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1922 Words
Restricción Mia estaba terminando de arreglar el cabello de Yaina para salir a caminar por los jardines interiores. La emperatriz no había sido capaz de comer mucho por lo que Lucy y Mia habían tratado de distraerla. La cena tan esperada había resultado un desastre y había alterado aún más su sueño y estado de ánimo. - ¿Está bien esta cinta, majestad? - preguntó Mia mostrándosela a través del reflejo del espejo, pero Yaina no respondió, perdida en sus pensamientos. La doncella miró a Lucy preocupada, pero no dijo más. - He preparado un jugo de frutas para cuando regrese, majestad. - dijo Lucy arreglando las faldas del vestido cuando se levantó - Mia la acompañará. Lleva una manta si hay brisa y una sombrilla. - Yaina no respondió. Un golpe en la puerta las sacó de la conversación y Mia se acercó a la puerta - Mayordomo, - dijo saludándolo mientras el hombre entraba y se inclinaba ante la emperatriz. - Buenas tardes, majestad. - le dijo formalmente - He venido a informarle que, debido a la cercanía de la partida de la expedición y la cantidad de funcionarios y personas externas al palacio, se han suspendido sus paseos al jardín central. - vio como Yaina lo miraba con asombro, pero controlaba su expresión con rapidez - Considerando que sir Arak está participando de las reuniones previas como comandante de los caballeros imperiales no podemos dejar que se exponga sin una escolta. - ¿No pueden asignar a otro caballero para que acompañe a la emperatriz? - le preguntó Lucy. - Me temo que la escolta de la compañera del león la designa el propio emperador o Sir Arak y su majestad no ha dicho nada al respecto. - Ya veo. - dijo Yaina con una sonrisa educada. - Además, he organizado que sus alimentos sean traídos a la habitación para que disfrute del descanso. Al hacer una seña, un sirviente abrió las puertas y varios carros se dispusieron en fila para ser ingresados a la habitación, pero Lucy y Mia se apresuraron a detenerlos. - ¿Qué hacen? - gritó Lucy -¿Quién ha dispuesto esto, mayordomo? - Es como si estuvieran encerrando a la emperatriz. - exclamó Mia a su vez - ¡No pueden hacer eso! - Sugiero que hagan caso a lo que se ha ordenado. - les dijo Marcus serio - Es por la seguridad de su majestad - ¿Seguridad? ¡Esto es convertirla en prisionera! - Dejen que entren los carros. - interrumpió Yaina sin mostrar emociones - Informe a su majestad que seguiré su consejo. Puedes retirarte, Marcus. - Gracias majestad. - dijo inclinándose y saliendo de la habitación tras los sirvientes. - ¡Majestad! - reclamó Mia molesta - ¡No pueden hacer eso! Tenemos que hablar con el emperador. - Nadie hablará con él. - dijo tajante - Lo prohíbo. Quedan tres días para que la delegación parta. Ambas doncellas se inclinaron en respuesta mirándose entre sí, ansiosas. - Lo siento, majestad, no quise...- dijo Mia disculpándose. - Déjalo. - dijo Yaina sentándose en el sillón junto a la ventana mirando al exterior - Llévense esa comida. - ordenó - Repártanla con las otras criadas. Que nadie entre a mi habitación. Ustedes tampoco. Quiero descansar. Si las necesito las llamaré. - Sus órdenes majestad. - dijeron llevándose consigo los carros y cerrando la puerta tras ellas. En cuanto llegara la noche hablarían con Sir Arak por lo sucedido. Yaina suspiró masajeando sus sienes. Pronto tendría que tomar una decisión. Trabajando por Yamain Yaina atravesó el portal que había abierto en la gran sala de diseño de la Torre de magia. Aspiró el aire disfrutando las combinaciones de pociones y piedras mágicas en uso. Los destellos que se observaban en las mesas de trabajo, de las manos de los magos chisporroteaban por todo el lugar lo que le daba un aire de energía y movimiento al trabajo. El Taller era de gran tamaño, rodeado de estantes llenos de cuadernos que contenían el registro detallado de los proyectos en curso. Los magos iban y venían inclinándose ante ella al verla pasar en la ilusión. - Bienvenido, maestro. - dijo el joven Dion acercándose a ella quien vestía las ropas de Maestro de la Torre. - Hola, pequeño. - dijo con voz grave y masculina alborotando su cabello - ¿Cómo han estado tus clases? - Estoy aprendiendo a concentrar mi maná. - Vaya, eso es bueno. - le dijo sentándose en el taburete de su mesa de trabajo en el sector más alejado del taller junto a la ventana - Cuando sepas como canalizarlo dentro de ti, comenzaremos a usarlo en el ambiente. Yaina descubrió la capucha, revelando la apariencia masculina que le daba la magia de ilusión. No le gustaba gastar tanto maná para mantenerla en la Torre por lo que trabajaba la mayor parte en su habitación. Pero ahora era necesario para los alquimistas que traían las medicinas para la expedición y para sus propios magos que parecían felices de verlo trabajar a su lado. Sabía que cada Maestro daba el sello a su gestión y, por lo que había revisado en los diarios de los anteriores maestros, sabía cómo lo habían hecho. Su padre había sido reconocido por enfocarse en darle habilidades de defensa física a los magos, independiente de la magia, lo que les dio más autonomía y seguridad cuando debían realizar trabajos en terreno o expediciones en compañía de caballeros. Por su parte, cuando se convirtió en la siguiente maestra, había mantenido el entrenamiento como rama obligatoria a parte de las diferentes especializaciones en el mundo mágico como pociones, hechizos, magia de conservación, de tiempo, de movimiento, trasformación, magia