El sonido del motor de un auto n***o me hizo sobresaltar. Al asomarme por la ventana, vi una SUV negra con vidrios oscuros estacionándose frente a mi edificio. Mi corazón se aceleró, aunque intenté mantener la calma. No era la primera vez que me veía envuelta en algo peligroso, pero había aprendido que la precaución era tan necesaria como la valentía. —Kendra, es tu transporte —dijo Amalia, cruzando los brazos con una mezcla de preocupación y resignación. —Lo sé… —murmuré, respirando hondo mientras recogía la pequeña maleta que había preparado—. Dos noches. Esto es solo un juego… y yo decido cómo jugar. Me acerqué a la puerta y bajé con pasos firmes. La SUV negra estaba lista, su motor rugiendo suavemente como un animal acechante. Una puerta se abrió y un hombre con traje oscuro se incl

