Tuve que revisar el celular para saber a dónde tenía que ir. Había veces que se me olvidaba; no recordaba lapsos de tiempo y, cuando me daba cuenta, estaba confundido, sin entender qué era lo que estaba haciendo. Por fortuna, el mayordomo conocía todo de mí y sabía cada detalle de lo que hacía y a dónde iba. Le pidió a mi chófer que me llevara al destino: una pequeña reunión. En todo el camino, no dejé de pensar en ella. Estaba viendo por la ventana del auto, pensándola con una sonrisa. No me había percatado de la mirada desde el retrovisor, que mi chófer me veía de vez en cuando.
—¿Se encuentra bien, señor? ¿Necesita algo?—
No entendía su pregunta, pero se escuchaba nervioso. Estaba bien, no me sentía mal, ¿por qué lo preguntaba?
—Sí, estoy bien, gracias por preguntar. No necesito nada.—
Sus ojos se abrieron en grande y, qué rápido, volteó a verme. Parecía que estuviera confundido y no entendía nada. Miré a mis lados buscando qué podría ser y hasta me revisé.
—(Tengo algo... O vine mal vestido) -
Pesé en mi mente. Tal vez estaba manchado aún con el lápiz labial de mi mujer. No estaba manchado, entonces, ¿qué era lo raro en mí?
—¿Está seguro, señor, de que se siente bien? ¿Quiere que lo lleve al hospital?—
¿Por qué tanta preocupación? ¿Por qué siempre que era yo mismo actuaban raro? Tal vez mi otra personalidad también era agresiva con ellos y por eso les parece extraño.
—Estoy bien. Solo estoy de buen humor. Por favor, ¿puedes apurarte? Estoy atrasado en mi reunión.—
No tenía idea de qué era esa reunión, pero bueno, solo tenía que estar presente, o eso creo. En cuanto llegué, respiré profundamente y me recompuse. No podía dejar que se notara que era blanco fácil. Salí del auto y me alisé el traje, tratando de recuperar la compostura de un hombre intimidante y frío, como se me conoce. Debía verme como me conocían: de sangre fría y sin piedad en mi territorio y negocio.
Caminé hacia el edificio donde se estaba llevando a cabo la reunión, con la mente todavía puesta en lo que tenía que aparentar, y no pude evitar sentirme nervioso. No pude evitar pensar en todas esas miradas en cuanto entrara.
—Mira quién llegó al fin... ¡Mucho tiempo sin verte, hermano!—
Al menos volví a ver a mi mejor amigo, y justo cuando necesitaba un poco de compañía de confianza para no sentirme nervioso.
—Me alegra verte, Leonard... Te veo diferente, o yo soy...—
Un fuerte apretón de manos y unas palmadas en mi hombro, jalándome hacia adentro del edificio.
—El mismo de siempre, el que cambia eres tú... Cada vez más tiempo que te pierdes. Ya me contó el mayordomo lo sucedido, y la verdad es que ya te extrañaba... Sin ofenderlo, es que da un poco de miedo tu... otro yo—
Me sentía un poco avergonzado por las veces que mi otro yo le hacía pasar malos momentos y las feas palabras que le decía o cómo lo trataba. Aunque no me acordaba, él aún seguía siendo mi mejor amigo.