de ataque y defensa y magia por atributo. Si bien no era una academia de magia propiamente tal, la Torre regulaba el alcance en el uso de la magia en todo el continente. Establecía las restricciones y las disciplinas que los magos registrados debían conocer a fin de hacer que la magia, los magos y su trabajo fuesen respetados y no perseguidos como cuando traspasaron la línea y rompieron los tabú acordados con los dioses en los inicios del mundo. Yaina miró su reflejo en la ventana y suspiró desalentada. En los registros de la Torre, no había detalles sobre la separación de un Maestro de Magia y su pareja, está solo se producía cuando uno de ellos moría. Para la Torre era una unión indisoluble, la espada y el escudo que protegían la magia. Desde la llamada de Alex y los últimos acontecimientos con su esposo, había pensado en dejar el palacio, pero no quería regresar al ducado. Como una emperatriz que abandonó a su esposo, los rumores y las consecuencias políticas para Corelia serían exponenciales y no podía hacer pasar eso a su familia. Refugiarse en la Torre era la opción más lógica dentro de las alternativas que no implicaran una confrontación política o pudiesen desatar la furia del león. Si iba a Odea, Kairon podría buscarla rápidamente, enviando a los caballeros o apareciendo el mismo, Lo que podría iniciar una guerra o destruyendo al ducado. Si se quedaba en la Torre tendría la protección geográfica ya que se encontraba en una zona montañosa de cimas escarpadas en la parte sur oeste del continente y con una barrera de ocultamiento extra a unos días a caballo desde el ducado Greyfox y cerca de la frontera con el reino de Gentian, un pueblo primitivo de guerreros de una r**a trascendental casi extinta que protegían a los magos a cambio de piedras mágicas y pociones. Los humanos no se atrevían a cruzar los terrenos de Gentian debido a los mitos y leyendas y Greyfox no tenía caminos públicos que condujeran a la Torre al declarar que sus terrenos eran privados y para uso exclusivo del ducado como una forma de proteger a Yaina y a la Torre. El imperio de Yamain era un gran imperio ubicado en el noreste del continente, limitando con Odea y el reino de Flix, pero no tenía soberanía sobre la Torre o ningun mago que estuviera registrado en ella. Ningún humano normal, bestia o espíritu podía entrar a la Torre sin su permiso y eso era especialmente supervisado por la misma Torre bajo poderosos hechizos y barreras de protección. Generalmente los extraños que ingresaban a la Torre eran llevados por un mago designado y conectado a través de un contrato de trabajo. El carácter aislado del lugar le daba un aire de misterio y leyenda lo que había ayudado a mantener la figura del Maestro de la Torre sin que se notaran los cambios en los maestros al pasar de los siglos por la gente externa e incluso las generaciones de magos. Pero si los registros podían dar cuenta de los cambios en el estilo de gestión de cada maestro y los cambios en los escoltas cada ciertos años. La fama que había adquirido la Torre desde hace varias generaciones gracias a los miembros del linaje Corelia que se convirtieron en maestros, era el ser neutrales y no inmiscuirse en las disputas entre naciones. El Maestro de Magia no se inclinaba ante ningun gobernante, cualquiera fuera su poder o territorio y los reyes y el emperador habían aprendido a respetar eso a lo largo de los años. Si Yaina se quedaba en la Torre, solo debía convencer a ésta que dejara de reconocer a Kairon como su compañero para recuperar el sello del escudo y por ende, quitarle el libre acceso a la Torre y a ella. Si Yamain necesitaba magos, podía enviar a sus propios embajadores en vez de asistir ella misma como maestro. No debía lealtad a ningún reino, solo a la Torre y a los principios que lideraba. - ¿Está bien, Maestro? - le dijo Dion preocupado ya que le había hablado varias veces y su maestro parecía no escucharle. El joven había entrado a la Torre para estudiar como lo habían prometido los señores que estuvieron en su casa esa noche, pero nunca hubiese imaginado que el joven noble que lo había ayudado era en verdad el Maestro de la Torre en persona. La sorpresa pasó a la admiración y a la lealtad absoluta a medida que aprendía y escuchaba las historias del dueño de la torre y el ver con sus propios ojos lo duro que trabajaba y lo que le preocupaban todos los magos, independiente de su origen y estatus. Dion no quería defraudarlo por lo que se esforzaba mucho en sus estudios y en sus responsabilidades asignadas. A días de llegar, había notado que la Torre misma los cuidaba como una madre, apoyándolos y regañándolos cuando era necesario, tratando de cubrir sus necesidades según las reglas del maestro. Dion vio que el Maestro giraba para mirarlo con esos ojos rojos que le llamaban la atención, pero que ahora parecían tristes. - Todo bien, pequeño Dion. - le dijo despeinando su cabello para luego levantarse y caminar hacia una gran puerta que daba paso al sector de preparación para despacho de las solicitudes y donde habían numerosas cajas con contenedores y frascos - Vamos a trabajar. - miró a unos magos que se inclinaron cuando lo vieron - ¡Sigamos con los sellos! - exclamó Yaina mientras activaba la magia de sus manos canalizando la Magia de la Torre. Solo usaría su propia magia para lo que había preparado para Kairon y sus caballeros. Ese sería su último regalo como emperatriz y compañera del león.
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