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4934 Words
 —Esto va cada vez a peor—Inquirió papá descolocándose los cabellos con nerviosismo—Tenía planeado vender ese cáliz a la señora Chamack, me dio el pago por adelantado y acordamos hacer el intercambio esta noche en el corral de comedias.   —¿Cuánto ingresaste la última vez?—Preguntó mamá colocando las flores del jarrón.   —Doscientas monedas—Papá se dejó caer en el sillón del gran recibidor—No puedo permitirme el lujo de pedir mas dinero a la casa real, el rey ha comenzado a sospechar y será cuestión de días que nos pida intereses por cada préstamo.   —¿No eres acaso su mano derecha, querido?—Mamá dejó caer una de las flores y se sentó a lado de mi padre.   —Sí... Ya lo sé, y por eso es aún más arriesgado—Carraspeó, alzó su mirada hacia mí, y me sonrió—Esta mañana a primera hora se ha presentado formalmente el señor Jouvet.  Parpadeé varias veces y me incliné levemente sobre mi asiento para prestar más atención. Mi padre soltó un pequeño suspiro y se dispuso a proseguir.   Unos golpes lo detuvieron y sonaron en la puerta. Evalyn, nuestra doncella nos hizo una pequeña reverencia y caminó por el pasillo principal hacia el gran portón de la entrada. Miré de nuevo a mi padre y me incomodé levemente cuando noté sus ojos puestos en mí. No tenía buenos presentimientos frente a todo esto, sabía que estaba planeando algo en lo que me hallaba sumergida, especialmente si el "Señor Jouvet" andaba de por medio. Ese señor repeinado y coqueto cuya preocupación no iba más a allá del color de sus leotardos estaba intentando cortejarme ya hacía unos cuantos meses.  Una chillona voz resonó por todo el pasillo y enseguida supe quien estaba tras aquellos golpes, sonreí para mí misma, recogí mis faldas y caminé hacia mi amiga, no sin antes hacer una leve reverencia hacia mis padres.  No fue necesario que saliese de la habitación, pues ella ya se había hecho presente en el gran salón de la mansión.   —Majestad, que agradable sorpresa—Mi padre hizo una gran reverencia a lo que fue seguido por mamá.   —Señorita ¿No considera usted muy arriesgado para una princesa salir del castillo? Y más siendo una dama de su posición.  Mis ojos se posaron pícaros sobre Chloe, sabía perfectamente que para ella salir del castillo no era un problema sobre todo si sus sueños y deseos son más fuertes al temor que acechaba la ciudad de París.   —No debe preocuparse por eso Señora Dupain-Cheng, he venido con escolta, hay al menos diez hombres allá fuera esperando por mí—Sonrió para ella misma y me miró con un brillo en sus ojos—Además tengo que hablar con su hija, hay algo muy importante que quiero decirle.  Papá se aclaró la garganta y se removió levemente en su sitio.   —Está bien, id—Nos hizo un gesto con su brazo indicándonos que cogiésemos una habitación de la primera planta.  Chloe hizo una pequeña reverencia únicamente son su cabeza y yo simplemente miré incómoda a mi familia, había dejado a mi padre en medio de aquella tensa situación.  La conduje hacia mi habitación, ya que creía que sería la más cómoda para las dos, y justo al irrumpir en ella Chloe se dejó caer sobre mi cama y soltó un pequeño gritito de la emoción, después dejó escapar un pequeño suspiro de enamorada.   —A ver... ¿Qué has hecho esta vez?—Dije soltando una pequeña risotada. Chloe ignoró mis palabras y permaneció mirando un punto fijo del techo, después alzó sus manos como si de alguna manera estuviese contorneando algo.   —Qué cuerpos... ¡Qué caras..!—Dio un pequeño repingo y con gran agilidad quedó sentada en la cama mientras me miraba a los ojos—¡Tienes que mirar por la ventana!   Me tomó con brusquedad de la muñeca y me arrastró prácticamente hacia el gran ventanal de mi habitación con grandes vistas de la calle.   Mis ojos repararon en la decena de guardias que custodiaban la entrada de mi casa.    —¿No son puras esculturas griegas?—Dijo ella, y no pude evitar hacer una mueca al verle los labios babear.   —Se te cae la baba—Tomé un pequeño paño blanco e hizo afán de limpiarle, pero al final no pude evitar no caer en la tentación de meterle todo el trapo en la boca.  Chloe escupió el paño practicamente y me miró molesta.   —¡Recuerda que soy la hija del rey!—Aclaró aparentemente molesta aunque finalmente no pudo evitar reír.  —Entonces... todos estos soldados...  —Son todos para mí—Me interrumpió frotándose las manos con nerviosismo—Papá los ha contratado como escolta para la princesa, ya sabes... como siempre ando de un lado a otro, conseidera oportuno contratar más personal, ya sabes por "Miraculous"  "Miraculous" Aquella palabra resonó en mi cabeza como un escalofriante eco. Aquel era el nombre de la banda que acechaba y amenazaba a París por estas fechas, y no solo eso, aquella fue la palabra que mencionó el tipo que se coló en su habitación la pasada noche.   —¿A que es todo genial? Ahora tendré aún más escusa para salir del palacio, podré explorar la ciudad más veces y estaré acompañada de buenos hombres a todas horas—La voz de Chloe hizo que saliera de mi ensoñación.   —Me alegro mucho por ti Chloe—Dije con voz un tanto apagada, lo cual mi amiga notó al instante.   —Oye... ¿Qué te ocurre?—Se acercó a mí y me tomó una mano con preocupación.   —No... No es nada, es solo que... El Señor Jouvet ya está metiendo otra vez sus narices en mi vida, y mi padre...—Solté un pequeño suspiro—Parece que no va a evitar que intente cortejarme.   —¡Ese...Ese estirado ya te anda molestado de nuevo!—Exclamó Chloe molesta—¡Cuando piensa rendirse!   —Parece que nunca—Reproché cabizbaja.  Chloe soltó una pequeña maldición para sus adentros, me miró de reojo y la mueca de sus labios se transformó de golpe en una media sonrisa con aire picaresco.   —¿Sabes lo que en realidad necesitas?—Preguntó si quitar esa extraña sonrisa—Necesitas un hombre bien machote que se muera por ti. Una pequeña sonrisa se formó en mis labios y noté mis manos temblar, había leído tantas novelas románticas que apenas podía contarlas con los dedos, siempre había soñado con aquel joven apuesto, dulce, carismático y atento de mis libros, alguien qqueme tratase con delicadeza y sumo cuidado, alguien que me amara.  De repente, la imagen del joven que se coló en mi habitación inundó mis pensamientos.   —¿Sabes guardar un secreto?—Pregunté penetrando a mi amiga con la mirada.   —¡Pues claro que sí! ¿Por quien me tomas?—Reprochó ella.  Sonreí burlona mientras la miraba con los ojos entrecerrados, si había algo que a Chloe le encantaban eran los chismes que inundaban por la ciudad.    —Verás... Anoche...—Prolongué la última palabra más de lo debido y Chloe por poco se abalanza sobre mí—Se coló un hombre en mi habitación—Solté de golpe—¡O eso creo!  Chloe se quedó callada con la mirada fija en mi, apenas tenía expresión y por un momento me arrepentí terriblemente de haberle confiado aquella noticia. De repente, ella se abalanza sobre mí y ambas nos quedamos tumbadas en la cama.   —¡Cuenta, cuenta!—Exclamó ella apoyando su barbilla entre sus manos—¡¿Era guapo?! Y, y, ¿Era apuesto? ¡Ay, amiga! Ya sabía yo que te estabas demorando mucho, eres la mujer más hermosa de toda la ciudad, era cuestión de tiempo que te llegase el momento.   —No... espera, no saques las cosas de quicio—Dije algo seria—él no vino por mí, si no a por el cáliz de oro que guardan mis padres en el salón de la casa—Solté un pequeño suspiro y miré hacia abajo—Me temo que no era más que un ladrón, y por lo poco que estuve en contacto con él, actuó muy desagradable, y me atrevería a decir incluso con desprecio.  La sonrisa de Chloe se fue apagando hasta que se convirtió en una mueca.   —¿Enserio?—Gritó Chloe inflando los mofletes como una niña, se notaba a ciencia cierta que seguía estando igual de mimada como siempre—Tu... primer encuentro a solas  con un hombre fue... ¡¿Con un ladrón?!  