Capítulo dos

3004 Words
« Marie » Con todo el lío de conocer al caballero oscuro que sería mi compañero de cuarto, se me había olvidado ir a por algo de comer, por lo que estaba muriendo de hambre. Sentí mi estómago rugiendo, por lo que decidí ir a la cocina a por algo para comer.   Nada más salir de mi habitación vi a Edward paseándose en bóxer hacia la cocina. Noté como me sonrojaba. Más bien, me ardían las mejillas. Por un segundo, no pude evitar observar detalladamente su cuerpo. No solo sus brazos estaban llenos de tatuajes, su torso también lo estaba. Sus abdominales estaban bastante marcados, y en el centro de éstos había una mariposa, que ya terminaba de discordar con su personalidad, sin embargo, le quedaba raramente bien. Igual que los dos pájaros que había sobre sus pectorales, bajo sus clavículas. Sus piernas eran bastante delgadas para como era el resto de su cuerpo. Tragué fuertemente. Para ser honesta... el chico no estaba nada mal, sin embargo, no iba a dejar que se paseara de aquel modo por allí. Yo necesitaba mantener la cordura.   — ¿¡Qué haces!? – exclamé, cuando ya recuperé el juicio, yendo detrás de él. —  Voy a comer... – balbuceó sin entender cuál era el problema, a la vez que arqueaba una ceja. — ¿En bóxer? ¿No puedes vestirte? – le grité irritada. No entendía su comportamiento. —   No me toques los cojones, anda. Siempre voy así por aquí, y que estés tú no va a cambiar nada. — ¿Y qué si yo fuera en ropa interior? – formulé, él soltó una carcajada irónica. —  No creo que seas tan zorra para hacerlo. Sin decir nada más, puso los ojos en blanco y se metió en la cocina, cerrando la puerta con un fuerte estruendo. Yo fruncí el ceño. No iba a dejar que me toreara. ¿Él iba en ropa interior? Pues yo también lo haría, así sabría él lo incómodo que era. Aquel idiota no sabía con quién jugaba. Y a echarle morro, nadie me ganaba.   « Edward » Estaba comiendo un sándwich en la cocina cuando oí que picaban a la puerta. De mala gana fui a abrir, sin saber quién podía ser, ya que no esperaba a nadie. Al abrir la puerta, vi a Henry, mi hermano gemelo. Henry era idéntico a mí, excepto por mis tatuajes. Fruncí el ceño al verle, sin entender qué hacía ahí.   — ¡Hola Eddie! – exclamó felizmente, haciendo el amago de abrazarme, pero no le dejé llegar a hacerlo, poniendo una mano sobre su pecho para detenerle. — No me llames así, estúpido. ¿Qué haces aquí? — Visitar a mi querido hermano, ¿no puedo? – preguntó, haciendo un puchero, para reafirmar lo imbécil que era. — ¿Qué quieres? No voy a dejarte dinero – negué, no iba a dejar que mi beca fuera para que él se comprara caprichos tontos. — No quiero dinero – negó, entrando y yendo hacia la cocina –. ¿Puedo quedarme aquí esta noche? – pidió. — No. — ¿¡Qué más te da!? ¡Si tienes una habitación libre! – exclamó. — No, ya no. Hay una estúpida ahí. — ¿Has ligado? – dijo incrédulo – ¿Y por qué no la metes en tu cuarto? — Si es que eres tonto. Es mi nueva compañera de piso – murmuré, rodando los ojos. — Ah, claro... Eso tiene más sentido. Tú no ligarías ni en mil años. — Perdona, pero yo puedo ligar con quién me dé la gana si quisiera. — A ver, obviamente el físico no te falla... Porque si yo soy guapo, tú también tienes que serlo. Pero tu personalidad echaría para atrás a cualquiera – rió –. Pero bueno... vamos al tema importante: tu nueva compañera... ¿está buena? — No es nada del otro mundo... Una niñita de papá. — ¿Y qué que sea una niñita de papá? Si tiene buen cuerpo... no hace falta mucho más. — Da asco – afirmé, haciendo una mueca.   