Layla sabía todo lo que pasaba en la vida de Leonel: quién lo visitaba, cuánto duraban, si era posible, cuáles eran los temas que discutían mientras estaba allí, y también supo cuándo salió del hospital. Kamal tenía su propio juego de cartas. Todos se habían quedado, Selene y él parecían llevarse mejor, Farah no la había insultado, y Nala estaba en paz con la idea de que su esposo y ella estuvieran en la misma habitación solos.
—¿Qué traman?
—Nada.
—Ya... —respondió Layla.
—Eres mi mejor amiga y él es mi hermano. Es egoísta y suena loco, pero a él lo criaron para hacer justo lo que está haciendo: ser rey y proteger a su reino. Si Selene pudiese tener un bebé, yo sería el primero en decirte que te divorcies y que resuelvan, pero no se puede. Creo que la semana que viene es tu semana de ovulación y deberían aprovecharla.
—Qué opinado.
—Sabes una cosa, si mañana me dejaran de mi mujer, la próxima pareja que tenga tiene que querer sí o sí a mis hijos. Tiene que ser responsable, amorosa, entender mi situación de vida y no le importe nada más. Creo que nadie en realidad lo va a entender y me parece que perder tu reino, dinero y tiempo por un hombre es estúpido.
—Tú renunciaste al reino por ella.
—Sí, pero es la mamá de mis hijos y ese reino nunca ha sido mío.
—A mí tampoco, soy la tercera hija de un rey que me resintió no ser hombre toda la vida.
—Y todo un reino te adora, desde Azalam hasta Ramil. Todos te admiran y adoran, y creen que puedes hacerlo todo. La gente quiere que les escuches y resuelvas sus problemas. Deja de subestimarte. Si te vas, no solo afecta la imagen del rey todopoderoso, sino del reino, la vida del pueblo.
—Dile a tu hermano que almorcemos juntos y a solas. —Layla besó la mejilla de su cuñado y fue directo a bañarse.
El presidente Westborn y ella habían hablado de un prenupcial mientras esperaban a que Leonel se recuperara, y el hombre y ella discutieron todas las cláusulas de infidelidad que al principio él no creyó que Layla rompería por nada. El hombre vio sorprendido a Layla y le preguntó:
—Al menos ¿lo amas?
—¿A quién?
—A Leonel, mi nieto.
—Me interesa.
—¿Lo amas?
—No sé...
—Lo sabes, hija, definitivamente lo sabes.
—No importan mis sentimientos. —Importan porque si es por una aventura, voy a darte un consejo: vete con el rey, discúlpate e incluso finge que no ha sucedido nada. Pero si lo amas, entonces, el consejo es diferente.
—¿Cuál es el consejo?
—Pelea por lo que quieres, porque en dos años la decisión será mucho más compleja. Tendrás un hijo al que adorarás y un hombre al que amas, y todas las mujeres concuerdan en una cosa: pueden vivir sin un hombre, pero no sin sus hijos. Y a ti... te criaron como a una máquina. No puedes decir "te amo", no puedes decir "qué miedo", y creo que nunca se te ha permitido decir "no" sin castigarte por ello. Layla, yo mejor que nadie sé que no puedes elegir dejarlo, pero conozco a Leonel, y él es un tipo que siempre va por el oro, no queda en la lista de participantes ni en la oscuridad. No es el hijo de un rey, pero es el nieto favorito de un presidente. Él siempre tiene la atención sobre él, y no sé cuánto le durará lo que ofreces.
De todos modos, el hombre había sido de ayuda para ella. Había solicitado un postnupcial para los temas de custodia y divorcio con su esposo. Sus condiciones eran simples: Kamal tendría que firmar los documentos del divorcio primero, luego discutirían el postnupcial con respecto a la crianza de sus hijos y finalmente se llevaría a cabo la inseminación. Ella esperaría a que fuese el mejor momento para su hijo y anunciarían la separación del rey y la reina. Layla podría mantener su participación en el consejo y decisiones que involucraran a su reino hasta que su hijo cumpliera 18 años, y tendría derechos de visitación constante y visitas totales.
Kamal observó la propuesta de su mujer.
—Layla, no puedo firmar este acuerdo.
—¿Perdón?
—Nuestro hijo tiene hermanos, ¿y en qué momento socializa con ellos si está contigo todas las vacaciones o fechas especiales?