Solté un pequeño suspiro y el recuerdo de aquella noche me golpeó como una gran patada en el estómago, agache la cabeza y miré las uñas de mis manos, concentrándome en un punto fijo y evitar así que las lágrimas saliesen de mis ojos.   —Puede que no fuera el primer encuentro que tengo a solas con un hombre—Susurré con la voz apaga mientras recuerdo todas aquellas manos tocando mi cuerpo sin reparos.  Chloe me miró con tristeza y me rodeó con sus brazos.   —Olvida el pasado Mari, te aseguro que muy pronto encontrarás a tu prícipe azul, o... quien sabe, puede que no sea tan príncipe azul como esperamos.   —No se... Chloe, pero cuando mis ojos se encontraon con los de ese joven no pude evitar sentir una sensación extraña, como si me faltase el aire o... no se, creo que incluso respiraba demasiado deprisa.   —¿Tan guapo era?—Quiso saber ella.  Negué con la cabeza aparentemente y me mordí el labio inferior.   —No pude verle la cara, pues tapaba sus cabellos con una capucha y su rostro estaba oculto por un antifaz—Fruncí el ceño levemente—Pero... hubo una cosa que no pudo ocultar y por más que lo intente jamás lo conseguirá—Chloe me miró con ojos expectantes y con los nervios a flor de piel—Eran sus ojos Chloe, te-tenía unos ojos grandes, expresivos, brillantes, jamás había visto unos ojos como aquellos, u-unos ojos verde esmeralda.                                 ◻◾◽     Las palabras de Chloe me había dejado algo patidifusa, y aunque estuviera acostumbrada a leerme cinco novelas a la semana mi imaginación y mis suelos flotaban y se iban a pique por cada minuto que pasaba.  ¿De qué me servía soñar?  Imaginarme al hombre de mis sueños era únicamente un desengaño, pues apuesto a que mis padres elegirán por mí tarde o temprano, y no se por qué, pero podía  apostar todas mis faldas a que me tocaría pasar el resto de mi vida con el tipo repipi, el de los peluquines ¡Por favor! ¿Quién se gastaría trescientas monedas de oro por un pelo postizo. Que asco.  Solté una pequeña maldición para mis adentros y al poco escuché la voz de mi padre y Evalyn hablando, o más bien ajustando cuentas.   —Por favor, señor—Suplicaba la doncella de la casa—Ya ha pasado todo el mes y el contrato y el pacto que hizo el día que me contrató aseguraba que pagaría cien monedas después de mis servicioo a la casa.   —Ya se lo que dice el contrato Señorita—Aseguró mi padre con voz neutra—Pero las cosas no van bien ni para usted ni para mi familia—Se llevó una mano a la sien y soltó un pequeño suspiro—No puedo pagarle su trabajo por este mes, no disponemos de dinero suficiente para ello.  No pude evitar hacer una mueca ante aquellas palabras ¿Cómo papá podía ser capaz de decir semejante barbaridad? Sabía a la perfección que mi familia estaba sumida en una profunda crisis, pero no era justo que mi padre llevase esa escusa para no pagar al servicio. Además si no puede pagar a la empleada ¿Cómo demonios pagaba las entradas para el espectáculo de esta noche en el corral de  comedias?   —Señor, sabe la situación en la que me encuentro, mis hijos necesitan comida para esta semana y si no dispongo de dinero no solo no podré alimentarlos, si no que nos echaran a la calle.   —Si eso ocurre, mi familia estará ahí para darle aposento—Dijo papá—De momento olvídese del pago acordado hasta nueva orden.   Evalyn no era alguna, agachó la cabeza dándose totalmente abatida y salió del cuarto.  Cerré mis manos en puños y miré a papá molesta. Agarré mis faldas para poder caminar con mayor soltura y salí tras Evalyn.  No iba a dejar que esta mujer pasara calamidades por el grosero de mi padre. Para mí, ella era como una segunda madre para mí, me había cuidado desde los seis años y sin duda había demostrado gran confianza y respeto por nuestra familia.   —¡Evalyn, espera!—La llamé desde el final del pasillo.  