NORA
Pasaron dos semanas desde que tuve ese extraño sueño-audio donde escuchaba a dos dioses de la antigua Grecia conversar, pero no me detuve en sobre pensar o tratar de averiguar algo sobre eso, no, mi misión ahora era una. Durante estas dos semanas planeé mi escape de esta prisión. Cuando me desperté de ese sueño una determinación me dominó, las palabras de Temis me llenaron de una fuerza que jamás creí sentir, ella dijo “no debemos fijarnos en nuestro pasado, sino centrarnos en nuestro presente”, si bien mi pasado fue dictaminado por mi madre y sus abusos, ahora, la personas que era el día de hoy, no permitiría que alguien dictara lo que era o no era, y por supuesto que no permitiría más faltas de respeto.
En estas dos semanas que pasaron rara vez salía de la habitación, si bien una parte era porque ahora veía a cada trabajador como un vigilante que estaba al acecho a mi alrededor más que un cuidador que se encargaba de mantener la mansión, la otra parte, la que era más importante, es que no deseaba ver a Caesar. Después de escuchar que yo era acusada de traición y engaño, no sabía con qué ojos miraría a ese hombre, con qué ojos él me miraría, también tenía miedo de seguir sintiendo el mismo deseo y anhelo por él. Me sentía asfixiada, como si fuera un pájaro dentro de una jaula dorada. Era sorprendente que, a pesar de estar acostumbrada a sentirme ajena en la mansión de mi padrastro, no me acostumbrara a este sentimiento en esta mansión. En el pasado no me importaban las miradas de pena y de desdén que me daban los trabajadores de mi madre, no me importaba la mirada de odio que mi supuesta familia me daba cuando aparecía haciéndome sentir que no era bienvenida, que era una intrusa.
Ahora estaba aterrada, temía ver las mismas miradas del pasado. No sabía si los trabajadores de aquí estaban enterados que su amo desconfiaba de mí, tenía miedo de sentir las miradas de pena y desconfianza, y peor aún no sabía si soportaría la mirada de odio de Caesar hacia mi dirección, el solo imaginarme esa escena hacía que mi pobre y roto corazón se rompiera aún más. Por eso mismo me impuse el autoaislamiento, los primeros días me concentraba en salir de mi habitación solo de asegurarme que Caesar se había ido, no mirada a la cara a ningún m*****o de la mansión y tan pronto como terminaba de comer salía disparada nuevamente a mi habitación.