Henry negó con la cabeza, riendo levemente. Entonces Marie apareció en la cocina, únicamente llevando su ropa interior. Me tomé el derecho de recorrer su cuerpo con mi vista. Parecía un cuerpo escultural. Sus piernas eran tan largas que parecían no acabar nunca, a pesar de que ella no fuera demasiado alta. Encima, la muy zorra, se había dejado puestos los tacones, lo que la estilizaba todavía más. Su ropa interior era sencilla y elegante, negra con encaje, lo que la hacía tremendamente atractiva, eso sin hablar de las tetas que tenía. Era un cuerpo demasiado bueno para ser real. ¿Cómo podía tener la poca vergüenza de pasearse de aquel modo por la casa? Henry la miró con los ojos casi saliéndose de sus órbitas, mientras que ella nos miró a ambos algo extrañada.   — ¿Estoy viendo doble? – preguntó, poniendo los brazos en su cintura. — Uhm, no... él es mi hermano gemelo – dije, ya que Henry estaba balbuceando como el idiota que era. — Me llamo Henry – atinó a decir, acercándose a la chica. Sonrió coqueto. ¿Ya quería ligársela? No le faltaba el tiempo –. ¿Y tú, cielo? — Marie – dijo ella, dubitativa, sin saber cómo reaccionar ante la extrema amabilidad de Henry cuando éste le agarró la mano y dejó un pequeño beso en sus nudillos. — Un placer conocerte, preciosa. — Igualmente... supongo – Marie arqueó una ceja e hizo que Henry soltara su mano.   Marie fue hacia la estantería, donde alargó el brazo para agarrar un vaso. Harry la miró, mordiéndose el labio con cara de salido. Entonces se acercó a ella y abrazó su cintura desde atrás, pegándola a su cuerpo.   — Hey, preciosa... ¿y si me invitas un rato a tu habitación? Podemos pasárnoslo muy bien. — ¿Qué dices, tonto? – exclamó ella, arqueando una ceja – Suéltame. — Pero si nos lo podemos pasar muy bien... No tienes ni idea de lo bueno que soy... – sonrió. — ¿¡Pero tú eres idiota!? – gritó Marie, moviéndose hasta que Henry la soltó. Yo negué con la cabeza, suspirando levemente al ver lo gilipollas que era mi hermano – Ni se te ocurra volver a tocarme.   Ella se dio la vuelta para ir a la nevera y agarrar la botella de agua. Pero cuando ésta se agachó, Henry no pudo evitar acercarse a ella y agarrar sus nalgas con ambas manos. Ella se giró bruscamente y le dio una sonora cachetada en la mejilla. Éste se puso la mano donde ella le había golpeado y soltó un "¡ay!". Yo solo solté una carcajada, Henry se lo merecía, por idiota.   — Vuelve a ponerme una mano encima y te las cortaré. — Pero... no puedes pasearte en ropa interior y pretender que no te toque – dijo Henry, encogiéndose de hombros. — ¿Y tu hermano sí? – fruncí el ceño, que no me metiera en aquello, yo estaba callado y tranquilo. — No jodas, no es lo mismo... mira que tetas.   Henry intentó llevar sus manos hacia los voluptuosos pechos de Marie, sin embargo, ella le propinó otra bofetada, todavía más fuerte que la anterior. Yo estallé a carcajadas, no podía evitarlo, estaba disfrutando del espectáculo. Tanto por ver a Henry recibir aquellas merecidas cachetadas, como ver a semejante tía buena medio desnuda.   — ¡j***r, qué violenta! – exclamó Harry, sobando su mejilla. — Es lo que pasa cuando te metes con quien no debes – dijo Marie, sonriendo cínicamente. — Te estás llevando lo que te mereces, Henry – hablé yo despistadamente, yendo a la nevera para coger la botella de leche y servirme un vaso. — Calla, Eddie. — ¡Que no me llames así! – me quejé, frunciendo el ceño, mirando mal a mi hermano. — Vaya par de idiotas – murmuró Marie, saliendo de la cocina con un vaso de leche en la mano.   