Capítulo veinticinco El camino a casa se me hace sumamente corto mientras me como las pocas uñas que tengo. En cámara lenta observo como se va acercando la calle que da hacia mi barrio y cierro los ojos instintivamente para pedirle a la diosa luna que pasemos de largo, ya que últimamente anda de generosa conmigo. Diosa, primero que todo, gracias por hacer que Yannick sea mi novio; segundo, no hagas que vaya a mi casa, te prometo que dejaré cualquier cosa con tal de que pase de largo, amén. Abro la vista con miedo y me relajo en mi sitio cuando el automóvil pasa de largo sin siquiera hacer el vago intento de doblar por mi calle. Diosa, eres mi ídolo, como te quiero. Yannick voltea a verme al mismo tiempo que presta atención a la carretera —¿Acaso no preguntaras a dónde vamos? Es inusu