Ella se giró algo sorprendida y me miró con los ojos empañados en lágrimas.   —Señorita... ¿Qué desea?—Intentó disimular su estado emocional frente a mí, pero no lo consiguió.   —Ven conmigo—La tomé de la mano y la conduje velozmente hasta mi cuarto.   —¡Señorita! ¿Qué está haciendo?—Exclamó ella mirando para todos lados algo atemorizada, y en parte la entendía y sabía el motivo: Mi padre. Una de las normas establecidas era "prohibido el paso de los empleados a cualquier parte de la casa sin su consentimiento"  Cerré la puerta del cuarto y eché la llave, el pecho le bajaba mientras intentaba recuperar la respiración.    —Debo irme, mis hijos no pueden estar solos y tampoco es propio que una mujer vaya sola a altas oras de la noche—Aseguró con voz acelerada.  La ignoré por completo y abrí un cajón de mi gran sifonier de madera, saqué un pequeño joyero de porcelana y lo abrí con cuidado.    Sus ojos se abrieron de golpe y su boca se abrió formando una perfecta O. Tomé entre mis manos y fino collar de perlas, dos pulseras de plata y un pequeño anillo de oro, el cual llevé cuando mis padres me bautizaron.   —Señorita yo...—Alcé mis manos y tomé las suyas para depositar las joyas en las palmas de su mano—No... No, no puedo permitir que me dé esto a mí.   —Y yo no puedo permitir que mi padre no te dé el salario que te corresponde—Posé ambas manos en sus hombros y le sonreí con dulzura—Evalyn tú has sido siempre como una madre para mí, y de alguna manera creo que no te lo he agradecido de la mejor forma, ahora confía en mí y toma esas joyas, no pienses en mí, ni en mi padre, solo hazlo por tus hijos, con ellas tendrán conmigo para al menos un mes.  Sus ojos se cristalizaron de nuevo y pronto hizo un pequeño puchero, sonreí tiernamente y la abracé con fuerza, ella correspondió al abrazo y sentí sus lágrimas empañar mi vestido y sus manos cernirse a mi espalda.  Finalmente nos separamos y me miró con ojos brillantes.    —Que dios la bendiga señorita—Hizo una pequeña reverencia y se metió las joyas bajo sus faldas para ocultarlas—Le prometo devolverle hasta la última moneda cuando consiga la suma para pagarle.   —No se preocupe—Sonreí de nuevo—Considéralo como un regalo de la familia.  Me miró con una gran sonrisa en sus labios y noté como sus labios me volvían a decir gracias en apenas un susurro.  La vi desaparecer por la puerta y una punzada de orgullo inundó mi corazón. Sabía perfectamente que estaba expuesta a una gran bronca por parte de mi padre, o incluso algo peor, pero me daba igual, sabía que había obrado bien y eso era lo que importaba, aquellas joyas apenas las usaba, yo no era una joven que presumía de su posición llevando ropas extravagantes, ni mucho menos horteras, llevaba lo justo, un vestido sencillo aunque de la categoría de una daba de la nobleza, sin embargo las joyas no eran lo mío.  No importaban las circunstancias, pero una cosa estaba claro en mi cabeza, ni un apellido, ni un título, ni la nobleza iba a acabar con mi forma de ser, y si eso alguna vez llegase a ocurrir no dudaría en tomar una daga y clavármela en el corazón.                           ◾◽▪      Tomé mi abanico una vez más y volví a darme aire. Si había un lugar donde hacía más calor ese era el corral de comedias, o al menos una parte de él, pues las mujeres teníamos que estar en los balcones de arriba, en una zona llamada la cazuela donde nos metían allí a todas apretadas a presión "literalmente" Incluso había un hombre que se llamaba el Apretador  que se enctagaba se hacer más hueco entre nosotras para hacer más espacio y que entrasen más mujeres, nos empujaba y toqueteaba como quería y más de una vez había tocado más cosas de las que debía, y por más que nos quejábamos él siempre usaba la misma escusa: "Tengo que hacer espacio como pueda, apenas miro donde toco"  Un cuerno, este tipo era más cochino que los puercos que cría el granjero de al lado.  