La misión no había salido como debía, los habían enviado a la base de la Antártida, pero, apenas se acomodaron, una fuerte tormenta los había confinado en el interior de las instalaciones del bunker y deshecho las antenas de comunicación. Tendrían que quedarse ahí. Las provisiones de la base eran suficientes para dos meses, sumadas a las que ellos mismos habían traído, podrían sobrevivir sin problemas durante un poco más de tiempo.
El nuevo amanecer marcaba una semana desde su llegada, la tormenta no había aminado y solo les quedaba esperar pacientemente, jugar póker, beber hasta emborracharse y ejercitarse en el gimnasio del bunker. Donde se encontraban Dax y Christian, se habían quedado rezagados, hablando de la tormenta, de las familias, de los hijos de Christian, que crecían en el continente y que lo esperaban junto a su madre, mujer de la que se había divorciado hacía dos años. Dax tenía una novia, nada serio según él, pero que, al menos, lo esperaba, seguramente en la cama con otro, pero alguien estaría en su departamento cuando volviera luego de la misión.
Christian había terminado hacia un rato largo su serie en press de banca y estaba descansando sentado en el borde, Dax estaba sentado en el suelo mirándolo mientras hablaban, tocando la rodilla del capitán de vez en cuando después de algún comentario estúpido que soltara, movimiento que no pasaba desapercibido por el mayor. Últimamente pasaban bastante tiempo juntos, Dax era un joven lleno de energía, siempre dispuesto a aprender de él, no importaba el qué, siempre estaba dispuesto a aprender algo nuevo, eso le gustaba a Christian. Un chiste nuevo, una risa de Dax y un nuevo roce en su rodilla.
—Disculpe por la intromisión, capitán, pero ¿no le hace falta una mujer?
Christian quedó desorientado con la pregunta de Dax, sobre todo por la sonrisita que le siguió. No quería pensar en coquetería, no de un hombre y mucho menos de alguien de su escuadrón. Dejó de pensar cuando sintió la mano del menor deslizarse por su muslo hasta lograr pasar por debajo de su bermuda.
—A todos nos va a hacer falta mientras dure la tormenta…
Sintió su mano tocar su m*****o por encima del bóxer, pero no fue más que un simple roce, el apellido de Dax resonó por el pasillo hasta el gimnasio en la potente voz de Samuel. El menor apartó la mano, se levantó y le dedicó una sonrisa cómplice antes de salir del gimnasio. Christian sintió el calor en su cuerpo que le hacía zumbar los oídos. Llevó su mano a su entrepierna, su m*****o había reaccionado con un simple roce de la mano de Dax. Se obligó a levantarse y caminar a las duchas, necesitaba una bien fría para distraer su cabeza de lo que acababa de pasar, al menos por un rato. Tenía claro que lo iba a ir a buscar luego, que iba a darle la razón, que necesitaba de una mujer, aunque Dax no fuera una; aunque a él no le gustaran los hombres. Después de todo, se lo había ofrecido. Podría rechazarlo, pero no sabía cuánto pasaría hasta que la tormenta los dejase salir del búnker o tuviera la oportunidad de tocar un cuerpo femenino de nuevo.
Salió de la ducha y se ató la toalla a la cintura para salir en dirección a su habitación, caminó por el pasillo rumeando el ofrecimiento de Dax. Casi como si estuviera sucediendo de nuevo, sintió la mano del menor en su entrepierna. Una sensación de urgencia lo consumió de repente, pero no podía ir a buscarlo, no estaba solo. Respiró profundo tratando de calmarse, no podía ni quería dejar que su instinto primario lo dominara por completo, al menos no ahora. Cuando tuviera al mecánico a su merced, dejaría a la razón de lado. Una vez frente a la puerta de su habitación, miró hacia su derecha, tres puertas más adelante, estaba la habitación de Dax. Pensó unos instantes, luego caminó hasta la habitación, presionó el picaporte esperando que estuviera cerrada, pero, para su sorpresa, la puerta se abrió. No dudó ni un segundo, entró cerrando la puerta tras su espalda. Se sentó en la cama sin mucha idea de lo que iba a hacer hasta que Dax apareciera, ni siquiera sabía cuándo lo haría, pero no se movió de allí. Recorrió la habitación con la mirada, como se esperaba de ellos, estaba perfectamente ordenada a excepción de una camiseta que estaba sobre el respaldo de la silla del escritorio. Christian no dudó un segundo, la tomó y la observó como un objeto extraño, el olor del mecánico no tardó en llevarle, haciéndolo pegarse la prenda a la cara e inhalar con fuerza, llenando sus pulmones. Pronto, muy pronto iba a poder poseer su cuerpo, iba a estar impregnado del aroma de su piel. Ese pensamiento hizo que su cuerpo empezara a reaccionar y su imaginación se dispara. Lo imaginó debajo de su cuerpo, con una expresión de placer, una que solamente él podía darle ahora. Imaginó su voz gimiendo su nombre, rogando más. Deslizó su mano hasta su m*****o erecto casi sin darse cuenta, la ilusión era tan vívida, que apenas era consciente de lo que hacía su cuerpo. Su mano empezó a moverse más rápido, mientras su mente se inundaba de imágenes del cuerpo de Dax, de como sonaría su voz, como se sentiría pasar las manos por su cuerpo.
