Mis ojos se abrieron de golpe, mi pecho estaba agitado y muy sudado, como si hubiera tenido fiebre, mi cabello estaba pegado en su frente y su cuerpo se sentía pegajoso por el sudor y no soportaba la ropa que traía ahora, sus pulmones le ardían por la falta de oxígeno y ahora estaban ansiosos por recoger todo el aire disponible. Me puse de pie y me quité rápidamente la ropa, sabía que aquí no tenía ropa alguna, pero no soportaba la sensación pegajosa que tenía, mientras lo hacía, mi mente volvía a ese sueño ¿fue real?
Mi mente divagó hasta el baño, cuando vi mi reflejo en el espejo, un jadeo salió de mis labios. Mi pecho…todo mi cuerpo, me sentía diferente. Mi cabello era el mismo, pero más azabache y brillante como si me hubiera hecho un tratamiento especial, mis labios más rojos de lo que eran naturalmente y mi pecho… donde estaba la que debía ser mi marca de nacimiento había lo que parecía un tatuaje, algo parecido a una cicatriz delineada de un color amarillo, si antes mi marca parecía un rayo, ahora estaba segura, era un rayo amarillo y pequeño…y era hermoso. Suavemente pasé mis dedos por esa zona, temiendo que, si lo acariciaba demasiado fuerte, esta se borraría.
— No fue un sueño. Mi voz apenas fue un pequeño susurro. —No fue un sueño. Esta vez lo dije con la voz un poco más alta y segura, mirándome a los ojos, no era un sueño, las ancianitas me lo dijeron, les creí y al parecer estaban cumpliendo. Con una actitud más renovada, me metí a la ducha. Para ser una habitación de invitados el baño estaba muy bien preparado, había shampoo, acondicionador, jabón, toallas blancas bien envueltas y hasta una crema hidratante “parece un hotel” pensé y eso fue su solución momentánea. Iba a imaginar por lo que quedaba de ducha que estaba en un cuarto de hotel y me iba a relajar. El baño junto a mi imaginación logró que me relajara más de lo que me había relajado en años, por lo que al salir del cuarto de baño nuevas preguntas se metieran en mi mente ahora más clara. ¿cuánto había dormido? Una mirada a la ventana decía que tal vez durmió todo el día, cuando desperté la primera vez, había visto el sol muy arriba por lo que dedujo que eran las once aproximadamente, ahora el sol parecía recién salir ¿eran las siete, tal vez? ¿qué hay del trabajo? Si mi cálculo era correcto, había estado desaparecida dos días, ¿mi familia habrá preguntado por mí? ¿y las cosas que llevaba cuando me desmayé? Revisé la habitación y no había señal de mi mochila ¿me la quitaron? Si yo fuera una secuestradora probablemente eso mismo habría hecho.
Solté un pequeño suspiro mientras me dirigía al armario, tenía que buscar algo que ponerme porque mi ropa estaba toda sudada y ni muerta me la pondría de nuevo “puede ser que ese hombre grande y fuerte te vea en paños menores y quiera jugar un rato contigo” Sin duda mi cerebro le decía cosas extrañas últimamente, para algunas cosas decía algo y para otras, lanzaba comentarios completamente contrarios “¿Me habrán hecho un lavado de cerebro?”
Felizmente encontré unos polos negros que obviamente eran de varón, un poco muy grande para mi cuerpo, aquello me gustó un poco, no todos los días encontraba algo que me quede muy grande teniendo en cuenta lo grande que era mi cuerpo. También había varios pantalones para varón del mismo color que el polo, pero eran demasiado grandes, eran las únicas opciones que tenía por el momento así que no podía quejarme. “¿Serán de él?” en una acción morbosa, acerqué la prenda a mi nariz intentando captar cuál sería el olor que tendría mi guerrero misterioso, pero solo olía a nuevo. Estuve decepcionada por ese hallazgo, pero “espera ¿por qué pienso que ese C es mío?”
“porque en el fondo quieres que así sea, mi pequeño saltamontes”
— Cerebro traidor. A veces hablaba conmigo misma, incluso me regañaba a mí misma y al parecer esos días se convirtieron en los días para pelear conmigo misma. Murmurando cerré las puertas del armario y justo cuando estaba por quitarme la toalla que envolvía mi cuerpo, la puerta del cuarto se abrió y mi guerrero misterioso se quedó de pie observándome. Por inercia puse el polo en mi espalda, intentando ocultar que había estado buscando su aroma en aquella prenda. Vi como esa mirada penetrante me recorría entera, como si la acariciara y por un leve segundo me pareció ver un cambio de color en los ojos de ese guerrero, pero luego negué mentalmente, eso no pasaba en la realidad. Pasó su mirada por mis caderas, mis piernas, brazos, mi rostro y finalmente se fijó en mi pecho, quedando unos largos segundos observando esa zona. Esa mirada era tan intima que parecía que me estaba seduciendo, invitándome a acercarme y a que pase lo que tenga que pasar. Nuevamente mi cuerpo traicionero se despertó, si en ese momento el hombre alargaba su mano y comprobaba, iba a saber de inmediato lo húmeda que estaba, mis piernas volvieron a cerrarse en un intento nuevo por calmar las palpitaciones de su centro ¿siempre iba sentir eso cuando viera a ese hombre? Porque de ser así tendría que comprar una dotación de bragas extra.
Lentamente cerró la puerta y dio unos pasos hacia mí, solo unos cuantos fueron necesarios para estar frente a frente, mi respiración se cortó, no podía mirar hacia arriba, su aura y su mirada eran demasiado para un simple mortal como yo, tonta, él también es mortal. Mi cerebro parecía querer pelear conmigo en ese momento.
Si, pero soy más mortal que él ¿lo haz visto? Parece que una de las estatuas del museo volvió a la vida.
— Esa marca, ¿te la hiciste?
— ¿Eh?... N-no…yo, nací con ella, pero ayer tuve un sueño raro y tres ancianitas me hicieron beber de algo en mi sueño y de repente me dolió mi marca y cuando desperté estaba toda sudada y con mi marca así, entonces tomé una ducha, espero no les moleste, pero es que en verdad estaba muy sudada y la ropa se pegaba a mi cuerpo… estaba muy sudada.
“Bien hecho, genio” De nuevo su vómito verbal tomó el control de mi boca y ahora hasta su cerebro estaba en contra mía. Solo esperaba que no se molestara “¿Y si me insulta? ¿y si… me golpea?” el miedo rápidamente recorrió mi espina dorsal, ahora rogaba porque al menos si iba a ser asesinada, me dieran el indulto de ponerme ropa.
— Vístete, estaré afuera. Cuando termines sal porque tenemos que hablar.
No dijo nada más, tampoco abrí la boca, no pude, solo vi al gran hombre salir, dejándome confundida y excitada.