Capítulo 5

1606 Words
Entramos a la habitación y Saúl se encargó de las maletas. En realidad era un muy buen hombre y un completo caballero. Al igual que a mí a él no le gustaba ni un poco toda esta farsa que estábamos montando pero no nos quedaba de otra. —Está aquí, se suponía que llegaría en tres días—dije hablando por teléfono con Ben. Nos había pedido que le mantuvieramos al tanto de lo que pasara en todo momento. —Es algo normal, muchas veces las personas de su tipo suelen aparecer antes de lo esperado para evitar cualquier ataque o emboscada. Saben bien lo que tienen que hacer, no puede haber errores, Mauricio no dejará pasar ninguna muestra de maltrato en su presencia pero tienen que ser convincentes Alexa, ni tú ni Saúl pueden permitirse ni la más pequeña de las equivocaciones o él se dará cuenta de todo y el plan se irá a la porra—advirtió Ben y su voz se escuchaba más autoritaria de lo normal, pero comprendía que estaba bajo el estrés de que todo saliera bien. Él al igual que yo había esperado este momento y no quería que nada lo arruinara. —Todo saldrá bien, puedes estar seguro de ello. No permitiré que haya ningún falló—le aseguré tras lo cual colgué. Necesitaba descansar y recuperar fuerzas para enfrentar lo que se avecinaba. *** Desperté y por un momento me quedé desorientada al no reconocer la habitación en la que me encontraba pero rápidamente todo cobró sentido en mi cabeza y recordé todo lo sucedido la noche anterior. Sonreí al leer un mensaje de Fabián diciendo que tanto él como Philips me extrañaban y esperaban que volviera pronto a casa. Amaba demasiado a ese hombre y a ese trastillo de cachorro que no paraba de arruinar todo en casa. Me levanté y salí de la habitación para ir a desayunar. No había el más mínimo rastro de Saúl por lo que le dejé una nota indicándole donde estaría. Al bajar me senté en una de las mesas de la terraza tras pedir un café con leche, lo único que me gustaba tomar en las mañanas era algo líquido. —¿Puedo sentarme señorita?—dijo una voz ronca y sensual a mis espaldas y al volverme me encontré con los imponentes ojos de Mauricio a la espera de una respuesta. Traté de disimular mi sorpresa por su repentino acercamiento. No iba a negar que anoche cuando nuestras miradas conectaron hubo algo que cambió, sé que se escucha como una locura pero algo pasó en mí, en el ambiente y me arriesgaría a decir que también en él, en el instante que nuestros ojos se fijaron en los del otro. —No creo que sea una buena idea que lo haga—dice dando un pequeño sorbo a mi café. Me hubiera encantado decirle que sí, que se sentara, y no entendí el porqué de esa súbita necesidad de que no se apartara de mi lado que de pronto estaba comenzando a sentir. Pero la parte razonable de mi cabeza me hizo atenerme al plan que habíamos trazado. —¿Lo dice por el hombre que la acompañaba anoche?—preguntó sentándose de igual manera frente a mí y no pude contener la sonrisa al ver su atrevimiento de sentarse incluso ante mi negación. Era un hombre decidido y eso me gustó en cierta manera. —Mi esposo. Sí lo digo por él. No me gustaría ocasionarle ningún tipo de problemas y menos aún chivarle sus vacaciones. Mario a veces es un poco complicado y es difícil hacerle entender las cosas—dije tranquilamente y pude ver como en su cara se formaba una mueca de desagrado al escuchar mis palabras, solo que tan rápido como apareció desapareció y su rostro se volvió inescrutable y muy intrigante. —¿Le puedo hacer una pregunta? ¿Qué hace una mujer tan hermosa como usted con un maltratador como él? Estoy seguro de que muchos hombres estarían más que dispuestos a tratarla como una reina, hay algo en usted que simplemente resulta fascinante y enigmático a la vez, es como si fuera una fuerza atrayente pero también algo mordaz y peligroso. No creo que una mujer tan maravillosa como usted merezca ese tipo de tratos—dijo y ciertamente sus palabras me dejaron completamente descolocada, principalmente porque lo que él acababa de describir que yo provocaba era exactamente lo mismo que él estaba provocando en mí. Me levanté de la mesa cuando divisé a Saúl, si quería que Mauricio creyera la historia que tratabamos de venderle tenía que hacerlo todo muy bien. Aunque hubiera algo que me impulsara a quedarme sentada en esa mesa junto a él. —Debo irme, créame ha sido un verdadero placer compartir este café con usted. —Mauricio, y me encantaría que comenzaras a tutearme Patricia. Quiero que sepas que estaré aquí para lo que sea que necesites, no sé por qué pero algo en ti me hace querer tenerte cerca y protegerte—dijo levantándose y besando suavemente mi mejilla como todo un caballero y por alguna extraña razón ese pequeño detalle me resultó más que encantador y ese casi imperceptible roce de sus labios con mi piel me hizo estremecer. —¿Tan bien estan fluyendo las cosas ya con el riquillo?