La luz del amanecer se coló por la única ventana del lugar, dando una pequeña sensación de calor en la helada habitación.
Abrí los ojos y me levanté tratando de estirar mi cuerpo entumecido, ese colchón viejo prácticamente me clavaba los resortes en la espalda incluso si me quedaba quieto, a veces pensaba que podría dormir mejor en el suelo, pero era imposible hacer algo así sin morir de hipotermia.
Me estiré con algo de dificultad y me puse de pie mirando el pequeño ventanuco* que me indicaba si era de noche o de día, debido a que era mi único contacto con el mundo exterior.
Suspiré resignado pensando en cómo era posible que no me hubiera vuelto loco en esta prisión.
Bueno, realmente lo sé.
—Bue día, papá.
Sobre la cama, apenas cubierto con una camiseta sucia, un pañal y las dos únicas mantas que teníamos, estaba la verdadera razón por la que no había perdido la cordura.
—Buenos días, Sora— le di un beso en la mejilla a mi pequeño hijo de aproximadamente dos años, haciendo que sonriera y me abrazara.
Mi pequeño, pese a la falta de sol, era bastante risueño y alegre, lo que me daba toda la fuerza para seguir adelante, era el niño más lindo del mundo y mi razón de existir.
Supongo que lo que estoy diciendo no tiene sentido, así que explicaré todo desde el principio.
Me llamo Daniel White, creo que tengo 29 años ¿Por qué el "creo"? Porque ha pasado mucho tiempo desde que fui encerrado en este sucio sótano por alguien a quien creí conocer.
¿El motivo? Porque estaba loca, así de simple.
Esa persona era la hermana de mi esposa Samantha, quien sufrió muchos maltratos por su culpa, por lo que solía quedarse en las sombras leyendo o jugando videojuegos usando ropa de chicos, así que como yo era el típico nerd amante de los cómics nos hicimos amigos casi de inmediato.
Al terminar la universidad, me mudé con ella a otro estado casi después de casarnos para abrir una pastelería y comprar una casa para nosotros, unos años después ella me sorprendió un día diciendo que estaba embarazada, eso fue algo que no esperábamos ya que los médicos creían que tal vez no podríamos tener hijos, así que salimos bendecidos con nuestro pequeño y nos dedicamos a preparar todo para su llegada.
Cuando Sora nació, quedamos encantados con su belleza, era un hermoso príncipe con su cabello n***o que se rizaba con facilidad y sus ojitos color chocolate eran simplemente adorables, se parecía mucho a su madre, incluso cuando se enojaba hacía unos pucheros muy parecidos a los de ella, me sentía tan afortunado de tenerlos en mi vida, jurando que les daría la mejor vida posible, como pastelero haría los mejores dulces del mundo para ganar dinero, y consentirlos al máximo.
Pero cuando volvimos a casa, su propia hermana nos esperaba...para asesinarla a sangre fría.
Traté de detenerla pero no pude hacer nada, esa demente mató a mi esposa, me dio una paliza que me dejó en el suelo y me arrastró junto con Sora a este sótano sin siquiera tener un poco de remordimiento por sus acciones, ella aseguraba que lo hacía por mi bien, que me había confundido y que en realidad YO estaba enamorado de ELLA, que cuando conviviéramos seríamos una linda familia y olvidaría a Samantha.
Esa escena me perseguía todas las noches, si hubiera sido más fuerte Sam no habría muerto, Sora tendría a su madre y no estaríamos encerrados en este lugar por culpa de una lunática.
—¿Papá?—Sora me miró curioso, debí perderme en mis pensamientos otra vez.
—No te preocupes cariño, estoy bien—le dije besando su mejilla haciéndolo reír.
Me acerqué a un rincón donde había un pequeño tanque de agua, abrí el grifo y lo llené con agua.
—Esta vez está un poco tibia—dije revisando la temperatura del agua antes de acercarme a Sora, lo cargué y le quité la camiseta para bañarlo.
Él reía mientras lo bañaba aunque a veces se quejaba de que el agua estaba muy fría, le di un beso en la mejilla y aproveché para lavarme un poco.
