Samael Di Mateo
Entré a un SUV n***o con mi traje manchado, sin embargo, la vi, sus ojos eran de un jade precioso; dos joyas tan hermosas que cualquier ladrón quisiera ser suya. Yo no era un ladrón, igual los quería para mí. Todavía podía recordar su mirada pasiva cuando se encontró con la mía. Sus labios se separaron y sus pómulos se pintaron de un carmesí espectacular.
—Agua oxigenada — Contestó Alfonso. Estaba en el asiento del copiloto observándome con un semblante serio — así quitas las manchas.
Tenía la cabeza junto al vidrio de la ventana recordando aquellos segundos que para mi parecieron horas. Realmente era ella, la chica que me salvó, era ella. Escuché algunas palabras en el aire, pero se esparcían como ecos. Me sacaban de mis pensamientos, de mis recuerdos. Por un momento,