Miré hacia Henry, que miraba en dirección a la chica, casi como fuera a saltar encima de ella y tirársela. Yo bufé, sin entender como Marie podía ser tan perra. Pero luego miré hacia abajo, viendo como haberla visto en ropa interior había causado estragos en mí. En concreto, en mi entrepierna.   — Pero bueno... el que decía que solo era una niñita de papá – murmuró Henry, medio riendo. — Bueno... está buena – me encogí de hombros, de malhumor. — A Eddie le gusta Marie, a Eddie le gusta Marie – se puso a canturrear, mientras salía de la cocina. Yo quise ir detrás de él y darle una colleja, para ver si se callaba, pero desistí de eso y preferí ir hacia el cuarto de baño, donde poder estar tranquilo y… desahogarme.   « Marie » Entré en mi cuarto pensando en los dos hermanos. No sabía decidir cuál de los dos era más idiota. Así que intenté sacarlos de mi cabeza, poniéndome música, y me puse el pijama, queriendo dormir. Pero no tenía sueño, así que me puse a explicarle lo sucedido con Henry a Alex, por mensaje, que no hizo más que reírse, diciendo que yo misma me lo había buscado por ir en ropa interior. Pero no era así. ¿Edward podía pasearse medio desnudo y yo no podía que decir nada, pero que yo lo hiciera suponía que él o su hermano ya se creían con el derecho de meterme mano? Aquello era injusto.   A la mañana siguiente, decidí despertarme temprano, ya que era mi primer día en la universidad. Después de arreglarme: lavándome, maquillándome, peinando mi cabello cuidadosamente, y vistiéndome, usando un precioso vestido rosa y unos tacones; salí de la habitación. Henry estaba dormido en el sofá. De aquel modo parecía hasta normal. Y, de hecho, el chico estaba bastante bien, sin el aire oscuro que tenía su hermano, sin embargo, no quería sentirme siquiera atraída por aquel estúpido ególatra, así que decidí salir rápido del cuarto, yendo a la entrada para pedir un taxi que me llevara hasta la universidad.   Lo primero que hice en el edificio, además de ir mirando a los alumnos, ya formados en sus propios grupos, con amistades labradas previamente, y a los solitarios que, probablemente, como yo, estaban en su primer día y todavía no conocían a nadie; fue ir hacia dirección, donde me dieron toda la información que necesitaba. Durante las dos primeras semanas todavía no habían clases oficiales, sino que había actividades y clases para los nuevos para conocer gente y conocer la universidad. La primera actividad a la que iba a ir era una presentación de la universidad, y debía correr o llegaría tarde. Me apresuré en seguir el camino, mirando las explicaciones que había en las paredes cuando, al girar hacia la derecha, me choqué con alguien con tanta fuerza que me caí al suelo. Al alzar la vista, pude ver que aquel chico era Edward. Iba con otros dos chicos, hecho que me sorprendió, ya que por cómo se había comportado conmigo, no podía imaginar que tuviera amigos.   Uno de aquellos dos chicos me ayudó a levantarme, mientras que el otro me preguntaba si estaba bien. Yo asentí, agradeciéndoles a ambos, viendo como Edward únicamente me miraba mal. De pronto dio un paso hacia delante, quedando bastante cerca de mí. Contuve la respiración por un momento, sintiéndome nerviosa por su cercanía. Él mantuvo su rostro impasible, y bajó su fría mirada hasta mis ojos.   — Quita de en medio, estúpida – dijo serio y monótono, mirándome con aquellos intimidadores ojos verdes. — Perdón – murmuré, bajando la vista, sin entender realmente por qué me disculpaba, sin embargo, sentía que era mala idea no hacerlo. — ¡Venga, aparta! – espetó con más fuerza en la voz. — Sí...   