Capítulo 10

1557 Words
★Mauricio★ Estaba vuelto loco, hacía demasiadas horas que había enviado a mis mejores hombres a buscar a Patricia. No podía creer que el animal de su marido la tuviera de nuevo. ¡Joder! Le había prometido que la protegería y en el primer segundo que la dejo sola es raptada por su esposo. Cuando supe por uno de los hombres que la escoltaba que su esposo se la había llevado inconsciente, creí morir, fue como si todo a mi alrededor se derrumbara en un segundo y una extraña sensación de vacío me inundó. Mandé a una docena de hombres a buscarla por toda la ciudad, pero ella aún no aparecía y lo peor era que no obtenía respuesta de dos de los carros, lo cual me preocupaba de más. Si ese tipo había sido capaz de matar a uno de mis hombres y al otro dejarlo sin conocimiento, ¿Qué era lo que le haría a ella? ¿Cuáles serían las represarias que tomaría por haberlo abandonado? ¿Cómo se estaría sintiendo ella? ¿Estaría pensando que le mentira cuando dije que la cuidaría? ¿Pensaría que solo la había utilizado y ahora la dejaba en manos de su marido de nuevo? Conocía bien a ese tipo de hombres y sabían que les encantaba ver a las mujeres sufrir, sometidas y sojuzgadas, pero sobre todo, que eran capaces de cualquier cosa para mantener su dominio sobre ellas. No soportaba la idea de pensar lo que ese hijo de puta le estaría haciendo a Patricia en este momento. Volví a intentar contactar con alguno de los hombres de los dos coches que no me respondían, eran los únicos que me habían dado una mínima esperanza, lo último que supe de ellos era que seguían el auto de su esposo. —¡Maldita sea!—grité desesperado y lancé el teléfono contra la pared con tanta rabia que acabó hecho añicos, necesitaba desahogar la ira y la impotencia que sentía de algún modo o acabaría explotando. La puerta se abrió y por ella entró Aracelio, su cara tampoco expresaba la mejor de las emociones, desde que había llegado y le puse al tanto de la existencia de Patricia su rostro era una máscara de desagrado, nunca le había gustado la idea de una mujer en mi vida,siempre alegó que me disociaría de lo que era importante, el negocio. Además de que él era otro más de esos que pensaba que las mujeres eran inferiores a nosotros solo por nuestro sexo, no las veía más que como simples juguetes, solo no lo mataba porque sabía que me costaría la vida después y porque tampoco nunca había maltratado a una mujer delante mio, lo cual no significaba que no lo hiciera. Solo debía esperar el tiempo justo para obtener mayor poder del que poseía Aracelio y podría finalmente acabar con él. —¿Sigues así a causa de esa mujercita?—preguntó en tono despertivo mientras se servía un poco de whisky irlandés en un vaso—Tenemos cosas más importantes que tratar, ya encontrarás a otra infeliz con la que jugar al salvador, ahora concéntrate—terminó de decir y realmente me tuve que contener para no arremeter contra él y partirle de un golpe su asqueroso rostro. ¿Cómo podía estar hablando así de ella? ¿Cómo podía hacerlo de una mujer en general? Las mujeres eran lo más sagrado de este mundo, eran las mayores bendiciones que un hombre podía tener en su vida y aún así había imbéciles que no eran capaces de valorarlas. Pero Patricia era incluso más que eso, ella era especial. Tenía algo, no sé el que, que la hacía única, fuerte y maravillosa. Y a pesar de tener esta extraña sensación de que había algo en ella que no conocía no me importaba, lo único que me importaba era ella, y me sorprendí al darme cuenta de que por primera vez en la vida una mujer estaba despertando mil emociones en mí. —No vuelvas a hablar así de ella Aracelio—dije utilizando un tono de voz mordaz, era lo mínimo que se merecía por el comentario despectivo que había hecho de ella. Patricia no era una infeliz con la que jugaba al salvador, ella era un rayo de luz en medio de toda la oscuridad que rodeaba mi mundo, era la esperanza que llegó a darle sentido a mi miserable vida. La iba a encontrar y no volvería a dejar que nada ni nadie la volviera a alejar de mí, pero antes mataría al mal nacido de su esposo—¿Quieres que me concentre en los negocios? Pues ayúdame a encontrarla. —No