Entré al edificio con las manos algo sudadas, sintiendo que mis tacones hacían más ruido del necesario en el elegante piso de mármol blanco. El área administrativa era amplia y moderna, con paredes de cristal, sillas minimalistas y una decoración que gritaba “aquí sí hay presupuesto”. Una recepción reluciente se alzaba frente a mí, como si fuera la puerta de entrada al Olimpo de los empleados bien pagados. —Buenos días —dije con una sonrisa nerviosa a la recepcionista, una joven de cabello castaño claro recogido en una coleta alta y perfectamente peinada. Su gafete decía Andrea. —Buenos días —respondió con amabilidad—. ¿Tienes cita? —Sí… Tengo una entrevista a las nueve. Soy Triana Rivas. Andrea tecleó algo en su computadora y asintió. —Perfecto, estás en la lista. Puedes tomar asient

