Capítulo 2

1602 Words
Llegamos a la mansión y Rafael el doctor que siempre nos atendía salió a recibirnos. Entre los dos entramos a Danilo y él se lo llevó para atenderle. —¿Estás bien, pequeña?—preguntó la afectuosa y calmada voz de Ben. —Sí, estoy bien—dije dejando que me abrazara. Ben era como un segundo padre para mí. Fue la única persona que estuvo ahí cuando pasó lo de mi papá. Me había rescatado y cuidado después de que me golpearan. Me había apoyado moral y sentimental en todo momento, gracias a él había sido capaz de sobrevivir a aquella tarde. Benjamín Castro, Ben como cariñosamente me gustaba llamarlo, fue quien me contó el motivo y la verdad oculta tras el asesinato de mi papá. Durante meses me entrenó y enseñó todo lo que necesitaba para poder destruir al culpable de todo, un hombre sin escrúpulos que no solo había destruido mi vida, sino la de muchas más personas, incluido Ben. —Vamos, entremos para que pueda curarte esa herida—dijo llevándome hasta su despacho. Era mi lugar favorito de la mansión después de la biblioteca. Cuando estaba en su despacho me sentía en paz, sentía que realmente todo estaría bien, que podía ser capaz de olvidar todo lo que había pasado, que podía ser feliz. El olor a incienso llegó hasta mí en cuanto abrió la puerta y no pude evitar sonreír, era el mismo incienso que a papá le gustaba. Nunca fue algo que me atreviera a decirle a Ben, pero supongo que gran parte de la confianza y el cariño que le tenía se debía a lo mucho que se parecía a papá. Aunque no entendía porque me costaba tanto admitirle eso, y más cuando él había sido honesto y sincero conmigo desde el comienzo, nunca me había ocultado nada, ni siquiera el hecho de que le recordaba a su difunta hija. Una joven de mi edad que también había sido brutalmente asesinada por la persona que mató a mi padre. Tal vez tenía miedo de que sintiera que solo era el sustituto de mi padre, cuando nunca habría un sustituto para él y a Ben le quería sinceramente como a un padre, o quizás era yo la que tenía miedo de estar desplazando a mi padre. —¿Irás a verle hoy?—preguntó comenzando a curar la herida de mi brazo. Siempre me había dado las mejores atenciones y cuidado con el mayor de los amores. El que formara parte de mi vida de esta forma tan incondicional sería algo que nunca sería capaz de agradecerle lo suficiente. —Como todas las tardes. Aún no estoy preparada para dejarle ir. No puedo solo ir a verle los días de aniversario o en su cumpleaños. Necesito sentir que de alguna manera aún está cerca de mí, aún está conmigo—dije luchando con las emociones que se formaban en mi interior y amenazaban con salir al exterior. Siempre había odiado demostrar mis sentimientos, no me gustaba provocar lástima o pena en las personas y menos gestos hipócritas. —¿Sabes que eso solo te daña a ti? Alexa, cuando perdí a mi hija sentí que el mundo se me desmoronaba encima, todo perdió el sentido para mí. Hice que la incineraran y no había quien fuera capaz de separarme de sus cenizas—hizo una pausa y sabía lo doloroso que era para él relatar esa historia. Había amado a su hija con todo su alma, al igual que yo a mi padre y a ambos nos arrebataron a las personas que más amábamos—Hasta que supe que ese cabrón estaba destruyendo la vida de muchas más personas. Ahí me di cuenta de que tenía que dejarla ir, que tenía que centrarme en destruirlo a él y salvar al resto de los que estuvieran en su lista. Sabes está historia, te la he contado miles de veces y ¿Sabes por qué lo hago?—preguntó con el más comprensivo de los tonos y yo le indiqué que sí con un movimiento afirmativo de mi cabeza. Lo hacía para que entendiera a lo que nos enfrentabamos, para que aprendiera de sus errores y no los cometiera, para que no fallara y lograra destruirlo—Entonces no repitas mis equivocaciones, sé que lo acabarás entendiendo solo necesitas el tiempo necesario. Pero lo harás, así como yo lo hice el día que te encontré en tu casa, cuando te cuidé, te entrené y preparé para que fueras la mujer que eres hoy. Ese día comprendí que yo tenía que haber perdido a mi hija para poder hallar en ti una nueva hija, y que los dos teníamos un propósito en esta vida. El mio, prepararte y proveerte de todo lo que necesitas para lograr hacer lo que tienes que hacer, y el tuyo