Llenando el Vacío

3680 Words
Debí imaginar que encontrarme con Austin no era ninguna casualidad, era más una treta del cruel destino por tratar de recordarme el tortuoso pasado. No sentí la más mínima preocupación por exigir una explicación de su parte sobre lo sucedido, pues consideraba que él también era una víctima en todo ese asunto. Renunciar a su trabajo y a sus sueños no creo que haya sido fácil, sobre todo gracias a la estúpida relación de su hermano con una niña tonta. Lo sé porque una de las frías noches en que la desesperación se apoderó de mi razón, en un intento desesperado por saber sobre Evan corrí hacía el restaurante donde trabajaba Austin, según el alarde de su padre en la reunión donde nos conocimos. Al llegar, uno de sus colegas me da la terrible noticia: Austin no trabajaba más ahí por lo tanto no podrían brindar más información sobre él. El dolor se intensificó en mi maltrecho corazón y tratando de atenuar el autoinfligido dolor con un abrazo tan fofo sobre mi vientre pude contener las lágrimas para evitar esas desagradables miradas de lástima y compasión. Esa fue una larga noche, donde la soledad y la tristeza eran las únicas compañeras en mi desgastado y apesadumbrado caminar La mirada boquiabierta de Caro, quien no salía de su asombro, era acompañada por el lamento y sorpresa de Estela, quien llegó rápidamente al notar nuestra ausencia.   - Andrea, No... -balbuceaba la pelirroja- no puede ser.   - ¿No me digas que es él con quien sales? –entendí rápidamente la impresión de Estela- ¡No jodas Estela! – mis manos se enredaron en mis cabellos por lo que descubría.   - ¿Qué? ¿Estás saliendo con Austin? –Caro estaba totalmente en shock- ¡Dios! ¡Maldita sea! Todo estaba empeorando cada vez más, mi mejor amiga tenía una relación con Austin, eso significa que a partir de ese momento daba por hecho, tendría que ver su cara a diario o en nuestras salidas de fin de semana. El hecho de estar segura de esto, me hace sentir aversión no solo por él sino por las cosas que él me recuerda: Evan. Aunque quisiera salir corriendo del lugar, no podría, sería confirmar que aún me carcome el sentimiento por Evan. Suelto un suspiro al ver el nombre de la llamada entrante en mi celular.   - ¿Hola? –contesto casi gritando por la estridente música de fondo.   - ¿Andrea? ¿Podemos vernos? –escucho su voz más fuerte de lo normal cosa que sé le fastidia por el chasquido de sus dientes.   - Estoy en una fiesta con mis amigas –le informo, dudando si debo o no reanudar esa "conversación" - te paso la dirección. No podía quedarme en el baño para siempre, sabiendo que Saúl llegaría en cualquier momento.  Los azules ojos de Austin estaban sobre mí. Mi inquietante actitud de mirar reiteradamente hacia la puerta como si estuviera –aunque lo era- esperando a alguien, logró exasperar hasta a la pelirroja. Hasta que por fin lo vi llegar. Su inquietante e imponente figura resaltaba entre la muchedumbre, las luces del lugar parecían alumbrar directamente su rostro el cual atraía clara atención de las mujeres presentes, tal como había hecho con la mía. Su seductora e intrigante mirada me hizo dejar atrás a Caro, para caminar a su encuentro, como si fuese un mosquito embelesado por la luz. Ignorando por completo la reprobación plasmada en el rostro de Estela, el asombro en el de Caro y la mirada perpleja e incierta de Austin. Posa su mano en mi cintura acercándome suavemente hasta él. Mi aturdido cuerpo se acerca sin oponer resistencia alguna, más disfruta el roce de sus manos en mí.   - Luces tan hermosa –el susurro me estremece. A pesar del estridente sonido de la música, su voz sonaba tan encantadora y excitante. Sus besos me envuelven en una abrumadora calidez, casi olvidada por mi desosegado corazón. La noche sería tan larga como quisiéramos y a la vez tan corta para las ganas que nos consumían. Esas ganas de comernos a besos o de entregarnos por completo.   - Un whisky con hielo –Gus escaneó con la mirada a Saúl sirviendo de inmediato el trago, sonreí al ver su proceder.   - Andrea ¿Quién es? –susurra Caro quien estaba sentada a mi izquierda, emocionada (igual o más que yo) por ser testigo de aquel beso.   - Ya te contaré todo –dije haciéndola cómplice de la felicidad que estaba sintiendo. Volteé para prestarle toda mi atención a Saúl.   - Espero que no tenga alcohol esa bebida – Saúl miró los colores fosforescentes de la bebida en mis manos- sino tendré que sacarte cargada del lugar –se burló   - Claro que no –sonreí imaginándome en sus brazos. Debido al inoportuno –o tal vez oportuno para mí- encuentro de Simón con unos amigos, los tres chicos más la pelirroja se alejaron de nosotras. Brindándome suficiente tiempo lejos de los reclamos de la pelirroja. Sin embargo su incapacidad de autocontrol ante la evidente molestia reflejada en su mirada, la envalentona a acercarse agachando la cabeza en señal de saludo hacia Saúl, el cual corresponde de la misma forma.   - Al baño, ahora –exige la pelirroja. Interrumpiendo el coqueteo entre Caro y Gus. Ni bien exigió la reunión se fue, tambaleando sus caderas hacia el baño. La morocha me lanza una mirada de molestia, a la cual no tengo ninguna justificación encogiéndome de hombros.   - Debo ir unos minutos a los servicios –informé a Saúl   - ¿Reunión de chicas? –se queja. Asentí para confirmarle – No te preocupes preciosa, estoy aquí solo por ti- y me besa. Cada vez que lo hace es más difícil separarme de él. Ya en el baño la pelirroja nos esperaba casi indignada.   - Andrea ¿Qué hace ese hombre aquí? –el malhumor de la pelirroja era evidente   - ¿Disculpa? –su tono de voz no me agradaba para nada-   - No puedo creer que lo hayas invitado solo porque Austin está presente –Mis ojos se abrieron por lo absurdo de sus palabras.   - ¿Te escuché bien? –solté con desconcierto notando su cambio de actitud- ¿Acaso crees que sería capaz de algo tan tonto como eso? Tantos años de amistad y al parecer no me conoces bien –sus palabras realmente me molestaron, no esperaba eso de ella.   - Discúlpame, pero ese hombre... sigo pensando que no deberías –dudaba- Es tan guapo como atemorizante.   - ¿Quién es?- preguntó Caro, quien permanecía atenta a la discusión- Es todo un galán,   - Su cliente –burló la pelirroja- Aunque de ahora en adelante no sé cómo lo llamará. El comentario de Estela evidenció que Austin podría considerar lo mismo que ella. Aunque me sentía bien con Saúl y sinceramente los pensamientos de Austin no me interesaban, tendría que retirarme del lugar. No quería que mis sentimientos sean malinterpretados. Lascivas miradas observaban a Saúl, quien permanecía impertérrito casi inalcanzable a un lado de la barra. Sostuvo mi mano cuando me vio llegar, acercándome entre sus piernas.   - ¿Nos vamos? –enarca una ceja. Asentí para confirmarle y de inmediato salimos del lugar dejando atrás a la morocha sobre la barra conversando con Gus y la pelirroja colgada del brazo de Austin. Un hermoso mercedes totalmente n***o por donde lo vieras nos esperaba en la puerta, pero ésta vez sería él quien manejaría.   - ¿Tu casa o la mía? – su pregunta me desconcertó, estaba tan nerviosa por lo que sus palabras de manera implícita me daban a entender. Un escalofrío me recorre por entero.   - A... a la tuya –mi cara en automático tomo color grana, intensificando los latidos del corazón y la respiración se hacía más ahogada. Llegamos, me ayuda a bajar con la caballerosidad de siempre. El corto vestido se sube entre mis muslos al tratar de bajar lo cual me avergüenza aún más, intensificando los colores en mi rostro.   - No deberías poner a prueba mi autocontrol –desvía su mirada al interior del estacionamiento con una sonrisa de lado. El interior de la casa es un poco frío como pensé que sería, con estilo elegante y sofisticado. Deja las llaves sobre la pequeña consola de la entrada muy bien iluminada, soltando sus dos botones superiores de la camisa, más como una manía que como algo necesario. Toma mi mano llevándome por un largo camino, entre el comedor y la elegante sala separada por una chimenea artificial, hasta llegar a un bar casi del tamaño de mi departamento. Los dicroicos iluminaban cada espacio de la barra de madera, se puede observar la gran variedad de botellas de alguna clase de alcohol que sinceramente no me interesa mirar si igual no podré recordarlos y menos probarlos.   - Tomarás ¿una soda? –inquiere sirviendo un vaso de whisky al otro lado de la barra.   - Podría ser... una copa de vino –aprieto los labios al doblar una pierna sobre el banquillo n***o.   - ¡Tus deseos son orden! –enarca una ceja, sonriendo seductoramente.   - ¡Salud! Por nosotros –   - ¿Qué hay entre nosotros? –era la gran pregunta, no quería alimentar vanas ilusiones por una relación que jamás sucederá.   - Lo que tú quieras Andrea –rodea la barra, gira el banquillo y susurra en mis labios- ¿Necesitamos ponerle un nombre a esto? Me encantaba este hombre, lograba despertar la pasión que dormía en mí. Acrecentando una vibrante sensación en mí entrepierna desatándose como una urgencia por él. Pero sabía que no era un hombre que pudiese ser atado a una relación y se apegase a una sola mujer. O eso es lo que decían de él: el sexy y arrogante empresario jamás había sido atrapado por ninguna de las bellas mujeres que pasaron por su vida y dudaba ser yo la que lo hiciera.   - Entonces ¿te gusto? –pregunto descruzando la pierna. Me sentía un poco avergonzada por lo que estaba haciendo o lo que mi cuerpo pedía.   - Te deseo Andrea –susurra en mis labios, mordiendo inmediatamente de ellos. La sensación de su lengua recorriendo mi boca incrementa mi calor corporal, sintiendo mi respiración acelerarse y mi corazón parece salirse de mi pecho. El roce de su pierna separa las mías en automático, mis brazos vuelan sobre su cuello y sus manos me cargan en vilo rodeándolo con mis piernas por la cintura. Tan ansiada, abandonando todo tipo de pudor e indiscutiblemente el recuerdo de Evan. Llegamos a la habitación y me baja lentamente acariciando mis piernas mientras sube sus manos con mi vestido en ellas hasta quitarlo. Posa sus labios en mi cuello de forma ardiente y mi cuerpo se eriza expulsando gemidos de placer. Sus manos tan impacientes y exigentes como nuestros labios recorren cada zona de mi cuerpo como si fuera única, me hace sentir deseada nuevamente. Vibro de placer al sentirlo entre mis pechos tirando de mi sostén casi con los dientes, despertando la urgencia de tenerlo sobre mí hasta el punto de arrancarle la camisa. Me deja caer sobre la cama para contemplar mi desnuda figura y me siento cohibida, pero el pudor se evapora tan rápido como llegó. Observo como quita lo último de mi ropa y mi dignidad se va con ella. Sus manos abren mis piernas mientras él sube a mi pecho, besando tan suavemente uno y acariciando el otro.   - Andrea ¿Te estas cuidando? –susurra con voz ronca por la excitación. Solo puedo mover la cabeza para contestar, las palabras son impronunciables en ese momento. Muerde un pequeño plástico con sus dientes, rompiendo por completo el empaque. Cierro los ojos ante lo que se viene. Sus manos toman las mías llevándolas con fuerza por encima de mi cabeza. Siento abrirse paso entre mis fluidos, primero suave y dolorosamente, hasta sentirlo por completo dentro de mí, a lo cual las estocadas son cada vez más fuertes y seguidas. Mi cuerpo hierve de placer y mis piernas lo envuelven por las caderas exigiendo más.  Su cuerpo presiona mis pechos redoblando la sensibilidad que soy capaz de soportar, intensificando el sonido de los gemidos que puedo expresar de manera indecorosa, pero sé que le encantan al notar la media sonrisa orgullosa plasmada en sus labios. Mis manos solo acarician su espalda hundiendo mis uñas sobre él, sintiendo el sudor en su omóplato tan firme y su piel tan suave. Su pecho se separa agarrando fuertemente las sábanas, embistiendo con más intensidad. Me sobre muevo para sentirlo aún más, ansiosa por la llegada de esa sensación sublime de placer, la cual se desliza por mi pierna. Se tumba a mi lado y me besa ansiosamente, sé que aún no ha llegado.   - Eres hermosa, todo en ti es hermoso –su voz excitada me estremece. Baja por entre mis piernas hundiendo sus labios en ellas, nuevamente el bochorno se apodera de mi cuerpo. Me digo a mí misma si se debe a todos esos años en los que me privé de esas sensaciones y no quise a nadie sobre mí que ahora mi cuerpo exige de manera abrumadora ser explorado. Sube nuevamente a mis labios.   - Voltéate – ordena, y en esos momentos haré todo lo que él diga. Se levanta y jala desesperadamente de mi cintura hacia él, plantada sobre mis rodillas lanza una palmada sobre mis glúteos para después acariciarlos, lo cual solo me hace sentir más placer. Apoyo mi cuerpo sobre mis codos cuando lo siento apoderarse de mi interior y mis piernas tiemblan, así mismo contengo el aliento jadeando su nombre como un susurro. Su respiración se agita aún más, expulsando profundos gemidos acompasados a los míos y sus músculos se contraen ante el orgasmo que está por aparecer. Pero esta vez para los dos. Caigo rendida sobre la cama, el sudor se apoderó de nuestros cuerpos y la respiración trata de volverse normal. Retira su condón y se acuesta a mi lado, estira su brazo y me enredo en él acariciando su marcado abdomen, pues era la primera vez que lo contemplaba desnudo. Me ruborizo al sentir su mirada sobre mí y una sonrisa escapa por mis labios.   - Tomemos una ducha –propone, parándose de inmediato. Sé lo que eso significa, sin embargo por más cansada que pueda estar, acepto hacerlo. Jala de mi mano acercándome a su desnudo cuerpo y simplemente me encanta la sensación de sus fuertes brazos rodeándome.  Sus manos recorren cada centímetro de mi cuerpo como si no existiera un mañana, con una excitante desesperación, con la lujuria plasmada en ellos. Y sé que mi cuerpo lo recibe sin pudor, ni remordimiento, ni mucho menos el miedo que podía haber sentido al entregarme a alguien, como una vez llegué a pensar. Me siento feliz, querida y deseada. Aunque sé que no será para siempre, solo durante el tiempo que esta relación se prolongue.   - Me encantas –susurra. Abrazándome fuertemente.   - Y tú a mí –contesto con la misma entonación. Contenta de dormir a su lado, envuelta en sus brazos. * Cuando desperté, estaba envuelta en una fina sábana blanca. De recordar lo sucedido la noche anterior vibro de felicidad, nuevamente tengo plasmada esa sonrisa boba que me asusta. Él no está a mi lado y me invade una onda de inseguridad tratando de encontrar un porque a su ausencia. Sin embargo no consigo avasallar mis oscuros recuerdos y cuando menos lo pienso él, tan guapo y encantador, aparece por la puerta. Completamente cautivador para mí.   - Preciosa, ¿Qué tal dormiste? –pregunta con la sonrisa arrogante que lo caracteriza.   - Fue una larga noche –contesto recuperando mi sonrisa y avergonzada por mi aspecto matutino.   - Y también será un largo día –sonríe maliciosamente y me encanta- Vamos a desayunar, todo está listo. Toma, esto es para ti -me entrega unas prendas   - ¿Un vestido? - inmediatamente pensé que podría ser de alguien más.   - Así es, le pedí a Martha esta mañana que comprara uno –absolvió todas mis dudas de una. Salimos hacía el comedor. El trato caballeroso de Saúl era un encanto, no podría mantener "esto" por mucho tiempo sin que mi tonto corazón pueda llegar a sentir un ápice de amor. Y "Esto" no tenía nombre, solo era algo pasajero, yo lo deseaba tanto como él a mí sin ninguna atadura de por medio. Como dirían solo tendríamos un vínculo s****l y nada más. No entiendo como pude enredarme en esta ilícita relación. Siempre huí de crear todo tipo de vínculos en este tiempo, el miedo constante por sentirme abandonada jamás me permitió formar parte de una relación amorosa. La única que recuerdo fue hace años con Esteban, el hermoso rubio de encantadora sonrisa, siempre me pregunté sobre su vida –o la nuestra-, si tan solo hubiese confiado en sus palabras una vez más, si hubiese sido un poco más egoísta y retenerlo a mi lado. Tal vez, mi vida sería otra sin tanta inseguridad, sin tanto dolor; definitivamente sería feliz. Sin embargo en ese entonces ni su presencia podía reconfortarme, por el contrario, me recordaba cada maldito momento que viví tratando de alejarme de Evan. Para nuestra despedida, por primera vez vi el dolor reflejado en su tierna mirada, vi la duda en el temblor de sus manos y el miedo en su rostro. Él merecía ser feliz, tener la oportunidad de vivir con una persona que verdaderamente lo ame tanto como él me amaba. ... Para el domingo, Saúl y yo, decidimos salir de su casa. Dando un respiro a mi cansado cuerpo.   - ¿A dónde te gustaría ir? -preguntó encendiendo el auto.   - Podríamos ir a la playa –extrañaba sentir la brisa marina golpear mi cabello, a pesar de los recuerdos que conlleva.   - Muy bien, ¡tus deseos son órdenes! Llegamos hasta un boulevard frente al mar. Su mano siempre enlazada en la mía mientras recorríamos las tiendas. Nos detuvimos para comprar unos helados cuando de pronto una pequeña niña jala mi vestido llamando por completo nuestra atención. Sus hermosos ojos eran encantadores, de un n***o profundo. Su piel pálida resaltaba por el rojo carmesí de sus mejillas, lucía tan encantadora.    - ¡Azucena, espera! –gritaba una mujer en su dirección. La niña se escondió tras mis piernas- Lo siento, tengo que llevarla –se justifica.   - Oh, ¡no te preocupes! –voltee mirando a la hermosa niña.   - Vamos Azucena, tu mami está esperando –suplicaba la pobre mujer pero la niña no cedía.   - Hola, mi amor –me arrodillé para tenerla frente a mí- ¿no quieres ir a casa? –pregunté en tono tierno, ante la impertérrita mirada de Saúl.   - ¡Ño! –contestó la pequeña   - Pero tu mami te está esperando...   - ¡Ño! – la niña se abalanzó sobre mi cuello. Lo cual me sorprendió Saúl me ayudó a ponerme de pie con la niña en brazos, traté de entregársela a la mujer, pero la niña empezó a llorar tan fuerte llamando la atención de los transeúntes. Saúl estaba un poco fastidiado por la escena sin embargo permanecía a mi lado.   - Podríamos acompañarte hasta tu casa ¿Quieres? –trataba de convencer a la pequeña.   - ¡Shi! –movió la cabeza con una sonrisa pero sin soltar mi vestido de los hombros.   - ¿Está bien si te acompañamos? –pregunté a la chica, la cual asintió. Saúl inclinó la cabeza para poder avanzar. Durante el camino, la niña sonreía tan plácidamente, mirándome fijamente.   - ¡Andrea cuidado! –exclama Saúl ante un pequeño hueco en la acera. Me toma de la cintura por la espalda para evitar el tropiezo. Ambas regresamos a mirar, la pequeña sonríe ampliamente a Saúl con su hermosa voz y le dice: ¡Papá!. La mujer me mira un poco sorprendida.   - ¿Te llamas Andrea? –pregunta la niñera con cierta incredulidad.   - Así es –dije sin comprender porque llamaba así a Saúl.   - La pequeña se llama ¿Andrea? –Saúl lanza una mirada sobre la niña. La cual le saca la lengua al percatarse que no es su padre.   - Así es, Andrea Azucena. Solo su papá la llama Andrea –no esperaba su respuesta pero supuse que era una coincidencia- por eso te llamó así. Llegamos a un gran portón de madera, se acerca una señora de uniforme con un helado en la mano.   - Azucena, preciosa. ¿Quieres un helado? –trataban de convencer a la pequeña.   - ¡Shi! –la niña baja rápidamente saltando a los brazos de la señora. Entran rápidamente a la casa, despidiéndose con su hermosa sonrisa y moviendo su manito.   - Muchas gracias por ayudarme con la pequeña normalmente es un poco huraña con las personas que no conoce. Y más ahora, que estamos en una ciudad diferente –   - ¿Recién se han mudado a la ciudad? –pregunté curiosa   - Bueno, los señores son de acá, pero estuvieron viviendo en el extranjero por algunos años –informó la niñera- bueno tengo que entrar a cuidar a la nena, su padre está por llegar. Disculpen la molestia –se despidió y entró.   - Por lo visto, te gustan los niños –dijo Saúl, volteando su mirada hacía mí.   - En realidad, ella me encantó - contesté con una sonrisa. Encaminándonos de regreso al boulevard. La pequeña de casi dos años, se quedó en mi corazón, me encantó el poco tiempo que compartí con ella. Era tan linda, sus hermosos e impactantes ojos hipnotizaron mi corazón y el compartir el nombre era una de las mejores coincidencias. Sin pensar mis manos bajaron a tocar mi vientre, el vacío desapareció. Mis pedazos rotos estaban siendo sanados, llenos de efímeros momentos de felicidad por personas ajenas que con su calidez me hacían sentir mejor. Al parecer solo necesitaba amor, ese amor que me negué innumerable veces a aceptar.
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