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Mientras Naomi corría por el patio, la voz de Michael no dejaba de resonar en su cabeza.
«Jeremy. Desterrado. Sin dones. Sin contacto».
Corrió más rápido, atravesando la hilera de cerezos, desesperada por escapar de la condena de Michael. Esto era por su culpa. Ella era quien debería ser castigada, no Jeremy.
El acalorado batir de sus alas agitó los árboles, creando una ventisca de pétalos rosas y blancos de las flores de los cerezos. Flotaron su alrededor y algunos hasta se quedaron pegados en sus húmedas mejillas.
Se suponía que el Cielo era hermoso. Se suponía que allí todo era perfecto.
Pero no era así.
Sus pisadas sonaron al cruzar el puente de madera. Se detuvo y se inclinó sobre la barandilla respirando con dificultad mientras los rostros consternados de sus familiares y a