—Tú lo tendrás más días al año que yo. Su nacimiento va a ser a través de mi v****a. No entiendo por qué tienes que tenerlo tú.
—No estoy diciendo que no, pero no soy un donador aleatorio. Soy su padre y tu esposo. Merezco un poco de respeto y consideración.
—Es una propuesta.
—En aras de mi buena fe, firmaré el divorcio, llamaré a los médicos y vendrán a inseminarte. Discutiremos la custodia durante los próximos seis meses. Al sexto mes de embarazo, si no estamos de acuerdo en nada, te daré el gusto de hacer lo que quieras.
—¿Lo que yo quiera?
—Sí.
—Vale. —Dice la princesa y firma.
Los médicos de fertilidad conocían la situación de Kamal y su esposa. Habían atendido a Selene y Kamal durante el proceso de aborto. Estuvieron al pie de la letra con Selene, habían estudiado a Layla y Kamal, y habían hablado de varias formas en las que podrían tener un hijo con el menor contacto posible.
—Lo ideal es que la princesa esté pendiente de su ovulación y que la vea un médico. Tenemos amigos allá para que los atiendan con discreción.
—Los queremos a ustedes.
—Si estás cerca de la ovulación y el rey ha dado la noticia, su mejor oportunidad es extraer el óvulo, inseminarlo con el más fuerte, esperar cinco días, realizar la transferencia y esperar que no se caiga.
—Podemos elegir el sexo.
—Sí, pueden tener sexo —bromea el médico—. Kamal, si rezas bien, será varón.
—Si lo quieren ya, ya, ya, no pueden ser quisquillosos.
—Cómo se llama el médico? —pregunta Layla.
El médico les informa que ha comprado todo un hospital. Los Pieth prometen estar allí tan pronto como consigan un vuelo, y el rey les informa que enviará transporte para ellos. Luego salen juntos de la habitación y van directo al hospital. Se encuentran con el médico. Este les explica lo mismo que los Pieth, pero habla de la reducción de riesgos con esa técnica, puesto que no hay uso de hormonas para madurar el óvulo. Kamal toma la mano de Layla mientras escarban en su interior.
—Está muy cerca, creo que en uno o dos días podríamos extraer ese óvulo. Está en 13mm, y son dos los que podemos utilizar. —comenta el médico—. ¿Desean gemelos?
—Sí.
—No. —Layla suelta la mano de Kamal y le mira a los ojos.
—Dos siempre es mejor que uno.
—¿Y quién será rey, o dividimos de nuevo el reino?
—El primero que nazca —resuelve el médico.
—Un solo bebé. No voy a hacer sentir mal a alguien por haber nacido dos minutos antes o después.
—Yo me siento mal.
—A nadie le importa, Kamal. —Los dos ríen, y el médico les informa que pueden regresar mañana. Luego se despide de la pareja.
Layla y Kamal deciden darse una vuelta por la hermosa ciudad en la que están. El joven la invita a dar un paseo en yate, uno corto, y ella le ve como si estuviese loco.
—Es solo un día.
—Kamal, tenemos que estar aquí.
—Mañana nuestros médicos estarán aquí, y tal vez si te lo pasas bien hoy, nuestro hijo sea extraordinariamente feliz.
—Bueno... ¿Y Selene?
—Selene, ha volado sola a Grecia.
—¿Está bien su familia?
—Sí, su sobrina cumple años, y pensó que era una buena idea sorprenderla. Y pidió que le llevaran a los niños ahí.
—O sea, tu papá está a la cabeza del reino.
—Está más feliz que nunca —responde con sarcasmo.
—¿Y por qué no has ido con ella?
—Tengo que embarazarte, y no quiero amargarle el rato a mi esposa con su familia.
—Tú eres su familia—le recuerda Layla y él sonríe.
—Layla, si voy cuestionarán dónde está mi segunda esposa y fastidiarán a Selene. Puede ir y fingir que estamos peleados.
—Mañana donarás tu semilla y tomarás un vuelo para estar con tu familia. En 20 días te cuento si seremos papás o no.
—¿No te emociona en absoluto? —el príncipe le toma de las caderas y sonríe. Ella se contagia y sabe lo que pedirá después, por lo que responde:
—Un poco, pero no tendremos gemelos.