NORA
“Mi querida niña, despierta” ¿quién me llamaba? Solo quería dormir un poco más, solo un poco más, me sentía cansada, cansada de luchar, cansada de las humillaciones de la que se decía llamar su familia, de todo lo que me rodeaba, solo deseaba dormir un poco más.
Una risa que me recordó a mi fallecida abuelita hizo que abriera lentamente los ojos. Frente a mí había tres ancianitas parecidas a la abuela de la película Coco, las tres tenían el cabello blanco con trenzas que caían por sus hombros, eran idénticas tanto en su forma de vestir como en su rostro y peinado, deduje que eran hermanas.
— Disculpen, ¿quiénes son? … ¿Dónde estoy? Mi mirada fue a mi alrededor y vi que todo era blanco, esta escena me recordó a la escena de Harry Potter cuando este ve a lo que parece ser el espíritu de Dumbledore aparecer en su inconsciente después de ser atacado por Voldemort con un poderoso avada kedavra. Espera, ¿eso significaba que estoy en el proceso de estar muerta? Tal vez había visto muchas veces la saga, pero quién podía culparme, eran una de mis películas favoritas, incluso podía decir orgullosa que sabía el guion de memoria.
Una nueva risa hizo que volviera mi vista a las tres ancianitas “no mi niña, no estás muerta, solo dormida. Te hicimos dormir porque así la transición será más fácil y tenemos que decirte algunas cosas.”
— ¿transición? ¿qué transición me hablan? Bien, oficialmente había visto y leído mucha ficción.
La ancianita del centro tomó mis manos entre las suyas con mucho cariño, hacía muchos años que nadie me daba alguna muestra de cariño. Las únicas personas que me mostraron verdadero amor en el pasado fueron mi abuela y mi padre, mi abuela fue más una madre que la que tenía, pasaba todos los veranos en su casa, aun recordaba las tartas recién hechas, el olor a madera y los cuentos que escuchaba en la noche frente a una chimenea junto a una taza con leche tibia y galletas recién horneadas, mi abuela fue la que me decía lo importante y hermosa que era, que tuviera el cuerpo que sea, ella me amaba igual. Cuando cumplí los 7 años esas tartas, esos cuentos, esas palabras de amor incondicional se fueron junto al ataúd que fue enterrado en el pueblo natal de mi abuela, el único recuerdo que me quedó fue una foto de ella cuando era joven y que llevaba en mi billetera desde que tuve privacidad y suficiente dinero como para comprarme cosas. La segunda persona que me mostraba algo de amor era padre, me amaba cuando madre no estaba viendo, pero aun así era amor y estaba feliz de recibirlo, lastimosamente medio año después de que se fue mi abuela, padre la siguió, dejando a una joven e indefensa Nora a manos de la cruel mujer que tenía el título de madre.
“Mi querida niña, has sufrido bastante en el mundo humano, pero fue parte de tu destino. Todos los humanos tienen uno, pero también depende del humano elegir que camino seguir para llegar a su destino. Dinos querida niña, ¿quieres seguir con tu rutinario camino, con los mismos personajes que te rodearon desde niña, con los mismos sentimientos, la misma vida o deseas cambiar de camino por uno más emocionante, quizá algo más peligroso, pero podrías obtener algo muy valioso para tu vida? Está en tus manos la elección.”
Escuché atentamente las palabras de la ancianita del centro teniendo el presentimiento que esa decisión cambiaría mi vida para siempre, tomé mi tiempo en esp, no para pensar en qué elegiría, porque estaba claro que a la vida de siempre no estaba dispuesta a volver, no estaba dispuesta a ver las miradas de desprecio, a los insultos y humillaciones. Me estaba tomando mi tiempo porque tenía miedo de lo que me deparaba más adelante, ¿la decisión que iba a tomar ahora era la correcta? Solo pasaron unos segundos antes que me decidiera por completo, pasara lo que tenía que pasar no me iba a arrepentir de nada.
Las tres ancianitas sonrieron como si hubiera respondido en voz alta, la del centro retrocedió y la de la ancianita de la derecha dio un paso hacia mí, en las manos traía una copa dorada mediana la cual me extendió, dentro había un líquido transparente ¿eso era agua?
“Bebe de esta copa, mi querida niña. Una vez que bebas no habrá vuelta atrás y verás todo con mayor claridad”
Con manos temblorosas tomé esa copa y bebé un buen trago, no sabía cuánto debía beber ¿era toda la copa o tal vez solo un par de sorbos? Pero cuando lo bebido tocó mi estómago un fuerte calambre golpeó mi ser seguido de una fuerte quemazón en mi marca de nacimiento, parecía que ese calambre cambió de camino y se negó ir a su estómago para desviarse e ir a mi marca en el pecho. Mis manos dejaron caer la copa de inmediato y fueron a mi pecho. Era una especia de ardor y escozor a la vez, ¿un líquido podía hacer que dejara de respirar? Intenté contar hasta diez, intentando regular mi respiración, pero no estaba funcionando, era como si estuviera bajo el mar sin posibilidad de ir a la superficie ni encontrar un medio que le diera oxígeno.
“Mi querida niña, el cambio esta empezando, pronto la vida que estabas viviendo no será la misma, pero ese será el cambio que tú necesitas. Perderás mucho, pero ganarás mucho más, te lo aseguramos.”
— ¿Qué? Esperen…
“Es hora de despertar, mi querida niña”