Salí de delante de él y, sin decirme nada más, se alejó por el pasillo contrario al que yo debía ir, junto a sus amigos. Yo me crucé de brazos, intentando descubrir por qué me odiaba tanto. Suspiré y bajé la mirada al suelo. Me sentía una tonta por disculparme constantemente con él, cuando en realidad no estaba haciendo nada malo, sin embargo, Edward me daba miedo. Y esperaba solucionar aquello. No quería vivir con alguien a quien temía.   « Edward » — ¿Quién era esa? – preguntó Liam, cuando ya nos habíamos alejado un poco, refiriéndose a Marie. — Otra zorra – dije, sin darle mayor importancia. — No está mal... ¿no? – habló Zack, encogiéndose de hombros y echando la vista atrás para analizarla. — Es una imbécil... tonta y mimada – respondí secamente. — Para un polvo no hace falta que sea interesante... ni lista... solo que esté buena. Y ella lo está – rió Zack de nuevo. — Pues si tanto te gusta, fóllatela – exclamé –. ¿Podemos dejar de hablar de esa retrasada mental? Creo que tenemos cosas mucho más interesantes de las que hablar. — Vale, vale, tranquilo, fiera.   Solo la idea de besar a Marie me causaba repulsión. ¿A quién podría gustarle una persona tan superficial, vacía, banal y tonta como ella era?   La mayoría de cursos todavía no habían empezado sus clases. Sin embargo, los que estudiábamos arte, ya habíamos empezado con las clases de dibujo, ya que solían dividirnos según nuestros niveles, y necesitaban las dos primeras semanas para ver nuestros trabajos y separar los grupos antes de empezar, oficialmente, el año. En aquel momento nos estaban haciendo dibujar un bodegón, probablemente una de las cosas más aburridas que pueden hacerte dibujar. Pero al fin, cuando sonó el timbre, el profesor, al cuál ya conocíamos del año anterior, empezó a recoger nuestros dibujos y a explicar qué haríamos en las clases de aquel año.   —   Bueno chicos, cuando terminéis podéis ir entregándome los dibujos del bodegón y ya podéis iros. Recordad que este años vamos a tratar anatomía. Primero analizaremos técnicamente las partes del cuerpo humano y cómo dibujarlos y, más adelante, empezaremos a trabajar con modelos. Traeré un día un modelo masculino, y otro una modelo femenina – explicó, apoyándose en el escritorio. —   La modelo posará desnuda, ¿no? – preguntó Zack en tono jocoso. —   Las mujeres desnudas te las tienes que conseguir por tu cuenta, Malek... no voy a darte tantas facilidades – sonrió el profesor, provocando carcajadas por toda la clase.   Negué con la cabeza, avergonzado de llamar "amigo" a Zack. Era bastante tonto. Sin embargo, él, Liam y yo habíamos estado bastante unidos desde el instituto. Eran las únicas personas que realmente se habían acercado a mí sin ningún interés, por lo que les tenía bastante aprecio.   Cuando terminé el dibujo del maldito bodegón, me levanté para entregárselo al profesor. Así que me despedí de Zack y de Liam, que todavía no habían terminado, y me dirigí al parking, teniendo la mala suerte de encontrarme con Marie por el camino.   — Hola – murmuró suavemente. — ¿Qué quieres? – exclamé yo, molesto. Me molestaba que me hablara. Me molestaba su existencia. — Nada... – dijo ella, intimidada. Yo sonreí interiormente, me hacía gracia intimidarla solo con un par de palabras – Solo quería saludarte. — Pues ya lo has hecho, ahora largo. — ¿Por qué me odias tanto? — Porque no me gustas. No me caes bien. — No me conoces. — Ya sé más de ti de lo que me gustaría. — Eres irritante – afirmó, cruzándose de brazos. — Gracias – sonreí, irónicamente.   