Me senté en mi silla y miré detenidamente a Damián, él se puso incómodo, pero poco me importó, no decía absolutamente nada y solo lo veía. — Bruno insiste en que tengo que atenderme contigo, pero yo no soy ningún loco para necesitar de una psicóloga. Mi postura era la misma y él se ponía cada vez más nervioso, una gota de sudor se escurrió por su frente mientras me veía. — No pienso decir nada más, así que deja de verme de esa forma. Yo me levanté de la silla y fui a servirme un vaso con agua, sentía que Damián me miraba y se encontraba nervioso, todo es cosa de que lo siga mirando para que suelte la sopa de una jodida vez. — Es por una mujer — dijo y lo miré — quiero vengarme. — No me sorprende que sea un lío de faldas, la realidad es que eres un mujeriego sin remedio, desde ya te a