El espacio del corral de comedias estaba descubierto, había  un tablado para albergar el escenario dispuesto en el fondo del patio, a cuyos lados se instalaban gradas y galerías, con aposentos reservados para monarcas, familias de la nobleza y otros personajes, entre los que se encontraban mi padre, el rey André y como no... el asqueroso de Jouvet. Frente al escenario, separado por el patio de piedra del corral, se levantaba la estructura de un modesto hemiciclo con dos niveles; en el superior, lo llaman la "tertulia", suelen instalarse el clero y algunos sacerdotes , además del "aposento del alcaide", espacio de los Corregidores o Alcaldes. Y debajo de todo esto, se hallaba la "cazuela" de mujeres y bajo ella "el infierno donde yo me encuentro" los dos palcos alojeros, instalados en la galería baja, en la zona inmediata al zaguán de entrada al corral, en el porche situado al fondo del patio. Los hombres veían el espectáculo de pie, en el patio y a cielo abierto; al final del cual se reunían los temidos "mosqueteros", los considerados los defensores de la ciudad.   Parecía que todo esto del teatro no era más que un espectáculo soso de viejos, pero lo peor de todo es que esto era el mejor estadio para ligar.  Os preguntaréis como lo hacíamos, pues hombres y mujeres estábamos separados a metros de distancia. La respuesta es sencilla: Los abanicos.  Sí, habéis leído bien, las mujeres teníamos un lenguaje especial con nuestros abanicos. ¿Os resulta raro no? Pues os demostraré cual era nuestro secreto para ligar con los hombres... 1. Abanicarse rápidamente significa... Te amo con intensidad. 2. Abanicarse lentamente o Abanicarse de forma pausada, significa soy una señora casada y me eres indiferente. También si se abre y cierra muy despacio significa esto. 3. Cerrar despacio. Este cierre significa un "Sí". Si se abre y cierra rápidamente significa, "Cuidado, estoy comprometida". 4. Cerrar rápido. Cerrarlo de forma rápida y airada significa un "No". 5. Dejar caer el abanico significa: te pertenezco. 6. Cubrirse del sol. Significa que eres feo, que no le gustas. 7. Cubrirse los ojos. Con el abanico abierto, significa "Te quiero". Si se cubre el rostro puede significar "Cuidado, nos vigilan. 8. Pasarlo por los ojos. Si se pasa el abanico por los ojos significa, Lo siento. Si cierra el abanico tocándose los ojos quiere decir, "Cuando te puedo ver". 9. Cubrirse la cara con el abanico abierto, significa: Sígueme cuando me vaya. 10. A medio abrir. Apoyar el abanico a medio abrir sobre los labios quiere decir "Puede besarme" 11. Sobre el corazón. Apoyar el abanico abierto sobre el corazón o el pecho, quiere decir: "Te amo" o "Sufro por tu amor". Y lo peor de todo es que todavía hay más movimientos para ese extraño lenguaje. Patético.  Eso sí, en cuanto había un hombre apuesto todos los pelos se le levantaban del viento que todos los abanicos hacían en su dirección, incluso me atrevería a decir que resultaba cómico.   —¡Yujuuu!—Gritó la voz de Chloe justo a mi lado.  Hice una pequeña mueca y la miré de reojo, aquí la tenía a mi lado gritando e intentando llamar la atención de los mosqueteros del piso de abajo.  Y eso era un buen ejemplo de princesa madura y respetuosa. Rodé los ojos mientras una pequeña sonrisa se formaba en mis labios.   —Dios mío, son preciosos—Murmuró mi amiga tapándose los labios con su abanico.  Noté una mirada puesta en mí y mis ojos no pudieron evitar reparar en Jouvet, sentí como la bilis quería subir por mi garganta y soltar toda la comida, pero era un señorita y no podía permitirme ese lujo.  Me guiñó un ojo mientras una pequeña y pícara sonrisa se formaba en sus labios. Rápidamente alcé mi abanico y fingí refugiarme del sol (Irónico, más que nada porque era de noche) Pero tal y como os he contado, le he llamado al tipo que es más feo que un cardo borriquero. Él hizo una mueca y juntó sus manos suplicante mientras me miraba fingiendo un puchero, cerré el abanico de forma brusca y rápida dando así la respuesta "no"  Después, miré a otro lado fingiendo no estar atenta a él. Pronto todas las antorchas que rodeaban el corral de comedias comenzaron a encenderse dándole así una hermosa ambientación.  Al poco tiempo los actores salieron a recibir al público, parecía que la obra se desenvolvería en un ambiente tétrico pues los representantes salían envueltos en elegantes capas negras. todo estaba en completo silencio incluso la obra carecía de música ¿Pero que era aquello? El calor comenzaba a inundar mis mejillas y comencé a abanicarme rápidamente haciendo así que Jouvet volviera a mirarme, hice una mueca y rápidamente cerré el abanico.  Solté un pequeño suspiro y me apoyé sobre la barandilla de madera con gran pesar y aburrimiento.  Pronto mis ojos captaron una figura oscura y extraña que se deslizó con agilidad por los tejados del teatro, me incorporé de golpe y pestañeé varias veces para asegúrame de que aquello no habían sido efectos del calor.  Me quedé quiteta unos minutos mirando al cielo y con mis cinco sentidos alerta, mi corazón se aceleró de golpe cuando vi de nuevo otra sombra, aunque... después me di cuenta de que solo había sido un pequeño pájaro que volaba vagabundo y sin sentido. Seguí con la mirada el vuelo que seguía el ave y de pronto de detuve en un punto exacto.  La luz del fuego de las antorchas iluminó aquella silueta y el brillo de aquellos ojos verde esmeralda apareció de nuevo.  Era él.  De nuevo aquel joven se había cruzado en mi vida. No supe por qué, ni tampoco entiendo porqué, pero no pude evitar quedarme fijamente embobada en él, la penumbra de la antorcha iluminó más su rostro y pude apreciar como se escapaban de su capucha cabellos rubio y rebeldes.  Él miraba a un punto fijo del escenario aunque al parecer se percató de mi mirada, dirigí mis ojos azules a otro lugar mientras sentía mis mejillas arder, sin embargo poco a poco volví a mirarlo y al parecer el también lo hacía, ambos comenzamos un duelo de miradas, haber cual de los dos podía más. Me sentía completamente atrapada con aquellos ojos esmeralda y pude notar como él apartaba su mirada e intentaba mirar a otra parte aparentemente incómodo, se removía en su sitio y luego con disimulo volvía a posar su mirada en mí.  Mis ojos se plasmaron en los suyos con más intensidad y por un instante de tiempo pensé que ambas miradas se estaban fundiendo en una sola, sin embargo la mirada de él hizo que un escalofrío inundase mi cuerpo de golpe, sus ojos agudos como los de un gato se entrecerraron mirándome con una mezcla de odio y repugnancia, no pude evitar sentirme tremendamente mal por aquel acto. El chico, al fin despegó sus ojos de mí y pareció sacar algo de su cinturón justo antes de desaparecer en la oscuridad de la noche.  Pasaron los minutos, e incluso las horas, el extraño joven había desaparecido y la obra discurría con tranquilidad, pero, por alguna extraña razón una sensación rara inundaba mi cuerpo, un extraño presentimiento que lo enlazada con aquella mirada esmeralda.  Algo estaba a punto de ocurrir y lo sabía.  Las antorchas comenzaron a apagarse una a una con sucesiva rapidez hasta que todo el corral quedó completamente a oscuras iluminado únicamente por la luz plateada de la luna.  Algunas mujeres comenzaron a gritar, bien por miedo o bien por hacerse notar entres los caballeros del piso de abajo. Los mosqueteros sacaron sus espadas por instinto y pronto formaron un círculo formación.  