Triana Navarro
Viernes por la tarde.
Había sobrevivido. Literalmente.
Después de una semana entera con cafés, ojos de mapache, dramas laborales no solicitados y un ex que parecía sacado de una telenovela, al fin estaba en casa. Viva. Respirando.
Y en pants.
—¿Sabes qué es lo mejor de llegar a casa después de trabajar como esclava toda la semana? —le dije a Vale mientras me dejaba caer como costal en el sofá.
—¿La satisfacción de aportar a la sociedad? —preguntó ella con tono filosófico, mientras se metía una cucharada de helado a la boca.
—No. Quitarte el bra sin remordimientos. —Y lancé el mío como quien lanza una medalla de guerra sobre la mesa de centro.
Nos reímos juntas justo cuando mi celular vibró. Revisé sin mucho entusiasmo... y entonces lo vi.
«Notificación: Transferenci
