Hubo un silencio en esa habitación, ese silencio solo hizo que mi corazón temblara y se rompiera porque sabía de quién estaban hablando, sabía que esa alma pura de la que hablaban era yo, y sabía que estaban dudando de mí. Se referían a unas fotos, pero no sabía a qué fotos se referían ¿aparecía entregando información al enemigo? ¿se referían a Cronos, el padre mitológico de Zeus y los demás dioses? ¿cómo yo podría saber quiénes eran esas personas con las que compartía supuestamente información? Mi mente estaba trabajando a mil, intentando recordar en qué momentos yo me había reunido y compartido información con un supuesto enemigo.
Por otro lado, estaba la parte que rogaba mentalmente a Caesar, pidiendo que respondiera que confiaba en mí, que tenía plena confianza, que nuestros encuentros significaron algo más que una noche de locura y calentura “por favor, di que crees en lo nuestro, por favor di que no es solo follar… por favor, no me rompas el corazón”
Estaba cubriendo mi boca con ambas manos e intentaba respirar con la nariz de manera pausada y controlándola, era difícil porque ya sentía que un ataque de ansiedad o pánico o lo que sea que estaba sintiendo en ese momento se avecinaba con fuerza, pero también mi mente me decía que no podía derrumbarme de esa manera, que ya tendría tiempo para hacerlo en mi cama, en casa “¿de verdad esa era tu casa? De pronto mi cerebro comenzó a preguntarse si esa actitud bondadosa de Adrián era solo una treta para que yo bajara la guardia, que la actitud hosca de Damián tenía razón de ser y que ese trato amable y protector de Caesar solo fue para tenerme quieta y a disposición de él todas las noches. De repente me sentí sucia, sucia por haberle dado a un hombre que aún no conocía algo que era tan importante para mí, algo que solo debía ser entregado a alguien que solo me mirara a mí, alguien que de verdad sintiera amor por mí.
— … No te preocupes, Kaelus. Mis convicciones son muy claras y sé muy bien lo que tengo que hacer, hemos llevado esta misión por muchos años y tengo claro cuáles son mis responsabilidades y tengo claro que mis deseos son puestos a un tercer grado. Si he de elegir entre mi deber y mis deseos, sé muy bien cuál sería mi elección.
Eso solo hizo que mi corazón se terminara por romper, él no iba a defenderme ni protegerme si encontraban esas supuestas pruebas que me inculpaban, “la única razón por la que me tienen ahí es para esperar mi sentencia, una de la que soy inocente” era como una prisión de oro. De pronto ya no escuché nada más, parecía que mis oídos estaban tapados, lo único que podía sentir y oír era mi corazón latiendo muy fuerte al mismo tiempo que se rompía ¿era normal tener ese dolor punzante cruzando mi pecho?
De repente las ganas de proteger a Caesar de lo que sea que le daría madre fueron a segundo plano. No sé cómo llegué a la cama de esa habitación, solo sé que me senté y ahí me quedé quieta mirando a la nada. Tenía un gran nudo en mi garganta, pero las lágrimas se negaban a salir, no iba a llorar ahí y por supuesto no ahora. Intenté calmarme, hice ejercicios de respiración y no sé cuánto duré haciendo eso.
— Ya no más…
Sí, ya no más de ser humillada ni usada, ya no quería que se siguieran burlando de mí ni de mis sentimientos, no podían venir a mi vida y fingir que de verdad les importaba cuando no era así. Todo eso había terminado, iría a esa casa porque ese era el mal menor, pero eso no significaba que me quedaría ahí sin hacer nada. En cuanto menos lo esperaran me iría, ya no importaba cuán importante fuera para ellos, ni para nadie, haría mi propia vida, mi propia historia.