—Tengo que seguir buscando la forma de escapar—pensé por milésima vez, ¿Cuántas veces lo habré intentado?
Aunque gritaba, parecía que nadie me escuchaba, golpeaba las paredes o trataba de romper la cerradura, pero nada funcionaba.
Pero no podía detenerme, tenía que sacar a Sora de este lugar, él no conocía nada más que estas paredes, nuestra prisión era básicamente un espacio con un colchón, una cocina eléctrica, un inodoro, un tanque de agua, un par de ollas y unas cuantas prendas de ropa.
Mientras secaba a Sora la puerta comenzó a agitarse y mi cuerpo se tensó, esa era una señal de que estaban quitando los candados que nos mantenían prisioneros. Rápidamente le puse la camisa y me coloqué en un rincón junto a él mientras esa mujer bajaba las escaleras.
Ludmila, era una mujer con cabello pintado y recogido con un horrible moño así como con algo de sobrepeso y músculos, lo que le facilitó golpearme hasta el cansancio para sacarme de casa aquel día.
—Buenos días, amorcito ¿Dormiste bien?—me preguntó con una sonrisa para nada inocente mientras se acercaba a nosotros.
No dije nada, sólo bajé la cabeza mientras Sora abrazaba mi pierna.
—¿Sabes? Me estoy cansando de esa grosería tuya—dijo cruzándose de brazos—. Te he dado la oportunidad de hacer una vida a mi lado y darle un futuro mejor a nuestro hijo.
—......Sora no es tu hijo—susurré mirando el piso.
Ella se acercó antes de darme una bofetada con tanta fuerza que casi me tumba.
—¡Papá!—exclamó Sora asustado.
—¡Eres un idiota! ¡Deberías estar agradecido de que te diera mi amor y sales con esas estupideces!—me gritó.
—.......Eres un monstruo—susurré luchando por no llorar.
—Mejor cierra esa boca, pequeña basura—se burló ella—. Aunque salgas, nadie te creerá, por el contrario pensarán que tú me tenías amenazada ¿No te parece divertido que yo sea vista como la víctima?
—.....Ya no hay comida—le dije mirando las ollas vacías.
—Hoy no me da la gana de darte de comer—dijo antes de subir las escaleras—. Esta será tu última oportunidad de decidir lo correcto, Daniel.
Y se fue sin más dejándonos solos, a lo que Sora me abrazó llorando y temblando de miedo.
—Estoy bien, mi pequeño—le dije sentándome en el colchón para calmarlo y lo abracé con fuerza.
¿Qué quiso decir con “Última oportunidad”?
Las lágrimas cayeron por mis ojos totalmente desesperado, ya mató a su propia hermana ¿Qué clase de locura podría hacernos ahora?
____
Estaba muy asustado y tenía mucha hambre, le había dado de comer lo que quedaba de leche a Sora y lo tenía abrazado tratando de calmarme.
¿Iba a matarnos? ¿Llevarse a Sora? ¿Iban a llevarnos a otro lugar?
—Papá—Sora me miró asustado.
—Todo está bien, cariño—le dije besando su frente—. Antes de que esa mujer nos haga nada, nos iremos de aquí.
Él me miró confundido, pero ya no podía aguantar más esta situación, durante mucho tiempo esperé a que alguien viniera y nos rescatara, que al menos mi familia le pareciera extraño que yo simplemente desapareciera, pero nadie vino a salvarnos, sólo tenía a mi hijo y si esa mujer me lo quitaba...simplemente moriría.
Me levanté y miré la luz del ventanuco, era bastante alto para trepar hasta él y salir por la puerta no era una opción.
—Sólo puedo salir por aquí—pensé seriamente mirando el vidrio.
¿Cómo podría romperlo sin que se diera cuenta?
Dejé a Sora en la cama y con mucho cuidado me acerqué a la puerta, esta todavía tenía marcas de mis uñas y dedos de cuando me encerró aquí hace ya mucho tiempo, hasta que me amenazó con que me quitaría a Sora si volvía a gritar.
Con mucho cuidado acerqué mi oído a la madera y traté de escuchar.