—dijo Saúl una vez estuvo junto a mí, y aunque su tono de voz era neutro tenía la cara molesta y su lenguaje corporal era agresivo.—Mis respetos Alexa, realmente eres maravillosa. Ahora por favor borra esa tonta sonrisa de tu cara y pon una cara más acorde a una discusión y volvamos a la suite. Hay algo que necesitas ver. Subimos al ascensor y aunque le hice caso a Saúl y cambié mi semblante por uno de molestia, me desconcertó el que tuviera una sonrisa, ¿Qué diablos estaba haciéndome Mauricio Diestevan? Lo que Saúl quería que viera era un informe que nos había enviado Gisselle por correo, no contenía ninguna noticia agradable. Nos decía que debíamos restringir a solo lo mínimo imprescindible la comunicación con ellos porque podría suponer un riesgo. Además de que Mauricio me había mandado a investigar al igual que a Saúl. Gracias a Dios Gisselle se había encargado de crearnos una supuesta vida completa, desde nuestro nacimiento, padres, centros educacionales, círculo social, en fin todo. Los días pasaron y ya solo quedaban cuatro días para la fecha en que supuestamente Mauricio se marcharía del hotel. En estos sies días habíamos coincidido en todos los sitios del hotel, lo mismo en la piscina, que en el restaurante, la terraza y el bar. No habíamos vuelto a intercambiar palabras y a pesar de ello las palabras que me había dicho aquella mañana no paraba de dar vueltas en mi cabeza, ¿Acaso se me había insinuado? ¿A qué se quiso referir con eso de querer protegerme? ¿Y a cambio de que era ese ofrecimiento de ayuda de su parte? Mauricio me estaba creando demasiadas preguntas que no tenían respuesta, después de esa conversación me había dejado sin saber que pensar. Pero él no se había vuelto a acercar a mí aunque podía sentir el peso de su mirada en cada uno de mis movimientos y en cierta forma era algo que me gustaba pero también me preocupaba. El magnetismo que sentía hacia él cada vez que lo tenía cerca no había disminuido ni un poco y eso me estaba comenzando a asustar. Nunca un hombre había provocado en mí las sensaciones que Mauricio estaba haciendo aflorar, y tenía miedo del poder que eso le pudiera dar sobre mí. Lo único que me mantenía un poco tranquila era que notaba que él se encontraba en la misma situación que yo, no entendía que era lo que nos pasaba, pero fuera lo que fuera era algo mutuo y en cierto modo eso me asustaba aún más. —Está en la entrada, habla por teléfono. Alexa creo que ha llegado el momento, no podemos seguirnos arriesgando a que el tiempo pase y él se largue—dijo Saúl mientras tomabamos un jugo en la piscina como una pareja más del lugar. Tenía razón, no podíamos seguir alargando esto o la situación se nos iría de las manos, pero una parte de mí estaba reacia a volver a acercarme a él, algo en él hacía que mis defensas bajarán y eso no me agradaba en lo más mínimo, pero sabía que si quería lograr mi único propósito tenía que hacerlo, mientras más rápido acabara con la vida de todos esos infelices más rápido podría volver a tener una vida normal, me casaría con Fabián y finalmente podría volver a ser feliz. —De acuerdo, hagámoslo de una vez—dije y sin pensarmelo le lancé el vaso de jugo a la cara. El me miró contrariado, y juro que tuve que contener la risa para no arruinarlo todo. Pero no tardó en recuperarse y comenzar a gritarme. En menos de un minuto éramos el centro de atención de todos los presentes, incluido Mauricio quien incluso dejó la llamada que atendía para fijar su atención en nosotros. En el momento en que Saúl realizó el amago de querer golpearme le lancé a la piscina de un empujón y me marché de allí a toda leche aparentando estar hecha una furia. Pero no me pasó nada desapercibida la reacción de Mauricio y como trataba de contenerse ante toda la escena. Sin dudas habíamos logrado el primer paso del plan, ahora solo quedaba que le hiciera caer a mis pies.
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