—¿Capitán? Parece que empezó sin mí.
Christian se detuvo levantando la mirada al mecánico, que tenía una sonrisita incrédula curvándole los labios. La mirada de Dax recorrió el cuerpo de su superior lentamente, recorriendo cada uno de sus músculos como si quisiera grabárselo en la mente. Se acercó lamiéndose los labios con lascivia, se arrodilló entre las piernas del mayor y llevó su boca al m*****o del mayor. Primero lamió desde la base hasta la punta tan lentamente que Christian lo sintió como si fuera una tortura, como si el mecánico estuviera jugando con la urgencia que sentía. Aprovechó que abrió la boca para tomarlo de la nuca y empujarlo hacia abajo, haciendo que su m*****o entrase casi por completo en la boca de Dax, quien entendió lo que significaba esa acción. Comprendió que su capitán no estaba allí para jugar, que realmente necesitaba su atención ahora mismo. Los suspiros y gemidos de placer no se hicieron esperar mientras la cabeza de Dax subía y bajaba con cierta maestría en su labor. Christian sintió cada músculo de su cuerpo tensarse con el recorrido de la lengua en su sexo. Se sintió sofocado de repente, cerró los ojos y enredó los dedos en el cabello del menor. ¿Hacía cuánto que no sentía algo así? Habían pasado dos años desde su divorcio, pero era cierto que hacía bastante más tiempo que no tenía relaciones. Antes del divorcio, las cosas con su, ahora, exesposa estaban mal, la mayoría del tiempo ni siquiera dormían en la misma cama. Luego del divorcio, simplemente se dedicó a entrenar y a esperar las misiones. Dax no era capaz de pensar en esa chica que sabía que lo engañaba mientras él estaba de misión, pero que no le importaba, porque hacía lo propio con sus compañeros. Siempre había un soldado o un superior que necesitaba que saciara sus necesidades y él estaba dispuesto a ello. Se movió más rápido, forzándose a llegar lo más profundo que pudiese. Al menos hasta que Christian lo separó, se miraron, Dax se limpió la boca con su camiseta antes de quitársela.
—¿Quiere pasar a lo que sigue, capitán Robbins?
—Me sorprende que sepas tan bien lo que haces, Morrow.
—Dax, por favor. —Sonrió poniéndose de pie—. No es el primer superior que viene a buscarme.
Christian buscó las palabras para contestar, pero, de pronto, todo en su cabeza desapareció cuando Dax se desvistió por completo. No era la primera vez que lo veía desnudo, se habían bañado juntos muchas veces, pero ahora las cosas eran distintas, estaba a punto de hacer suyo el cuerpo de su subordinado, quien se sentó en su regazo apenas se quitó la última prenda. Christian lo observó como si no supiera lo que debía hacer a continuación, Dax sonrió, eso fue suficiente para que el capitán decidiera tomar las riendas de la situación. Lo tiró sobre la cama de un ágil movimiento y cierta fuerza, antes de posicionarse entre sus piernas. Su primer pensamiento fue buscar sus labios, pero a último segundo, sus labios se dirigieron directamente a su cuello, arrancándole los primeros suspiro a Dax, que estaba prácticamente inmovilizado por el cuerpo de Christian y la fuerza con la que sostenía sus muñecas contra la cama. Lejos de molestarle, hacía que la temperatura de su cuerpo aumentará cada vez más. El mecánico había conocido pocos soldados que no hicieran lo mismo cuando sabían que podían someterlo, después de tantos encuentros furtivos en barracones y duchas, había empezado a tomarle gusto. Sintió que su capitán presionaba su sexo contra el suyo, jadeó desesperado por tenerlo dentro. Para Christian no pasó desapercibido, se acomodó entre sus piernas soltando sus muñecas para posar las manos en sus caderas. Se posicionó antes de penetrarlo con cierto miedo, era la primera vez que tenía relaciones con un hombre. Dax no dijo nada, simplemente se mordió el labio esperando que la sensación de dolor se detuviera pronto, Christian, en su urgencia, no lo había preparado ni lubricado, pero no se quejó, cerró los ojos y respiró profundo.
—¿Estás bien? —preguntó el mayor.
—S-solo deja que se pase la punzada.