Entonces, reanudé mi camino, dejándola a ella atrás, y me fui hacia mi moto. Una vez ahí, me subí en el vehículo y me puse el casco, girándome para mirar a Marie de nuevo. Ella estaba de pie, quieta en mitad del camino, con los brazos cruzados frente a su pecho para sostener en ellos su libreta; y me miraba fijamente, con la cabeza algo ladeada, probablemente intentando descifrarme. Intentando descifrar mi comportamiento. Sin embargo, no lo conseguiría. No había razón para ello, simplemente era así, y Marie no me gustaba. Debía darse cuenta de ello y dejar de intentar caerme bien.   « Marie » Vi como Edward se subía sobre su moto, y me quedé mirándole. Podía afirmar, casi definitivamente, que era un maldito imbécil. Y que iba a ser muy, muy difícil convivir con él durante todo un año. Pero estaba dispuesta a hacer que me adorara. Todo el mundo siempre lo hacía, siempre caía bien a todos, y él no iba a ser diferente. No me daba la gana que fuera diferente. No iba a rendirme ante aquel reto.   Me dirigí a la cafetería del campus para comer allí, ya que aún no había comprado nada para casa, y estaba segura de que, si tocaba algo de la comida de Edward, me arrancaría el cuello. Por lo que me pedí una ensalada, y me senté sola en una de las mesas, mientras me ponía con las partituras que nos habían dado para clase, analizándolas para ir adelantada, ya que necesitaría esa ventaja. Mientras tarareaba muy flojo las notas de éstas, vi a alguien sentándose a mi lado. Era Henry.   — Hola, guapa. — Me llamo Marie – le recriminé. — Y eres guapa – sonrió él. — ¿Qué quieres, Henry? – suspiré. — Estabas muy sola aquí – se encogió de hombros –, así que vengo a hacerte un poco de compañía – sonrió, pasando su brazo por encima de mis hombros. Agradecí que al menos fuera más agradable que su hermano –. ¿Qué estás haciendo? – preguntó, cogiendo mi partitura. — ¡Dámela! — ¿Compones? — No, son deberes de clase – dije, arrebatándole la hoja. — ¿Cantas? – preguntó, acercándome más a él. — Un poco... – murmuré, sin querer darle importancia. — Yo también. Podríamos hacer un dueto – sonrió y, sin decir nada más, se acercó, intentando besarme. — ¿¡Qué haces!? – exclamé, separándome de él. — Se llama besar, ¿no lo has hecho nunca? Es muy divertido, ya verás, déjame que te enseñe... – sonrió, acercándose de nuevo a mí. — Cállate, idiota. No te me acerques – dije, haciendo que quitara su brazo de mis hombros –. Eres un pervertido – me levanté, enfadada; y él, en cuanto tuvo ocasión, me dio una nalgada suave, pero yo me giré a golpear su hombro con fuerza y agarré todas mis cosas para empezar a caminar a la salida, pero Henry me siguió. — ¿Ya vuelves a la residencia? — ¡Déjame en paz! — ¿Quieres que te lleve? — No, voy a ir en taxi. Déjame en paz. — No hace falta que vayas en taxi. Te llevaré, así te ahorrarás el dinero del taxi, son todo ventajas... – dijo y, de pronto, estaba subida sobre su hombro. — ¡Henry! – exclamé enfadada – ¿Quieres hacer el favor de bajarme? ¡Eres un psicópata! — Shh, tranquila preciosa – rió.   No entendía como la gente alrededor no podía ni siquiera darle importancia a lo que estaba pasando, ya que Henry me llevó hacia el parking y me metió a la fuerza en su coche. Luego puso el seguro para que no pudiera salir y, seguidamente, entró de piloto para empezar a conducir hacia la residencia. Yo suspiré, renegando. Esperaba que se largara pronto. Ya tenía suficiente con lidiar con el caballero oscuro, como para también tener que lidiar con el psicópata salido.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD