NORA
Era enorme, no era la primera vez que veía un m*****o masculino, es decir, podía ser virgen, pero veía porno de vez en cuando, incluso había sentido su forma de vez en cuando en los momentos cuando a veces besaba a Jason y este quería algo más que eso, pero lo que veía era diferente. Era largo y grueso ¿tal vez del tamaño de un brazo de un bebé?, con pequeñas venas sobresaliendo, más que el de Jason, no es que se lo hubiera visto a mi ex, solo logré ver su forma sobre los pantalones. Caesar era un orgulloso hombre y ahora me daba cuenta que era grande en todos los sentidos posibles, lo que hacía que me pregunte si todo eso entraría en mí.
El asombro que tuve fue sustituido por un poco de miedo, una risa ronca hizo que mi mirada subiera a su rostro, dándome cuenta que estuve mucho tiempo concentrada en su pene.
— Mi hermosa ninfa, entraré y encajaré perfectamente en ti.
Sus ojos, ahora del color del oro, me dieron la seguridad que necesitaba. Caesar se acercó a mí y me besó tan dulcemente que casi me derretí, abracé su cuello acercándolo a mí, una de sus manos subió lentamente por mi pierna, delineando con sus yemas un camino hacia mis bragas ya húmedas, agradecí mentalmente el hecho de haberme puesto bragas de encaje y es que era una de las cosas que hacía en secreto para intentar sentirme sexy y hermosa. Caesar jugueteó con el material y soltó un pequeño gemido.
— ¿Es encaje lo que toco? ¿traías puesta esta tela sexy para verme? Tú… pequeña provocadora, estabas planeando seducirme ¿cierto?
Quería decirle que no, que mi visita a su oficina era puramente por curiosidad, pero algo dentro de mí, esperaba o más bien ansiaba que ese guapo guerrero me ofreciera algo más que una mirada. Caesar hábilmente me quitó las bragas y tocó por primera vez lo que nadie tocó en 28 años. Apenas sus dedos recorrieron mi vulva, un sonido que nunca antes había escuchado salió de mis labios.
— Mierda… tan húmeda con solo unos pocos besos, el cuerpo de mi ninfa es tan sensible ¿te gusta que te bese y te toque así? ¿quieres tener mis dedos tocando este dulce coño?
Los labios de Caesar rozaron mis labios, su mirada estaba quieta en mi rostro, midiendo mis reacciones. Su pulgar pronto llegó a mi clítoris, acariciándolo en círculos ¿cómo se respiraba? Abrí mis labios en un intento por tomar aire, pero, gemidos salieron de ellos. Mis caderas querían acercarse y alejarse al mismo tiempo de ese toque, mi cuerpo ya no respondía a mi cerebro ya achicharrado por el placer.
— Si, ninfa, gime más para mí. Quiero escuchar esos dulces gemidos mientras acaricio tu hinchado clítoris con mi dedo.
Esas palabras sucias sin duda hicieron estragos en mí y cuando creí no poder sentir más placer, la otra mano de Caesar bajó el escote de mi camisón y su boca fue de inmediato a mi pezón. Su lengua lamió y sus dientes mordieron esa zona. Nunca pensé que el dolor podría traer placer. Las descargas recorrieron todo mi cuerpo, reuniéndose todas en un mismo lugar, mi clítoris. Solo hizo falta unos cuantos toques más para sentirlo, subí por un acantilado y luego me dejé caer brutalmente.
— Eso ninfa, déjate ir. Mierda, estas tan mojada, caliente y palpitando sobre mis dedos.