Busqué respuestas dónde no debí; páginas, películas, videos. Odiaba el sentimiento de desearla. Yo era una niña, ella era una mujer. Simplemente mi mente me decía a gritos que no y mi corazón rogaba un sí. Fue la primera mujer en mi vida, pero no la única. Así mismo pasó con los chicos, hubieron tantos que probablemente había perdido la cuenta y yo; yo seguía buscando respuestas a mis sentimientos. No deseaba que nadie atravesara lo que yo vivía en secreto; sentirse sin rumbo, sentirse extraño de si mismo. Tenía miedo de todos e inclusive de mi misma. ¿Y si tenía que pasar el resto de mi vida fingiendo ser alguien más? ¿Y si nunca sentía lo que había sentido con ella con un hombre? ¿Me gustaban las mujeres? ¿Era lesbiana? Tal vez... ¿Bisexual? ¿Quién era? Me tomó mucho tiempo encontrar la persona correcta. Me tomó mucho tiempo saber quién era realmente y finalmente, me tomó mucho tiempo descubrir quién era aquella persona de la cual me había enamorado a la distancia. Me había enamorado de un cuerpo sin rostro, un cuerpo sin voz. Me había enamorado de alguien que jamás había tocado, jamás había visto. Me había enamorado de la manera más ingenua, había caído en los encantos de sus palabras correctas y de todo lo que transmitía a través de ellas. Y así ocurrió, me enamoré muchas veces creyendo que era el amor correcto que tanto había esperado, me rompieron el corazón tantas veces más que no sé cómo aún sigo de pie, cada corazón roto dolía diferente, cada decepción y cada enamoramiento lo viví de una forma totalmente diferente; pero nada como ella. La admiraba en secreto, la deseaba y me odiaba a mi misma por tener aquel deseo impuro. Odiaba el no poder controlarme y odiaba el hecho de no poder explicar aquel sentimiento, y fue así como comencé a explorar lo que era la bisexualidad. Y tarde entendí que no había nada mal en mi, nunca estaría mal.
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