Dax respiró profundo de nuevo, antes de asentir con la cabeza unos segundos después, dándole luz verde a su capitán. Los movimientos eran torpes en un inicio, como si Christian no supiera qué era lo que hacía, pero no tardó en encontrar un ritmo y hacer que el mecánico dejara de suspirar de dolor para empezar a gemir de placer. Las embestidas eran lentas, con cierto cuidado, temeroso de lastimar a Dax, como si, de repente, se hubiera convertido en cristal. Pronto ese pensamiento desapareció de su cabeza, un suave susurro pidiendo más bastó para que la fuerza fuera mayor, para que lo hiciera gemir aún más, para que el calor en ambos volviera a subir. El cuerpo del menor ahora estaba relajado, dejándose llevar por el vaivén de las caderas de su superior que lo embestía cada vez con más fuerza, quitándole el aire, empujándolo cada vez más al abismo, donde perdería la noción del tiempo, del lugar y de quién tomaba posesión de su cuerpo. Pedía más sin darse cuenta, su conciencia parecía haberlo abandonado para que solo el placer gobernara en su mente. Cruzó sus piernas alrededor de la cintura contraria, provocando que Christian llegara más profundo en su interior. Los gemidos de ambos se hicieron más fuertes, llenando la habitación por completo, volviendo loco lentamente al capitán. Solamente podía pensar en el cuerpo de quien tenía debajo, en su calor, en su aliento chochando contra su piel. Casi sin darse cuenta, en el vaivén de sus caderas, de la danza de sus cuerpos, buscó sus labios, esos que había evitado en un primer momento, pero que ahora los saboreaba. Los lamía y mordía con desesperación, como si hubiera esperado toda su vida para hacerlo. Dax le siguió el ritmo como pudo, estaba agitado y las embestidas de su capitán no ayudaban a que su respiración se normalizara.
De repente, Christian se detuvo, salió de su interior y dio vuelta a Dax, dejándolo boca abajo. El menor no hizo más que sonreír acomodándose y levantando las caderas. La penetración no se hizo esperar, las embestidas tampoco. Fuertes, rápidas y profundas. Dax lo sintió más profundo en su interior. Hundió la cara en la almohada, pero Christian no tardó en inclinarse sobre él mientras llevaba su mano a su mandíbula para levantarle la cabeza.
—Me gusta escucharte rogar por más.
El cuerpo entero del mecánico se estremeció cuando escuchó su voz más grave y ronca de lo habitual. Nunca lo había escuchado así, ni siquiera cuando se enojaba con los reclutas o con el equipo mismo. Ahora estaba descubriendo un nuevo Christian, uno que no había visto hasta ahora y que, debía admitir, le gustaba más que cualquier otra de sus facetas. Se escuchó jadear algo que no entendió, pero que sirvió para que las embestidas de Christian se volvieran aún más profundas, si cabía la posibilidad. Sintió que su cabeza se despegaba por completo de la realidad, lo único que importaban ahora eran las sensaciones y los jodeos de su capitán. Si propia voz retumbando en sus oídos le parecía ajena, como si no vinieran de su propio cuerpo. La mente se Christian estaba exactamente igual, lo único que gobernaba en su pensamiento eran las sensaciones y la voz de Dax, que llenaba la habitación junto con el sonido del roce de piel contra piel. Algo más surgió de repente, la sensación en el bajo vientre del capitán le advirtió que estaba llegando a su límite. Se separó lo suficiente para tomarlo de las caderas con cierta fuerza y centrarse en las embestidas, en el interior de su subordinado. Gimió con voz ronca antes de eyacular haciendo estremecer a Dax. Salió de su interior y se sentó en la cama justo detrás de él, trató de normalizar su respiración, pero estaba demasiado agitado, le tomaría unos minutos hacerlo. Por su parte, el mecánico se acostó, todavía boca abajo, con la respiración igual de agitada que Christian. Sentía el cuerpo vencido, no podría moverse al menos hasta el día siguiente, cuando tuviera que levantarse a las cinco de la mañana como todos los demás. El capitán se acostó a su lado boca arriba y le sonrió satisfecho.
—No ha estado mal, ¿verdad, capitán?
—Chris está bien.
Dax sonrió hundiendo el lado izquierdo de su cara en la almohada y cerrando los ojos. Christian extendió una manta sobre ambos antes de acomodarse a su lado. Sabía que no debía quedarse con él allí, que vendrían a buscarlos en algún momento para cenar, que tendrían que dar explicaciones. Samuel, el más estricto de los cinco, sería quien desaprobaría aquello, que pensaría que ponían en riesgo la misión si se involucraban de más. Decidió que no le importaría, mucho menos cuando el menor se acomodó sobre su pecho, abrazándose a él. No importaba la discusión que, estaba seguro, tendría con Samuel, lo que le importaba ahora era disfrutar de la cercanía que hacía mucho no tenía.