puedo creer que te hayas dejado hechizar por una simple mujer, por favor Mauricio, esperaba más de ti, de mi hombre de confianza—dijo mientras se acercaba a mí y colocando una mano en mi hombro continuó—Ya aparecerá otra hijo, una que tenga menos complicaciones. Mujeres son lo que se sobran en este mundo, incluso si quieres puedo traerte algunas muy buenas. —Sabes muy bien que nunca me han interesado esas mujeres así que gracias, pero voy a encontrar a Patricia y cuando lo haga vivirá conmigo así que deberías comenzar a hacerte la idea de una mujer en esta casa—dije saliendo de la habitación con un portazo tras de mí. Si volvía a escucharlo degradar a Patricia, olvidaría todo lo que hasta ahora me hacía contenerme con él y no respondería por mis actos. Tomé el teléfono fijo de la sala y marqué a uno de los hombres que había enviado tras ella. —¿La encontraron?—pregunté nada más descolgó la llamada. —Señor, no, no la hemos encontrado. Pero encontramos dos de nuestros coches en medio de la vía. Todos los hombres están muertos, les dispararon—escuché desde el otra lado de la línea y no me agradó nada lo que oí. Si mis hombres habían muerto por una bala significaba que ese tipo estaba armado y sabía bien como usarla, ¿Qué evitaba que le disparara también a Patricia? Aparte esa idea de mi mente, solo pensarlo resultaba desgarrador. Ella estaría bien, yo cumpliría la promesa que le hice de cuidarla como fuese, nunca me perdonaría si le llegaba a pasar algo. —Quiero que la encuentren, no me importa cuantos hombres haya que movilizar. Espero una respuesta en menos de tres horas o los próximos en morir serán ustedes. ¿Me has entendido?—gruñí y apreté el auricular en mi mano hasta que lo escuché crujir. —Si señor, claramente—y tras esa respuesta salí de la casa sin siquiera molestarme en colgar el teléfono. No podía seguir esperando noticias que no llegaban, yo mismo saldría a buscarla. Revisé la guantera de mi coche y encontré allí el celular que tenía de respuesto para emergencias lo encendí junto con mi auto y me marché derrapando. No sé por cuánto tiempo estuve dando vueltas por la ciudad sin lograr hallar nada. El teléfono que aún estaba en mi guantera comenzó a vibrar en señal de una llamada. La tomé sin siquiera mirar quién era, mi vista solo estaba en la calle, en busca de cualquier indicio de ella. —Señor, la encontramos, está en una casa a las afueras de la ciudad, le mandaré la ubicación. ¿Qué hacemos? ¿Entramos a por ella?—dijeron desde el otro lado de la línea y detuve el auto en seco. Suspiré aliviado y sentí como el alma me volvía al cuerpo, la habían hallado, ¡Al fin! —No hagan nada, manténgase fuera y que no se mueva nadie dentro de esa casa, hasta que yo llegue. Al que salga lo matan—dije echando a andar de nuevo el auto y al mirar en mi teléfono y ver que aún no llegaba la ubicación grité—¡Envíame la maldita ubicación! No me demoré más de 30 minutos en llegar al lugar donde esperaban mis hombres. Efectivamente la casa estaba en las afueras de la ciudad, en una zona muy tranquila. No me pensaba detener ni siquiera a hablar con mis chicos y conocer la situación, no pensaba en nada más que llegar a ella. Por lo que pasando de largo a mis hombres entré dentro de la casa tumbando la puerta en el camino. Estaba hecho una furia, el frenesí que tenía era incalculable, pero a la vez sentía un miedo que era aún mayor, temía que ya fuera demasiado tarde, me asustaba lo que pudiera encontrar en esta casa, y me destruía pensar en la posibilidad de que estuviera dañada. La sala que encontré estaba vacía, a excepción de un sillón, había una escalera y un pasillo por el que salió el bastardo que se había llevado a Patricia lejos de mí. Al verle todo se volvió rojo ante mí y no me lo pensé dos veces, ni tan solo una, para sacar mi pistola y dispararle en el medio de la frente, el cuerpo cayó al suelo sin vida y un grito de mujer inundó la estancia. Volteé hacia las escaleras y ahí estaba ella, en un completo estado de shock, sosteniéndose del pasamanos para no caer, con sus ojos cargados de dolor y su hermosa cara cubierta de lágrimas.
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