es conseguir desmantelar toda su red y terminar con él y con todo el sufrimiento que ha provocado. Alexa, tú no sobreviviste esa tarde por nada, lo hiciste porque tú eres la elegida, la única que tiene la fuerza y el valor suficiente para ponerle fin a todo esto, para evitar que más personas pasen lo que nosotros pasamos. —Lo sé Ben, y puedes estar seguro que lo haré. Vengaré la muerte de mi papá, la de tu hija y la de todas esas otras personas así sea con mi última gota de sangre, pero lo haré—le dije mientras me levantaba y besaba su frente con cariño—Pero no me pidas que le deje ir, porque aún no estoy lista y porque sin él no podré hacer esto. *** Me había tomado más de tres horas llegar hasta aquí, la mansión en las afueras suroestes de la ciudad y el cementerio al noroeste. Era un viaje agotador pero no dejaban de hacerlo nunca, los únicos días que no vine a verle fueron días que estuve hospitalizada o tan deprimida por su muerte que no tenía fuerzas para nada. Papá se encontraba en una tumba privada, Ben se había encargado de todo el papeleo necesario para su entierro mientras yo me recuperaba en el hospital, solo me habían dado permiso los doctores para asistir a su funeral. Ben no escatimó en gastos y eligió una de las tumbas más bonitas del lugar, era un mausoleo que le costó miles de dólares adquirir. Retiré las flores que estaban en la jardinera y coloqué las que traía. Me gustaba cambiarle las flores todos los días, no quería que ni una sola estuviera marchita. Pasé la mano por la inscripción de su lápida y las lágrimas llegaron a mis ojos. «Siempre serás mi héroe, papá» Había sido la inscripción que elegí para él. No era la más clásica de todas, pero si era única de nosotros dos. Desde pequeña había tenido fobias de varios tipos, a la oscuridad, los espacios vacíos y las arañas, pero mi papá siempre había estado ahí para ayudarme a luchar contra ellas y superarlas. Me acuerdo como cada vez que tenía un ataque, él me tomaba en sus brazos y lograba calmarme con sus palabras y afectos. Yo le decía que era mi héroe y él reía diciendo que yo era la heroína y que era la persona más valiente que existía en este mundo. —Hola papá, me cogió un poco tarde hoy. La floristería estaba cerrada y tuve que buscar otra—dije sentándome junto a la tumba sin apartar mis manos de su lápida. Me gustaba hablar con él por horas como hacíamos antes, hacía que le sintiera cerca, como si nada hubiera pasado y no como era realmente que estaba demasiado lejos de mí, tan lejos que nunca volvería a verle. Limpié las lágrimas de mi cara y suspiré. A pesar del tiempo que había pasado, no era más fácil. Se suponía que el tiempo lo curaba todo pero a mí no me cerraba la herida que tenía en el medio de mi pecho—¿Recuerdas del cachorro del que te hablé? Sí, ese pastor alemán que encontramos en la calle Fabián y yo. Pues lo adopté, se llama Philips y no veo la hora de que lo conozcas. Te prometo que lo traeré pronto, solo necesito que sea un poco más centrado. Sí lo vieras papá, es un revoltoso, no se está quieto a ninguna hora del día, hace sus necesidades en cualquier lugar, mastica todo lo que se encuentra, tiene el apartamento hecho un verdadero desastre, pero cuando te mira con esos ojazos de buena gente que tiene eres incapaz de regañarlo. Estoy segura de que te hubiera encantado, siempre te gustaron mucho los animales. Papá te extraño mucho, a veces finjó que estás de viaje y que pronto regresaras, que tu ausencia es solo algo pasajero, temporal. Pero pasa el tiempo y nunca vuelves y no puedo evitar añorarte demasiado. ¿Por qué tuviste que involucrarte con ese tipo de gente papá? ¿Por qué nunca me dijiste que tenías problemas? Lo hubiéramos resuelto juntos como la familia que éramos, nada de esto tenía porque pasar, tú no tenías porque haberte ido. Ahogué un sollozo en el momento que sentí el sonido de una rama partirse y me puse en alerta. Llevaba meses viniendo a estas horas al cementerio y nunca había personas aquí, preferían venir en la mañana e irse rápido. Los pasos siguieron y estaban acercándose, saqué la pistola de mi cinturón y le quité el seguro cuando vi una sombra masculina entre los árboles. No sabía quién era, ni qué quería pero de seguro nada bueno sería.
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