Pensaban que la pérdida de la visibilidad sería lo más grave, pero lo peor aún estaba por llegar. Un leve, casi inaudible sonido captó mi atención, miré al suelo y contemplé con el ceño fruncido una pequeña esfera metálica rodando hacia nuestros pies. Intenté agacharme con dificultad y recogerla, pero entonces aquella explotó soltando con sigo un extraño gas, o mejor dicho niebla blanquecida que ocultó toda la cazuela de las mujeres. Comencé a toser con exageración, no podía respirar, y tenía la terrible sensación de que me estaba ahogando, miré a mi alrededor y contemplé como todo el teatro había sido cubierto por aquella extraña niebla.   —Dios mío ¿Qué es esto"— Decían algunas mujeres.   —¿Qué esta ocurriendo?   —Voy a buscar a mi esposo inmediatamente.  Un estruendoso sonido retumbó en todo el estadio, después a este le siguió un grito desgarrador.   "Un disparo"  No fue el último, en cuestión de segundos una oleada de disparos comenzaron a escucharse por todo el corral de comedias, una y otra vez aquellos sonidos se entremezclaban con el son de los gritos de las mujeres a los que comenzaban a unírsele los de los hombres.  Las mujeres se agolparon  unas con otras, gritando y corriendo de un lugar para otro, no podíamos ver nada, todo nuestro campo de visión estaba nublado por aquel extraño gas, conseguí vislumbrar una silueta cargada con un fusil que disparaba frenéticamente a todo su alrededor intentando así acabar con el máximo número de vidas posible, recargaba y disparaba, sin apenas un temblor en sus manos.    Caminé con algo de dificultad por los pasillos, tenía que encontrar a Chloe y a mamá como fuese y salir de aquel lugar , tropecé con algo que me hizo caer al suelo y no pude evitar reprimir una arcada al comprobar que era el c*****r de una mujer que yacía muerta en el suelo. Una oleada de terror comenzó a inundarme ¿Qué estaba pasando? ¿Cómo podía cambiar el destino en tan poco tiempo?  Sentí mis ojos aclararse y poco a poco mi campo de visión parecía volver. Los efecto de la niebla comenzaban a desaparecer, pensé que sentiría alivio, pero por desgracia no fue así, la triste realidad era que prefería que mis ojos permaneciesen ciegos en aquellos momentos.  Decenas de c*******s, heridos y mutilados se arrastraban por el suelo buscando la poca oportunidad de vivir que les quedaban.  Escuchaba a los parisinos gritarse unos a otros para llamarse, especialmente los niños que llamaban desesperados a sus padres, o amantes secretos que se llamaban a gritos una y otra vez.  Mi corazón latía con fuerza y mis ojos comenzaron a empañarse de lagrimas. Distinguí aquel pomposo vestido amarillo a lo lejos, la impotencia se adueñó de mí y gateando me arrastré hacia ella. Chloe yacía tendida en el suelo sin movilidad en su cuerpo y con una característica palidez en su piel   —¿Chloe...?—Comencé a decir mientras me acercaba a ella—¡¡Chloe!!  Me agazapé junto a ella y la giré para que quedase de cara a mí, mi rostro se ensombreció cuando reparé en la gran herida de bala que había en su estómago.   —No... No... ¡¡NO!!—Grité con desesperación y maldije a los desgraciados que habían causado aquello.  Recosté a mi amiga sobre mis piernas y la zarandeé levemente con la esperanza de que abriese los ojos.  —Chloe... Chloe por favor no... no te vayas—Sollocé mientras me sentía víctima de la ansiedad, me llevé las manos a mis cabellos y los agarré deshaciendo mi moño levemente.  Abracé el cuerpo de mi amiga con fuerza y le aparté los cabellos rubios pegados a su rostro hasta que sentí un pinchado agudo sobre mi garganta. Alcé mi rostro poco a poco y con cautela y me percaté que alguien estaba apuntándome con el filo de una gran catana, una mirada de desprecio se apoderó de mí, especialmente cuando lo vi.  Sus ojos.  El chico de ojos verdes estaba parado justo delante de mí mientras me miraba amenazante con su espada en mano. Lo miré con odio, rabia e impotencia, una mirada no muy diferente a la de él.  Sus labios se curvaron dejando a relucir una perfecta sonrisa, una llena de maldad y prepotencia.   —Te lo dije, te dije que al fin y al cabo acabarías siendo mía.
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