—Si, ya el juez va a darme los papeles de adopción, por fin mi sobrino vendrá a vivir conmigo…¡Uy! Disculpa, mi vecino está haciendo escándalo con su música.
Escuché una música metal algo fuerte y no pude saber más.
¿Adopción? ¿A qué se refiere?...¿Acaso iba a quitarme a Sora?
No lo permitiré ¡Definitivamente no lo permitiré!
Bajé las escaleras con cuidado y busqué la forma de subir hasta el ventanuco, si podía amortiguar un poco el golpe con la música no sonaría demasiado. Entonces se me ocurrió algo.
Rápidamente bajé a Sora del colchón y tomé una de las ollas, la coloqué encima aunque no se elevó demasiado, podría servirme para llegar hasta ahí, tomé una cuchara de madera y una de las sábanas antes de subirme con mucho cuidado.
—Aléjate Sora, esto es peligroso—le dije luchando por mantener el equilibrio.
Llegué al ventanuco y vi que tenía un seguro con candado, no iba a poder dañarlo pero acomodé la sábana en un punto para romperla con la cuchara.
Me detuve a escuchar si la música seguía sonando y para mi alivio estaba más fuerte y escuché a esa mujer gritarle al vecino.
—Sólo espero que esto funcione—pensé antes de empezar a golpear el vidrio con toda la fuerza que podía—. Sora, no hagas ningún ruido.
Él se tapó la boca con las manos y se agachó en el rincón, así le había enseñado a esconderse de esa mujer cuando venía borracha y me golpeaba.
Seguí tratando de seguir el ritmo de la música con cada golpe, eso también podría opacar el ruido, o eso deseaba, finalmente comencé a escuchar un sonido de resquebrajarse.
¡CRASH!
El vidrio se rompió y por primera vez en mucho tiempo pude sentir el aire de la calle.
—Lo logré—dije al ver un gran agujero en el cristal.
Bajé rápidamente y tomé todo lo que podía llevar, pañales, ropa, cualquier cosa fácil de llevar, le puse otro pañal y lo abrigué lo más que pude.
—Vamos a salir de aquí—le sonreí.
Rápidamente lo dejé en el colchón y subí para quitar los cristales que quedaban, ya no escuchaba la música así que debía tener mucho cuidado de no hacer ruido, por lo que se me ocurrió abrir la llave y llenar una olla para que ella creyera que estaba preparando la comida, volví a quitar los cristales y cuando vi que había suficiente espacio bajé a guardar todo lo que podía dentro de la sábana y lancé el bulto fuera de la casa.
—Ven Sora, nos vamos—susurré antes de cargarlo.
—¿A dode papá?—me preguntó.
—A donde sea, pero lejos de este lugar—aseguré antes de subirme con cuidado a la olla—. Sal y espérame, no te muevas hasta que esté contigo.
Él asintió y cuando lo saqué por el lugar teniendo mucho cuidado de que no se cortara con los cristales.
—Eso es, gatea un poco—le dije mientras luchaba por mantener el equilibrio.
Sora miraba todo sorprendido y asustado antes de mirarme como si estuviera apunto de llorar.
—Papá…
—Tranquilo bebé, ya voy para allá—dije respirando profundo antes de empezar a trepar con todas mis fuerzas,
En eso se resbaló la olla y se fue rodando haciendo un fuerte ruido cuando chocó con la pared.
—¡Mierda!—pensé.
—¡¿Qué fue eso?!—me gritó Ludmila a través de la puerta mientras yo estaba colgado en la pared.
—¡Se me cayó la olla!—respondí sintiendo que tenía una descarga de adrenalina en mi cuerpo.
—¡Ten más cuidado! No quiero que mi jefe te oiga.
No dije nada más, estaba muy ocupado de no caerme así que reuní toda la fuerza que tenía para subirme y afortunadamente era bastante delgado como para pasar por esa cosa.
Cuando al fin salí, pude sentir el viento de la calle sentí tanta felicidad que quería llorar, pero no tenía tiempo, me ajusté la sábana como mochila y cargué a Sora antes de salir corriendo, para nunca volver a ese lugar.